Las Panteras Prietas, el equipo de fútbol de Palenque que compite contra el machismo
En una cultura declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, decenas de niñas y adolescentes rompen los esquemas en medio de la pobreza
“Jarrieno, pirí ma trate [Vamos, pide el balón con fuerza], ku kutú palá tañio [concéntrate en el partido]”, indica el entrenador Akin Bongani a un grupo de ocho niñas que juegan un partido de fútbol en una cancha improvisada bajo el crudo rayo del sol. Mientras logran anotar un gol, la champeta de los vecinos acompaña el juego y el humo de la quema de deshechos, al lado de la chancha, nubla la vista y sube la sensación térmica a más de 30 grados centígrados. El entrenamiento inicia a las 3:00 p.m. y acaba apenas se va la luz de los atardeceres que a diario pintan de naranja las calles de San Basilio de Palenque, considerado el primer pueblo libre de América, pues fue fundado por africanos que se liberaron de la esclavitud en el siglo XVII.
Onana, Aisha, y Musa son nombres de guerreras africanas que eligieron para llamarse a sí mismas las jugadoras de las Panteras Prietas, el primer equipo de fútbol femenino de este corregimiento de 3.500 habitantes situado al sureste de Cartagena, en Bolívar. El líder de las Panteras es Akin Bongani, que en lengua palenquera significa ‘joven valiente’. Junto a otros dos entrenadores, dirige y forma a 70 niñas que tienen entre los siete y 17 años.
El club inició formalmente en 2017, cuando este licenciado en educación física logró concretar un sueño que tenía hace casi una década. Venía buscando jóvenes para conformar un equipo de fútbol femenino como parte de un proyecto social para aplicar a una beca para su formación universitaria.
En la tierra del campeón de boxeo Antonio Cervantes mejor conocido como Pambelé, la mayoría de mujeres se dedican a la música o al boxeo, no al balompié. Akin quería demostrar que las palenqueras son capaces de ser figuras en el fútbol, pese a que en su comunidad decían lo contrario. “Las Panteras Prietas nacieron por la necesidad de brindarles a las niñas y jóvenes de Palenque un espacio seguro donde realizar este deporte que, aunque se ha popularizado en nuestra comunidad, las mujeres no tenían oportunidad de practicar”.
Cuando llevaba una semana y ya tenía una decena de niñas entrenando, surgió la necesidad de ponerle un nombre al grupo. Akin aprovechó para rendir un homenaje a las mujeres que formaron parte de las Panteras Negras, un partido político que luchó contra el racismo en Estados Unidos a mediados del siglo XX. “Queremos que ese nombre no muera y que generaciones futuras sigan con la filosofía de luchar por su gente”, explica el entrenador, que prefirió usar ‘prietas’, que traduce ‘negro’ en su lengua.
El deporte para combatir el machismo
Hacerse un espacio en el fútbol no ha sido una tarea fácil para las niñas. Muchas desertaron al principio del proyecto por las condiciones socioeconómicas y el poco apoyo familiar que recibían. Aún así, las pocas que persistieron consiguieron participar en torneos de municipios vecinos en Turbaco, donde causaron buena impresión en varios líderes deportivos de la región.
Un emisario de la liga departamental que las conoció allí, las invitó a jugar en un torneo femenino en Cartagena. Desde entonces, el club ha ido creciendo en integrantes y en sueños. Ya son el primer equipo de Palenque en participar en la liga femenina departamental, y tres de sus jugadoras son parte de selecciones de Bolívar. “Que ellas hayan llegado ahí para mí es una muestra de que vale la pena tanto esfuerzo”, afirma Akin.
Esos logros han motivado a nuevas generaciones de futbolistas palenqueras que, aún en condiciones precarias, siguen entrenando y anhelan seguir acumulando victorias. Así lo cuenta Musa, de 13 años, a EL PAÍS mientras descansa de un partido amistoso que juega con niños de la comunidad. “Inicié a los siete y cuando comencé ni siquiera tenía uniforme. Mi sueño, si llego a ser profesional, es donar cosas y hacer algo para que este proceso sea más grande”.
