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De Shakira a Karol G, Grupo Niche o Silva y Villalba: así es el olimpo musical de Colombia en 150 discos

El periodista Jaime Andrés Monsalve, uno de los mayores conocedores de música en el país, presenta el libro ‘En surcos de colores’, una selección con las grabaciones definitivas de la historia sonora nacional

El periodista musical Jaime Andrés Monsalve en su residencia en Bogotá, el 13 de diciembre de 2024.
El periodista musical Jaime Andrés Monsalve en su residencia en Bogotá, el 13 de diciembre de 2024.ANDRÉS GALEANO
Santiago Triana Sánchez

Hay una pregunta que es habitual cuando Jaime Andrés Monsalve (Manizales, 50 años) recibe visitas en su casa: ¿cuántos discos tiene? La respuesta, con algunas variaciones, lleva siempre al mismo lugar: no sabe. Mirando sus estantes y haciendo cuentas, aproximaciones y alguna multiplicación, la cifra sería 7.200. No es exacta, claro. Tampoco definitiva, porque tiene discos apilados en una mesa, o en unas canastas, o arrumados en los rincones. Y no incluye los CD, que ocupan toda la pared de un pasillo. En ese espacio, en el que si los objetos vivieran los muebles tendrían que pedir permiso a los discos para entrar, vive Monsalve, periodista, jefe musical de la Radio Nacional de Colombia y dueño de un conocimiento sonoro enciclopédico que le ha servido para redactar En surcos de colores (Rey Naranjo Editores), un libro en el que recopila los 150 discos definitivos de la historia de Colombia.

En un principio, el encargo era hacer una selección de 100 discos. Pero, para Monsalve, eso habría sido una injusticia absoluta. “Con 150 es apenas una injusticia. Ya 200 hubiera sido algo medianamente justo”, dice, sentado en el salón de su apartamento en Chapinero, el nervio de Bogotá. Esa injusticia lo llevó a dejar fuera de la selección a artistas como El Caballero Gaucho, Lisandro Meza o Los Latin Brothers. Aunque intenta remediarla con unas recomendaciones adicionales que anexa a las reseñas de los discos. Entre los artistas que sí clasificaron hay varios que gozan de fama actual: Shakira, Karol G, Juanes, Carlos Vives, Diomedes Díaz… otros tantos que oscilan entre los clásicos y los casi desconocidos: Rodolfo Aicardi, Grupo Niche, Lucho Bermúdez, Pelón y Marín, Obdulio y Julián, o Silva y Villalba.

La elaboración del listado, basada en su conocimiento, en las recomendaciones de amigos y expertos, o en los recuerdos de los discos que siempre estuvieron en las casas de los padres y los abuelos, fue el primer paso del trabajo. Ya entonces intuía un viaje infinito por decenas de géneros: cumbia, vallenato, boleros, baladas, bambucos, rock, pop, rap, reguetón… Entre esa exploración y la redacción de cada una de las reseñas ―elaboradas con la intención de que fueran diferentes, y de las cuales lograba escribir tres del tirón si el tiempo y el aliento estaban de su lado―, el alumbramiento de En surcos de colores llegó tres años y medio después de su concepción.

―¿Qué sentido tiene hablar de discos en una época en que la música se consume por internet y en las plataformas?

―Por cómo funciona comercialmente en la música, este libro tiene un poquito más sentido hoy que hace 15 años, cuando el formato del vinilo estaba venido a menos. Es un momento más propicio en el sentido de que el vinilo llama la atención nuevamente y todavía hay gente que está en la búsqueda, o que nunca dejó de comprar, o que está volviendo a revisar la posibilidad de tener unos vinilos en casa. Como guía, el libro podría funcionar muy bien.

Monsalve dice que su En surcos de colores es ideal para tener en la mesa de centro de una sala. El libro es pesado, sus páginas están impresas en un papel especial, y tiene una diagramación y unos colores que remiten al lector a recuerdos, a encontrar en su memoria discos que alguna vez vio en la casa de sus padres o sus abuelos. “Siempre va a abrir en algún lado, y va a decir: ‘Carajo, este disco…’. Eso es parte de la magia del libro. Inmediatamente lo remonta a uno al pasado y se antoja, o regresa a alguna Navidad de hace unos años. Este tipo de ejercicios de nostalgia me parece que funcionan muy bien, complementado ello con los textos críticos que establezco”, explica.

Un ejemplar del libro en el que Monsalve recopila 150 de los álbumes más importantes en la historia musical colombiana.
Un ejemplar del libro en el que Monsalve recopila 150 de los álbumes más importantes en la historia musical colombiana. Andres Galeano

La música en Colombia: la diferencia como unidad

Para Monsalve es claro que hay géneros musicales que caracterizan a Colombia, tanto dentro como fuera del país. La cumbia, por ejemplo, que, aunque se ha desarrollado tanto en otros países, es “eminentemente colombiana”. Hay géneros compartidos, como la música llanera, también venezolana, o la de caribeña, también considerada propia en las Antillas. Sin embargo, al momento de hablar de un elemento transversal para la música colombiana, piensa por unos segundos antes de dar un veredicto en apariencia contradictorio: la unidad es la diferencia. “Lo que caracteriza a la música de Colombia es seguramente su pluralidad y multiculturalidad”, dice. “No somos un país que se haya caracterizado por un género en particular, sino por muchísimos... no sabría cuántos son”, añade.

Esa diversidad, evidente incluso para quienes no son expertos en música, tiene buena parte de su origen en una característica que, en apariencia, no influiría en absoluto: la geografía. El lugar del mundo que ocupa Colombia, aparte de convertir al país en lugar tan biodiverso y fértil para la fauna y la flora, ha contribuido a su riqueza sonora. Monsalve explica: “Una cosa tan campesina como la carranga… el solo baile, el ver que son así como abigarrados porque están muertos de frío… eso es muy diferente a lo exultante que resulta ser, por ejemplo, un mapalé, que es el frenesí del cuerpo, frente a lo que ocurre en lugares donde el frío impide manifestar tan abiertamente lo corpóreo”.

Amplio conocedor también en ritmos de América Latina, Monsalve apenas se atreve a comparar la riqueza musical de Colombia con la de Brasil. Menciona también a Cuba, aunque duda: “Hay son, guaracha, lo que sea… pero siempre va a haber el sonido de una clave y de una cosa que uno emparenta absolutamente con el Caribe”. No ocurre así en Colombia, explica, un país conformado a su vez por otros seis países diferentes. Esa diversidad parece constituir una especie de torre de Babel para quien busca englobarla en 150 discos. De ahí que, a pesar de una selección tan trabajada y detallada, termine siendo para su autor una injusticia: “Las particularidades del país hacen que haya tantos ritmos tan diferentes el uno del otro. Yo no veo un lugar donde haya una riqueza rítmica y polifónica tan, tan importante como aquí. De verdad”.

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Sobre la firma

Santiago Triana Sánchez
Periodista de EL PAÍS en la edición América Colombia. Ha pasado por la sección de Cultura y por la redacción del Diario AS, en Madrid. Es egresado de Periodismo de la Universidad Javeriana y Máster en la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.
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