Ir al contenido
_
_
_
_
SELECCIÓN COLOMBIA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Alegría y disciplina, de Maturana a Lorenzo

La selección Colombia gana con la alegría de los jugadores del Pacífico, la creatividad de los caribeños, la disciplina de los paisas y la enjundia de los de las cordilleras. Esa mezcla es su fortaleza, que la hace difícil de prever y controlar

Partido entre Alemania y Colombia, en el Mundial de Italia 1990.

Francisco Pacho Maturana recuerda con amargura que cuando salían del país a principios de los años noventa, en especial a Europa, la mayoría de las ruedas de prensa se iban en preguntas molestas sobre Pablo Escobar, atentados y narcotráfico. Nadie preguntaba sobre fútbol. Carlos Enrique La Gambeta Estrada apuntaba: “Donde llegábamos nos decían ‘drogadictos’ y nombraban la cocaína.” El día del 1-1 de antología con Alemania, en junio de 1990, en el Mundial de Italia, el canciller alemán Helmut Kohl hizo un evento político sobre lo que sería la victoria de su país contra las drogas. El marcador esa tarde fue no sólo una respuesta futbolística sino de dignidad.

En el fútbol se juega mucho más que fútbol. Sobre todo para los niños y los adolescentes. Se juega saber quiénes somos, para qué somos buenos, cuánto valemos, más aún en un país cargado de estigmas. Más que una forma de juego es una forma de ser, una esperanza de cambiar, de creer que se puede estar a la altura, llegar a una final y aspirar a ganar.

¿Cómo jugaba la selección antes de Maturana? “Hasta ese momento el plan de juego consistía en tratar de desactivar al rival. Terminabas cansado de correr, llorando, y con la sensación de que no habías jugado.” Maturana propuso: “Un nuevo estilo de juego. Vamos a jugar al fútbol, a buscar un orden que nos permita desordenarnos cuando tengamos el balón”.

“Para mí el fútbol debe tener un sentido. Es una idea romántica. La táctica es el alma del fútbol”. El técnico uruguayo Luis Cubilla, uno de sus mentores, le dijo: “Si pasas por mi casa y ves la luz encendida, llama al timbre”. Maturana subía a su casa y se ponían a aprender, a leer libros de los emblemas de la estrategia argentina, César Luis Menotti y Carlos Bilardo, que en fondo era aprender de la saga que había empezado Oswaldo Juan Zubeldía, bajo cuya dirección el joven chocoano Maturana había jugado en el Atlético Nacional.

La otra inspiración vino de Holanda. En los años setenta y ochenta muchos técnicos aprendieron de la revolución que ese país hizo en el fútbol. Del Ajax aprendió que un equipo debía ser la base la selección, y Johan Cruyff, el genio, aprendió que quien no tiene el balón sufre, y quien lo tiene goza.

En 1987, Maturana conjugó los cargos de técnico del Atlético Nacional y de la selección Colombia. Siguió el ejemplo del Ajax, y aceptó quedar como rosquero pues, si tenía que escoger a un jugador, optaba por uno del Nacional. Lo conocía mejor. Allí adoptó el proyecto de “Los puros criollos, 11 futbolistas nacionales que produjeran juego”, y comenzó la era del 4-2-2-2 como esquema base.

Aunque “en el fútbol no existe esa posibilidad de tener un esquema único. El esquema se refiere a una distribución geográfica inicial, y se modifica de acuerdo con el movimiento de la pelota.” La esencia era un funcionamiento ordenado y eficiente en defensa, pues “La parte pensante del fútbol es la defensa”. En ataque rige lo opuesto, el desorden, la inventiva y el talento creativo.

Por esa época, la decisión más arriesgada de Maturana fue tomar en serio a Higuita, y la más brillante fue poner al Pibe Valderrama como número 10, “se retrasaba para recibir la pelota, e iniciaba ahí la acción ofensiva que se iba desarrollando a partir de una telaraña de pases”. (Raúl Vergara)

Al clasificar al mundial de 1990, en Italia, luego de 28 años de ostracismo, varios entrenadores le aconsejaron “blindar el entorno”. Había que evitar que el éxito socavara al equipo. En Boloni, los periodistas estaban a tres kilómetros de la concentración. Se buscaba concentrar al equipo en los partidos y en nada más. Luego de la derrota con Yugoslavia, “los jugadores se secaron las lágrimas e hicieron ante Alemania el mejor partido de toda nuestra historia, el histórico 1-1, y el mundo se dio cuenta de que existía Colombia.”

Para el mundial de Estados Unidos los jugadores habían madurado, y clasificaron primeros en el grupo, con dos victorias sobre Argentina, una de ellas el 5-0 en el estadio Monumental de River Plate. A diferencia de Italia, en 1994 se cometió el error de no blindar al equipo. Les dio por el populismo y perdieron la concentración; sacrificaron la seriedad y le quitaron el ojo al balón. “Hicimos una fiesta, cuando el Mundial se trata de otra cosa”, dijo Maturana.

En 2001 regresó como técnico a la selección, para la Copa América, con la convicción de buscar nuevas figuras. Tenía claro que no iba a encontrar a un Faustino Asprilla o a un Pibe Valderrama. Pero esa selección tenía otras virtudes. Jugadores como Fabián Vargas, Freddy Totono Grisales, Giovanni Hernández, Aristizábal y Bedoya, Iván López, que hizo el centro, e Iván Ramiro Córdoba que cabeceó para el gol del triunfo ante México y del campeonato. Levantaron el título más importante en la historia del país.

