Fútbol y trata: un riesgo en aumento para los jóvenes deportistas en Colombia
Naciones Unidas evalúa, por primera vez en América Latina, el peligro que corren niños y niñas que sueñan ser futbolistas. Explotación sexual y trabajo forzado son algunos delitos de los que son víctimas
A Juan Carlos le ofrecieron irse para Honduras. Un “intermediario” lo contactó en una cancha mientras jugaba y un par de días después “se lo llevó” para hacerle pruebas. “Se fue con otros jóvenes del barrio y pasé como cuatro meses sin saber nada de él, porque le quitaron el teléfono, les habían quitado todo […] le tocó lavar loza, trabajar en el campo, hacer aseo”. El relato es de su padre y el caso de Juan Carlos, nombre ficticio, es uno de muchos. Los jóvenes y niñas de Colombia que sueñan con ser futbolistas se exponen a ser víctimas de trata. Testimonios parecidos se repiten en un estudio sobre este delito en el país, el primero que se hace en América Latina a cargo de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc).
En Colombia, los casos de trata de personas “vienen en aumento, predominando el género femenino como víctima y teniendo como principales finalidades la explotación sexual y los trabajos forzados”, pero no hay una estadística específica sobre quienes caen en esas redes a través del deporte. La vida en el fútbol es tan corta y debe empezar tan temprano para asegurar éxito, que los jóvenes corren contra el tiempo para vincularse a un equipo profesional entre los 14 y los 18 años. “Por esto, es común observar que muchos jugadores y jugadoras son enviados a ciudades grandes ―lejos de su lugar de origen―, en las que tienen entrenamiento, alimentación y alojamiento, denominados ‘casa hogar’. En estos lugares, como menores de edad, se exponen a distintas violaciones de derechos, como se ha evidenciado”, dice el informe.
Rocío Urón, coordinadora del proyecto de lucha contra la trata de personas y el tráfico ilícito de migrantes de UNODC, explica a EL PAÍS que Colombia, a pesar de ser un semillero de deportistas, no tiene muy claras las reglas sobre becas, ofertas y fichajes de jóvenes futbolistas. “No hay una normatividad que establezca con claridad quién puede ser un manager o qué debe cumplir quien quiera coordinar transferencias deportivas”, señala Urón. Cualquier persona puede proponer a una familia llevarse a su hijo sin que ninguna instancia vigile si es una estafa, una forma de trata o una propuesta seria con garantías para los jóvenes. “Al momento de analizar las ofertas, los jugadores pueden ignorar la falta de información o información incongruente que les ofrecen, focalizándose exclusivamente en lo ‘positivo’ de la oferta, haciéndoles más propensos a ser víctima de engaños”. El informe señala a Colombia como un lugar de origen o destino de trata de personas en el deporte por la pasión alrededor del fútbol, pero también por las condiciones socioeconómicas desfavorables para muchos de sus habitantes.
La trata de personas en el fútbol está atravesada por la pobreza. Muchas familias ven en sus hijos la única esperanza de “salir adelante”. Los tratantes lo aprovechan. “Al indagar acerca de las aspiraciones a futuro de los jugadores, muchos de ellos posicionan al fútbol como su primera o única opción vocacional, por encima de una carrera profesional en cualquier área del conocimiento. Lo cual, además de reducir su percepción frente al número de posibilidades de obtener ‘un buen futuro’ en el caso de no optar por mejorar su nivel educativo, reduce sus posibilidades de adquirir conocimientos y habilidades para la toma de decisiones frente a una oferta de fichaje”, advierte Naciones Unidas, que ya ha estudiado el mismo problema en el mercado del fútbol europeo, donde los africanos son las principales víctimas.
En Colombia, el estudio se concentró en Cali, Quibdó, Cartagena y Bogotá. La primera de estas ciudades cuenta con una de las ligas de fútbol con mayor número de escuelas asociadas. Quibdó y Cartagena tienen una gran cantidad de futbolistas profesionales. Bogotá, además de tener liga propia, como capital acoge a personas provenientes de diversas partes del país. En todas, fue recurrente la idea de que con el fútbol se puede obtener, además de dinero, reconocimiento. “La expectativa de ser reconocidos internacionalmente por su talento, impulsa a muchos deportistas, hombres y mujeres entre los 15 y 16 años, a aceptar ofertas que terminan no siendo reales. Si el jugador llega a la mayoría de edad y no está posicionado, es difícil que logre una carrera exitosa, por eso hay un afán en los muchachos de esa edad que los tratantes aprovechan”, señala Urón, que apunta un aumento en el mundo en la trata de hombres, aunque las mujeres siguen siendo las que más sufren este delito, con el 60% de los casos.
