El Banco de la República se planta con una tasa de interés en el 9,25% por sexta vez consecutiva
Colombia mantiene una política restrictiva ante una inflación que no cede, un déficit comercial creciente y la presión por el alza del salario mínimo

El Banco de la República mantiene puesto el freno de mano y se resiste a soltarlo. Este viernes, en su penúltima reunión del año, la junta directiva ha decidido mantener sin cambios la tasa de interés en el 9,25%, ya por sexta vez consecutiva. La medida, que marca el costo del dinero para créditos de consumo, vivienda y empresas, responde al estancamiento de la inflación, el deterioro de las cuentas fiscales y la incertidumbre sobre el salario mínimo de 2026. “Cuatro directores votaron a favor de esta decisión, dos por una reducción de 50 puntos básicos y uno por un recorte de 25 puntos básicos”, explicó en rueda de prensa el gerente general de la entidad, Leonardo Villar.
La mayoría del órgano considera que los precios continúan inquietos, sin señales de convergencia hacia el objetivo de llevar la inflación al 3%. Por eso prima la cautela, incluso tras el recorte realizado esta semana por la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos ante el miedo de una ralentización económica. “La inflación total en septiembre aumentó por tercer mes consecutivo y se situó en el 5,2%, el mismo nivel observado a finales de 2024”, explicó Villar. Además, “las expectativas de inflación obtenidas de las encuestas y las extraídas del mercado de deuda pública aumentaron: todas las medidas se ubicaron por encima de la meta del 3% para los próximos dos años”, apuntaló.
A eso se ha sumado el dinamismo de la demanda interna, “jalonada por el consumo privado y público”, y por un repunte de la inversión en maquinaria de equipo y obras civiles. “La decisión adoptada por la mayoría de los miembros de la Junta Directiva mantiene una postura cautelosa de la política monetaria que reconoce los riesgos identificados sobre la convergencia de la inflación a la meta”, concluyó el gerente del banco central. La inflación acecha de forma constante. En lo corrido de 2025, el dato se ha mantenido cerca del 5%, y la inflación básica —que excluye a los alimentos y los servicios públicos— ronda el 4,8% desde hace medio año. La decisión de este viernes era esperada por el mercado y se intuía desde que se publicó la minuta de la reunión de hace un mes, en donde enfatizaron que “el proceso de desinflación es incierto”.
En esos apuntes quedó claro que el alza del salario mínimo para 2026 es una fuente de inquietud. Hace un mes, la mayoría de la junta advirtió sobre “la posibilidad de un incremento desbordado del salario mínimo para 2026, según lo sugieren anuncios públicos recientes”, y alertó que “tendría efectos inflacionarios importantes que retardarían la convergencia de la inflación a la meta”. La amenaza es palpable. El codirector Mauricio Villamizar incluso sostuvo ante Bloomberg que si las perspectivas inflacionarias continúan deteriorándose, un aumento de tasas sería “factible” si se materializan riesgos como “un incremento del salario mínimo por encima de dos dígitos”.
El panorama choca con la postura del Gobierno de Gustavo Petro. El ministro de Hacienda y miembro de la junta, Germán Ávila, ha defendido que la política del Ejecutivo es “estimular un crecimiento del salario mínimo en términos reales por encima de la tasa de inflación”, lo que puede tensar más los precios. Por lo pronto, se mantienen las razones estructurales que justifican unas tasas altas: diversas casas de análisis coinciden en que la relajación monetaria tardará en llegar.
El consenso de analistas de un informe elaborado por la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF) prevé una inflación del 5,4% en octubre. Corficolombiana, por su parte, calcula un 5,5%. De hecho, las expectativas de inflación muestran incrementos generalizados en todos los plazos: para el cierre de año, la mediana subió a 5,21% y para 2026 a 4,25%, lo que sugiere que la inflación se mantendría lejos de la meta del banco central por sexto año consecutivo, según datos de ambas entidades. El mercado de deuda también refleja este riesgo: las expectativas inflacionarias implícitas en los bonos colombianos (TES) superan el 3% en los vencimientos a uno, cinco y diez años.
Disenso en la junta
La decisión no ha sido unánime. Según ha explicado Villar, “los futuros movimientos de la tasa de interés responderán a la evolución de la inflación y sus expectativas, la dinámica de la actividad económica y el balance de riesgos internos y externos”. Pero hay tres díscolos que proponen recortar las tasas. Según una encuesta reciente de ANIF, los analistas ven como más propensos al disenso al ministro Ávila, y a los dos miembros de la junta designados por Petro a inicios de año, César Giraldo y Laura Moisá. El presidente Petro sentenció en su red social de X que “solo bajará [la tasa] cuando elijamos el próximo miembro de la junta del Banco de la República”, entidad que debe asegurar que sus medidas de política monetaria son independientes de los intereses del ejecutivo.
Los argumentos que dan los que piden un recorte se basan en tres ideas, según ha explicado el viceministro Carlos Emilio Betancourt Galeano en la rueda de prensa de este viernes. Primero, consideran que “hay espacio para ofrecer un mayor estímulo al crecimiento mediante tasas de interés más bajas”, sin que eso dispare la inflación. Aunque los precios siguen altos, creen que la economía aún tiene margen para crecer sin generar presiones adicionales. Segundo, señalan que “en condiciones de brecha de producto negativa […] un estímulo a la demanda se reflejaría más en un aumento en la producción que en incrementos de precios”.
Es decir, como el país está produciendo por debajo de su capacidad, bajar la tasa podría impulsar la actividad sin afectar los precios. Y tercero, advierten que “la fortaleza del peso afecta las exportaciones que pierden competitividad”, especialmente aquellas distintas a las minero-energéticas. Bajar la tasa ayudaría a moderar esa apreciación y a proteger el sector exportador. “La decisión mayoritaria no es la del Gobierno”, remató Betancourt.
David Cubides, economista jefe del Banco de Occidente, prevé que “las tasas se queden quietas hasta el mes de junio [de 2026]” y que solo en la segunda mitad del próximo año “habría espacio para los recortes”. Para que eso ocurra, advierte, será clave que la inflación retome una senda descendente. “Esperamos que la inflación muestre una tendencia bajista hacia el 4,3% en diciembre del próximo año”, señala a EL PAÍS.
Aunque la decisión de la Fed de recortar su tasa en 25 puntos básicos abre una ventana internacional para flexibilizar la política monetaria, Cubides advierte que el contexto colombiano exige cautela. “Una inflación que se ha venido acelerando, que está por encima del 5%, sumado a una situación fiscal que sigue siendo retadora, y una economía que más bien está mostrando un proceso de recuperación” son, según el experto, razones suficientes para que el Banco de la República mantenga su postura restrictiva. “El entorno local no da margen para apresurar recortes”, sentencia, y el banco central “hará bien en esperar señales más claras de desaceleración inflacionaria antes de mover la tasa”.
Se mantiene el famoso ‘esperar y ver’, mientras que las proyecciones apuntan a que la tasa se mantendrá sin cambios hasta mediados de 2026. El Banco de la República de Colombia se mantiene en modo halcón.
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