Aisha, quien también entrena desde que tiene siete años, comparte esos sueños y atesora lo que han ganado gracias al esfuerzo colectivo. “Recuerdo que me tocaba jugar con camisetas viejas, pero cuando fuimos a jugar a Cartagena, el profesor nos dio la noticia de que nos habían donado uniformes. Me puse a llorar”. Por azar, al repartir los uniformes nuevos a Aisha le dieron el mismo número con el que juega su referente, Linda Caicedo, la capitana de la selección colombiana sub 17 y elegida como la segunda mejor futbolista del mundo según Globe Soccer Awards. “Mi sueño es ser una Linda Caicedo dos”, menciona con ilusión.
Los retos no solo provienen de la pobreza de la comunidad. Las niñas y jóvenes enfrentan constantemente el machismo. Muchas de ellas han tenido que escuchar comentarios que podrían desanimarlas. “Somos las únicas mujeres que practicamos este deporte en Palenque. A veces nos dicen que no podemos jugar fútbol, que esto no es para nosotras. Les hemos demostrado que sí podemos”, señala Carolay, delantera y capitana.
Estas situaciones son apenas el reflejo de un panorama desolador para las mujeres futbolistas y los clubes más pequeños de toda Colombia. Hace algunos días la Liga Femenina Betplay Dimayor fue de nuevo víctima de los desplantes de la Federación Colombiana de Fútbol. Su cabeza, Ramón Jesurún, había prometido ‘una liga de todo el año’ pero anunció que será de solo cinco meses. A esto se suman numerosas denuncias de jugadoras que refieren abusos o acosos sexuales, pésimas condiciones labores y desfinanciamiento de sus ligas.
Ante un escenario tan crítico para Akin, la técnica deportiva es tan importante como que ellas se emancipen y reconozcan su valor: “Las mujeres de Palenque tienen mucho potencial. He decidido dar lo que sé para que ellas puedan desarrollarse. No solo como deportistas, sino que les sirva para ser mejores personas”. También ha venido buscando formas de obtener recursos que permitan que las niñas practiquen en condiciones dignas. “Lo económico es un desafío, hacemos un sinnúmero de cosas para financiarnos y hemos sabido sortearlo. Pero cada partido es una incertidumbre en ese sentido”.
En octubre pasado la representante a la Cámara por el Pacto Histórico y primera congresista palenquera, Cha Dorina Hernández, radicó un proyecto de ley para que San Basilio de Palenque sea un municipio especial. Pretende que deje de pertenecer al municipio de Mahates, lo que renovaría las esperanzas de contar con más apoyo económico para el deporte pues al ser un municipio autónomo sería receptor de más recursos. De acuerdo al proyecto, Palenque tendría un estatus político, administrativo y fiscal especial, dado que la UNESCO lo reconoció como patrimonio histórico y cultural intangible de la humanidad.
Mientras que el trámite legislativo avanza, en San Basilio las jóvenes prietas siguen empeñadas en convertirse en un club de fútbol cualificado y de mujeres poderosas que luchan en conjunto: “He aprendido a trabajar en equipo y ayudarnos. Mi sueño como capitana es sobresalir como panteras y más adelante, si otras no quisieran practicar más, formaría mi equipo y le pondría el mismo nombre”, sostiene la capitana.
Los planes de su entrenador son incluso más ambiciosos. Este año su meta es realizar la Primera copa africana de la diáspora en Colombia. Está dando a conocer esa idea y buscando patrocinios, pues su trabajo es voluntario y sus recursos son limitados. Para él y para las jóvenes, el fútbol es una herramienta descolonizadora, que les permite mantener vivas sus raíces. Como lo ejemplifica la celebración hacen las niñas después de anotar un gol, una coreografía de su autoría que integra pasos propios del ‘Son de Negro’, una danza guerrera de origen africano.
Al ritmo de este baile que evoca la historia de resistencia de su pueblo, después de horas de fuerte entrenamiento y con la noche arribando, las Panteras Prietas se despiden amorosamente de El País: “Ata uto begá. [Adiós], Kombilesas [amigas]”.
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