“Los hombres son más explotados en situaciones de trabajo forzoso. En los posibles casos que se encontraron en las entrevistas, vimos que muchos, al llegar al país de destino, cuando no los ponen a hacer otras tareas [que nada tienen que ver con el fútbol], les exigen más horas de entrenamiento o jugar gratis, en condiciones precarias, viviendo en hacinamiento, incluso comiendo mal o una sola vez al día”, apunta la investigadora, que destaca un “interés” institucional en Colombia para frenar este delito. “Aunque no existe una ruta para estos casos y la Fiscalía o la Policía terminan manejándolos como posibles estafas, el Ministerio del Interior tiene una línea para denunciar la trata y está interesado en crear políticas para evitarlo en el deporte”, señala la vocera de Unodc.
El modus operandi de los victimarios responde a un patrón, según la investigación. El jugador es contactado de manera presencial o virtual por un intermediario, que se gana su confianza con “cumplidos”, le ofrece pruebas para que demuestre lo bueno que es y le ofrece numerosas “posibilidades de éxito” si acepta su oferta. Las familias pagan hasta 5.000 dólares para cubrir el viaje y el hospedaje de los primeros días de sus hijos en un país extranjero, muchas pidiendo préstamos o vendiendo bienes para poder costear el que se supone que será el inicio de una carrera. Pero la decepción llega pronto. La investigación señala que en el lugar de destino, “el tratante le confisca los documentos y el dinero a la víctima. Luego, el jugador puede presentar pruebas para un club deportivo o no, en algunos casos es abandonado”.
Distinguir entre la estafa y la trata de personas en el contexto del fútbol no es sencillo, señala el informe. Para explicarlo cita a Andrea Bravo, productora del documental Sueños de gol, sobre la explotación de los jóvenes futbolistas latinoamericanos. “Se requiere profundizar muchísimo en los detalles del día a día del jugador [para identificar la diferencia] ¿Una estafa se puede convertir en trata? Claramente, dependiendo de toda la dinámica que ocurre una vez es trasladado el jugador”.
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La investigación enlista una serie de testimonios que dan cuenta de que mucho de lo que pasa en el fútbol en Colombia podría configurarse como trata. “[He escuchado] que se han llevado jóvenes para otras ciudades y allá a los muchachos les ha tocado trabajar para poder sostenerse y sostener todo el entorno en donde están […] Sufren necesidades básicas y ellos [los intermediarios] terminan, más que todo, como consiguiéndoles trabajo para que los muchachos trabajen y ayuden a sostener la casa como si fuera su hogar”, dice un entrenador. “Conocí el caso de un adolescente al que le dijeron que iba para una escuela [de fútbol] profesional allá en Medellín muy reconocida, pero cuando llegó allá, nada que ver […] la mamá había pagado como dos millones de pesos”, se lee en otro testimonio.
En Colombia, el deporte está regulado por el Ministerio del Deporte, pero el fútbol está bajo la dirección de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), que en noviembre de 2021 actualizó una resolución de 2011, que aborda, entre otros temas, la transferencia de jugadores entre clubes nacionales. La Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales, Acolfutpro, dice, sin embargo, que Colombia “tiene una cultura mafiosa en cuanto a la propiedad […] hay todavía directivos que dicen ‘yo soy dueño de ese jugador’, hablan de ser dueños, a pesar de que todo se relaciona con contratos”, señala la organización en el informe, en el que reitera que el fútbol es visto como una “república independiente”. “Dicen que si uno toma medidas y recurre a las autoridades, la FIFA los desafía. Pero esos son mitos que han alimentado desde la informalidad para que las autoridades no ejerzan ningún control sobre ellos”.
Aunque en el país una persona solo puede convertirse en futbolista profesional a los 15 años, los clubes cada vez están más interesados en generar canteras de jugadores con niñas y niños desde los cinco años. Esa tendencia obedece, entre otras cosas, a que a los equipos les resulta “más barato” negociar el fichaje. “Les sale mucho más económico que si espera a que el jugador o jugadora esté más grande y con mayores cualidades”, señala el informe, que alerta sobre la exposición de niños y niñas que sueñan ser futbolistas y pueden terminar explotados en otro país, casi secuestrados lejos de sus casas.
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