Para Maturana, ese equipo se adelantó a su tiempo. “Si quieres encontrar un parentesco con lo que es la táctica actual hay que mirar a ese equipo. Jugamos sin delantero en el partido más grande, en un momento en el que se cuestionaba jugar sin delantero”. En suma, revolucionó el fútbol colombiano, lo llevó a clasificar a dos Mundiales, 1990 y 1994, a ganar la Copa América de 2001, y llevó al Atlético Nacional a levantar la Copa Libertadores. Como le dijo un hincha argentino: “Pacho, a la gente no se la recuerda por lo que pierde, sino por lo que gana.”

Luego de ires y venires, en 2012 llegó José Pekerman a una selección en crisis. Pidió a los directivos, causantes en parte de la situación, algo esencial: “Total independencia, esa es mi mayor condición”. Estuvo seis años, jugó 78 partidos, perdió 18, empató 17 y ganó 43. La llevó a dos mundiales. En el segundo, en Brasil, alcanzaron los cuartos de final, el mayor logro en ese certamen en la historia de Colombia.

Pekerman no ganó ningún título, pero consolidó una generación que venía de ser tercera en el Mundial sub-20 de 2003, cuarta en el sub-17 del mismo año y campeona del Sudamericano sub-20 de 2005. De allí salieron James, Falcao, Rodallega, Quintero, Muriel, Cuadrado, Macnelly Torres, Zúñiga, Abel Aguilar, Teófilo Gutiérrez, y Aldo Leao Ramírez. Ciclo tras ciclo, Colombia produce talento.

Igual que el primer Maturana, Pékerman aisló al equipo. Las nóminas titulares solo se publicaban una hora antes de los partidos. Después de golear a Uruguay en Barranquilla 4-0 y a Chile en Santiago 3-1, luego de 12 años sin vencer a La Roja, que en ese momento era primera en la clasificación, empezaron a pensar que se le podía ganar a cualquiera. Colombia empezaba a creer en regresar a un Mundial, luego de 16 años.

En el Mundial de Brasil, tristemente sin Falcao, apareció un James finalizador, que terminó de goleador del torneo y figura de Colombia, quinta en esa Copa del Mundo. “Pekerman, con 2.421 días, es el técnico más longevo al mando de la selección, por encima de los 2.133 días —en cuatro ciclos distintos— de Francisco Maturana”, relata Thomas Blanco.

Antes de la llegada de Pekerman, Colombia había perdido 8 de 13 partidos en copas del Mundo, empatado 2 y ganado 3. Con él, ganó 6 de 9, empató 1 y perdió 2, un 74% de efectividad. Además, estuvo cuatro años consecutivos dentro del top 10 del mundo. Resultados, resultados y resultados. A la pregunta de cuál fue el mayor legado de Pékerman en el fútbol colombiano, dos reputados analistas extranjeros coinciden: “La ambición. Colombia salía al campo pensando que estaba en disposición de ganar cualquier partido, y la gente hablaba de ganar cosas”.

Luego vino un interregno en el que Reinaldo Rueda brilló con un tercer puesto en la Copa América, y luego se desvaneció. Ahí llegó Néstor Lorenzo. Luis Amaranto Perea, parte del nuevo equipo técnico, contó que empezaron con cautela, fueron a Europa a hablar con los jugadores y a contarles qué querían hacer, a manifestar respeto por el pasado. Querían empezar con pie derecho, antes de la primera convocatoria.

Lorenzo logró un invicto de 28 partidos, con victorias históricas frente a España, Alemania y Brasil. “Mi filosofía es respetar la esencia del fútbol colombiano, el buen juego y la mentalidad ganadora. No sentirse menos que nadie y salir a ganar a cualquier lado, y agregarle más intensidad.” El segundo logro de Lorenzo fue recuperar a James para la selección.

El equipo técnico sigue continuamente el desempeño de 50 jugadores, cuatro en cada posición; no buscan lo ideal, porque eso es momentáneo. Si bien el “control y pase” está de moda, Lorenzo sabe que los partidos se ganan en los duelos de uno contra uno. Ahí el jugador tiene que ser inteligente, saber cuándo pasar y cuándo encarar.

Concluyamos. Estos tres estupendos técnicos enseñaron que hay que olvidar los estigmas. La gente los repite para debilitarnos. Si Colombia es violenta, desigual, trafica con substancias ilegales y un demente mató a un futbolista por cometer un error en el campo de juego, nada de eso debe estar en la mente del deportista al entrar al campo de juego. Sólo debe tener clara la táctica y la convicción de que salimos a ganar.

Al prepararse para competir hay que aislar al equipo de las voces que dicen que así no, que tal cosa sí pero tal otra no. Los miles de comentarios ensordecedores sobre errores que supuestamente se está cometiendo no suman. La concentración es esencial. Estar convencido de lo que se hace y tener la confianza de que sólo hay un técnico y sabe para dónde va. Los jugadores deben seguir sus instrucciones. Nada que quite esa concentración es bueno.

Pékerman dio tal vez la lección más dura: Colombia produce continuamente un talento impresionante en todas las líneas, pero no había logrado nada a nivel internacional porque no sabían jugar en equipo. Fue lo que buscó inculcar: el equipo es lo que importa. El fútbol es un deporte de equipo, no de preciosismo individual. Eso se puede aprender.

Colombia gana con la alegría de los jugadores del Pacífico, la creatividad de los caribeños, la disciplina de los paisas y la enjundia de los de las cordilleras. Esa mezcla es su fortaleza, la que la hace difícil de prever y controlar. El talento se da silvestre; hay que enseñarle la disciplina de defender en todo el campo con precisión táctica, y la libertad de atacar con impredecibilidad, como en una guerra relámpago. Y tener un medio campo que cree orden, maneje la columna vertebral y el sistema nervioso del equipo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_