Un año de ausencia del Gobierno en El Plateado
De niño creía que los presidentes debían ser una suerte de padres para los países, pero acá tenemos maléficos padrastros que nos maltratan y les encanta ver al país en llamas
Si quedaba alguna duda de que en Colombia estamos condenados a llevar una existencia que, en lugar de avanzar hacia algún lado, termina más bien pareciéndose a pedalear 50 kilómetros en una bicicleta estática, la historia del corregimiento de El Plateado en Argelia, Cauca, y todo lo que pasó este fin de semana debería convertirse en la prueba reina.
Aquí no pasa nada. Vivimos en el país de las buenas noticias y los anuncios pomposos, pero inocuos. Nuestros políticos grandilocuentes viven de las promesas que no cumplen y alimentan al país con el pienso del odio. De niño creía que los presidentes debían ser una suerte de padres para los países que gobiernan, pero acá lo que tenemos son maléficos padrastros que nos maltratan y les encanta ver al país en llamas porque solo así logran amasar su poder (y me perdonarán los padrastros, sé que la mayoría no actúan como nuestros presidentes).
El caso El Plateado es tan pero tan lamentable que no hay que mirar muy lejos para darnos cuenta de que el padrastro de turno obró o, más bien, dejó de obrar durante un año en lo que correspondía a ese municipio, a pesar de la historia que todos conocimos de primera mano exactamente hace un año, cuando el país estaba listo para las elecciones de mandatarios regionales.
En resumen pasó lo siguiente: por motivos que nadie nunca explicó de manera clara, el Gobierno aceptó una suerte de vigilancia coordinada con las disidencias de Farc allí afincadas durante el proceso electoral; vino el debido escándalo sobre el documento que en su momento todos en la Casa del Padrastro negaron hasta que la misma disidencia contó que sí se había hecho dicho acuerdo; el Gobierno canceló dicha coordinación y anunció un gran operativo militar para tomar el control de El Plateado y (ojo a esto) se anunció que habría visita del presidente Petro a Argelia (Cauca) pocos días después de las elecciones para realizar allí uno de aquellos encuentros populares que curiosamente multiplicó el Gobierno antes de elecciones y que tras estas se desvanecieron pasando a ese cuarto de la Casa del Padrastro donde guardan las estrategias de impacto en poblaciones olvidadas para alimentar caudal de votos.
El presidente nunca fue a Argelia. De El Plateado poco se volvió a escuchar, aunque para el Ejército el objetivo fue desde entonces recuperar el Cañón del Micay, zona que está controlada social, económica y políticamente por las disidencias de Iván Mordisco, pero donde confluyen también el ELN y otras bandas dedicadas a lo mismo de siempre: plantación de matas de coca, procesamiento de cocaína y minería ilegal.
Un año. El presidente sigue sin ir a Argelia, pero ayer llegaron los ministros. Y la buena noticia es que se comprometieron a llevar internet, dotar a las escuelas, entregar recursos económicos para la sustitución de cultivos y llevar la señal de telefonía móvil a ese lugar. ¿En qué año estamos?
¿Es un Gobierno que trabaja por y para el pueblo el que hace un año no resuelve siquiera el problemita de que en un olvidado lugar de Colombia no haya internet ni celulares, a pesar de que desde hace un año dijeron que iba a ser prioridad? ¿O es el Gobierno que trabaja por y para el pueblo aquel que en vez de convocar marchas y alentar el odio se vuelca a resolver problemas en lugar de crear nuevos?
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