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Gobierno de Colombia
Columna
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De incesto, memes y marchas

Le ha costado a algunos de los funcionarios del Gobierno Petro entender que una cosa es el activismo y otra la función pública

Marchas en Colombia
Cientos de personas marchan en contra de las políticas del Gobierno de Gustavo Petro, en Cali.Joaquín Sarmiento (AFP via Getty Images)

Colombia enfrenta este año el debate de grandes reformas pendientes que calientan los ánimos porque no es fácil lograr consenso. Y no ayuda a la comprensión de las propuestas ni a la democracia que quienes tienen el poder de la tribuna pública intenten reducir asuntos complejos a memes o tergiversaciones que no permiten entender, pero sí generan emociones que enturbian las decisiones. No son menores los retos y elevar el nivel del debate debería ser una preocupación colectiva.

Presentado el proyecto de reforma a la salud es hora ya de comenzar a mirar lo que plantea de fondo y salir de la guerra de posiciones. Escuchar a todos los sectores, expertos, trabajadores de la salud, pacientes, investigadores, nos puede llevar a un mejor modelo que efectivamente pueda “construir sobre lo construido”, como ha dicho de manera sensata en las últimas horas la ministra Carolina Corcho. Hay que reconocer que ese cambio de tono sirve mucho porque fue una salida en falso intentar reducir a una frase efectista una reforma tan importante. Calentar a la tribuna parodiando una canción de Shakira al decir que “Las EPS no curan, las EPS facturan”, fue irresponsable. Le ha costado a algunos de los funcionarios del Gobierno Petro entender que una cosa es el activismo y otra la función pública.

En el sistema de salud, ha quedado en evidencia, hay de todo: buenos servicios por parte de algunas empresas que reconocen muchos usuarios, pésimos por parte de otras, corrupción, inequidad, avances importantes con respecto a lo que había antes y también la necesidad de ajustes grandes. Porque el tema es muy complejo y lleno de matices, ojalá comience ahora sí un debate serio.

Otra propuesta que plantea cambios de fondo y que merece análisis sensato es la reforma judicial. No ayuda que se haya centrado en el tema sensible de la despenalización del incesto y que algunos periodistas y analistas usen un argumento falso para debatirla: que los niños violados por sus familiares quedarían desprotegidos. No es cierto. No se propone despenalizar la violación, que seguirá con penas severas, sino despenalizar el sexo consensuado entre adultos que son parientes. Se puede estar a favor o en contra de que el incesto sea delito, podemos discutir si es oportuno o no incluir el asunto en la reforma, pero al país le conviene que ese debate, como todos los demás, se haga sobre verdades y no sobre mentiras o tergiversaciones.

La propuesta que ha presentado el ministro de justicia Néstor Osuna tiene un planteamiento de fondo en torno a la política criminal y sería sano mirar sin extremismos lo que propone para entender cuáles de las propuestas son buenas para el país y cuáles no. En este caso vale destacar que el ministro ha hecho esfuerzos por informar claramente sobre el proyecto de reforma. Algo distinto pasó con la reforma a la salud que desató polémica durante semanas antes de que se conociera el articulado.

En este debate caliente de reformas, aparece el llamado a la calle. Contrario a lo que muchos opinan creo que las convocatorias que han hecho a sus seguidores para salir a la calle tanto el Gobierno como la oposición, no atentan en sí mismas contra la democracia, aunque sí depende de los líderes que no se salgan de cauce ni pierdan el norte. Que los ciudadanos salgan a pronunciarse sobre asuntos que les afectan es parte de la democracia. Mejor si lo hacen conociendo las propuestas aunque en las convocatorias masivas no suele debatirse el fondo de nada. Lo importante es que sean manifestaciones pacíficas y que esa voz popular no desplace ni reemplace el camino institucional. En Colombia tenemos unas instituciones fruto de una democracia representativa que debemos proteger a pesar de sus defectos, pero también los ciudadanos tienen el derecho de salir y pronunciarse sin que eso signifique un deterioro del orden institucional.

En Colombia hay una larga historia de manifestaciones que han tenido gran importancia: la marcha del silencio convocada por el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán unos meses antes de ser asesinado. Las movilizaciones contra el secuestro promovidas en los años 90 por las organización País Libre, que nació para batallar contra ese delito. La multitudinaria marcha del 4 de febrero del 2008 contra las Farc que puso en evidencia el aislamiento político de ese grupo guerrillero. El Paro Nacional o “estallido social” del 2021 que duró semanas, tumbó una reforma tributaria y sin duda impactó en el resultado electoral del año siguiente.

Al escribir esta columna es incierta la magnitud de las convocatorias de esta semana por Gobierno y oposición. Lo cierto es que la ciudadanía en las calles también transforma y ayuda a que los líderes entiendan que no son dueños de los cargos. Ojalá Gobierno y Congreso no tengan oído selectivo para escuchar lo que quieren sino para entender las opiniones y realidades diversas de un país complejo. Si es así tomarán mejores decisiones.

Un debate serio, una ciudadanía activa y vigilante, unas instituciones que hagan su tarea, un Gobierno que escuche y busque sumar, una oposición que cuestione con seriedad y no con fundamentalismo ciego, un Congreso que no legisle por la mermelada sino por el interés público. ¿Será pedir demasiado? De pronto sí. Es una utopía en tiempos de memes y titulares para cazar clics. A pesar de eso hay que seguir llamando a la cordura.

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