El Banco de la República mantiene elevado el precio del dinero y condiciona los planes del ministro de Hacienda
La junta del emisor sostiene los tipos de interés en un 13,25% ante la alta inflación y genera inquietud por sus efectos sobre la recuperación de la economía colombiana
Los signos vitales de la economía colombiana se hallan estables, pero aún no permiten dar un parte de recuperación absoluta. Ante la persistencia de la alta inflación, que lleva seis meses en lento descenso hasta el actual 10,99%, el Banco de la República ha optado esta semana por sostener los tipos de interés en un 13,25% por sexto mes consecutivo. Una decisión en línea con la lucha del emisor contra la inflación, pero cada vez más alejada de los intereses del Ejecutivo de izquierdas, que aboga por reducir el precio del dinero cuanto antes e inyectarle dinamismo a una economía aún herida.
Al echar un vistazo al marco general, la llamada confianza inversionista se ha hundido en los últimos meses y los datos en sectores como la construcción no son alentadores. Al mismo tiempo, las últimas previsiones de crecimiento de organismos como el Banco Mundial han mejorado tímidamente. Mientras que el organismo multilateral, que se concentra en el desarrollo a largo plazo y la reducción de la pobreza, calculaba a principios de año que el PIB alcanzaría el 1,3%, el pasado octubre subió las proyecciones a un frágil 1,5%.
El pulso entre el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, y los restantes seis miembros de la junta técnica e independiente del banco central donde él mismo tiene silla se libra, además, en un contexto económico mundial que cojea, a pesar de haber evitado entrar en recesión. Basta con recordar que la Reserva Federal estadounidense determinó este miércoles mantener las tasas en máximos históricos de más de dos décadas (5,25%-5,5%). Esa es la señal de referencia clave para los tomadores de decisiones en medio mundo y el Banco de la República no se queda atrás en su objetivo de mantener los precios a raya.
De esta forma, resulta previsible que de momento el banco central tampoco estudie maniobras arriesgadas como bajar las tasas. De hecho, el académico de la Universidad de Stanford Javier Mejía define esta postura como “prudente, clara y consistente con el alza de los precios”. Pero para economistas como Eduardo Lora se trata de un exceso de cautela que se ha traducido en un proceso demasiado lento en su cometido de atenuar el consumo, enfriar la economía y controlar la inflación. Lora, asociado al Centro para el Desarrollo Internacional de Harvard, mantiene que las subidas al precio del dinero —es decir, el alza de las tasas— en Colombia han sido tibias.
Nadie duda de que la decisión no es fácil y que ninguna receta en economía está exenta de dolor. Los responsables del emisor han afirmado que su meta es dejar la tasa de inflación en 9% en diciembre y en un lejano 3% a finales del próximo año. Aun así, pocos se animan a explicar con claridad si el proceso es viable o si los resortes para definir esa meta son claros. “Creo que se está creando un obstáculo a la recuperación de la economía (…)”, manifestó este miércoles un contrariado ministro Ricardo Bonilla. Una postura en la misma línea de su antecesor en la cartera, José Antonio Ocampo, que ha reiterado con insistencia en que es el momento de reducir los tipos de referencia.
Los colombianos llevan meses tratando de sortear los altos precios de la gasolina, los préstamos, los alimentos y la vivienda. Una montaña rusa llena de riesgos tras la parálisis de la pandemia y el rebote del gasto del año pasado. Por eso, el experto en finanzas Felipe Campos subraya que las medidas para frenar el choque inflacionario llegaron con 8 o 12 meses de retraso con respecto a otros países que atravesaron los mismos fenómenos. “Por esa razón llegamos al techo de la inflación mucho después”, apunta.
Las causas para el retraso son múltiples y estriban entre el interés político del Gobierno de Iván Duque (2018-2022) en reflotar la economía con subsidios, la invasión rusa a Ucrania y su afectación sobre las cadenas de distribución, y un fenómeno cambiario acentuado: “El dólar subió un 30% en el segundo semestre de 2022. Salvo Turquía, Argentina y Venezuela, ningún otro país tuvo un choque tan fuerte y eso también estimuló una ola de inflación adicional”, explica Campos.
De esta forma se explica el rezago: “La mayoría de economías similares a la colombiana tardaron en bajar las tasas de interés hasta ver la inflación al 5% o 6%. No creo que en nuestro caso tengamos que esperar tanto porque hay mucha confianza en el mercado y en el Banco de la República”. La próxima junta del emisor se celebrará el 19 de diciembre y la expectativa de los analistas es que la inflación anual haya bajado a un dígito para que se baraje la posibilidad de recortar los tipos medio punto porcentual hasta el 12,75%.
El economista de la Universidad de los Andes Oskar Nupia resalta que la prudencia del emisor ha servido para mantener el equilibrio ante un escenario complejo: “En países como Chile se descuidaron en algún punto las tasas, se recortaron de forma anticipada y en poco tiempo las cosas se les salieron de las manos y volvieron a tener una inflación altísima”. Solo así se entiende el tono diplomático y reposado del gerente del Banco de la República, Leonardo Villar: “Hay una gran cantidad de elementos en común en un diagnóstico en el que compartimos el deseo de poder bajar las tasas de interés y el deseo de recuperar la economía”, aseguró este martes, en la rueda de prensa donde el Banco informó que mantendría inalteradas las tasas.
Acto seguido clarificó que las diferencias con el Ejecutivo se centran en el momento adecuado de bajarlas. Una cuestión de tiempo: “Al finalizar septiembre, la inflación total anual fue 11% y la inflación básica (sin alimentos ni regulados) fue 9,5%. Estos valores son menores a los observados en agosto, pero siguen siendo altos y muy superiores a la meta. Las tasas de inflación de servicios y de regulados han mostrado particular persistencia en los últimos meses”, argumenta el banco central en un comunicado para reforzar la idea de que, por lo pronto, lo más prudente será mantenerse en la misma meseta sin trazar un horizonte fijo.
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