El silencioso auge de las pistolas no letales turcas en Colombia
En los últimos cinco años, más de 500.000 armas llamadas traumáticas han entrado en el país aprovechando que no tenían restricciones en la venta o el uso. Fueron poco visibles hasta un enfrentamiento con manifestantes en las protestas de 2019. ¿Quiénes han sido los fabricantes e importadores que se han lucrado con ese negocio?
El viernes 28 de mayo de 2021, en medio de uno de los momentos más álgidos de las protestas contra el Gobierno de Iván Duque en Colombia, un ciudadano vestido por completo de negro salió a confrontar a un grupo de manifestantes en el barrio de Ciudad Jardín, en el sur de Cali. Lo hizo apuntándoles con un arma, mientras varios integrantes de la Policía nacional, en su característico uniforme verde oliva, circulaban alrededor suyo y le hablaban como si él fuera uno de ellos.
Un fotógrafo que hacía una transmisión en vivo grabó la escena y las imágenes se volvieron virales. Despertaron un caldeado debate sobre el uso de armas por parte de civiles en un país históricamente violento donde la tasa de homicidios está creciendo de nuevo tras una tendencia de una década a la baja. También hubo polémica sobre la aparente protección que le estaba dando la policía en medio de la protesta ciudadana, justo cuando la gente denunciaba agresiones de la fuerza pública porque no estaba cumpliendo su misión de protegerlos.
El hombre, de barba rala y camiseta musculosa, rápidamente fue identificado por un tatuaje en su hombro derecho y por el nombre de su empresa de mercadeo digital, que llevaba impreso en la sudadera.
Unos días más tarde, ya plenamente identificado y escrachado en redes sociales como un elemento parapolicial, Andrés Escobar grabó un video pidiendo perdón por sus acciones y explicando que no había sido un arma de fuego lo que había empuñado, sino un arma deportiva.
“El camino no son las armas, no es una guerra civil”, dijo, al tiempo que se quejaba de amenazas en su contra y justificaba sus actos por el miedo que le había generado la protesta. Como parte de su mea culpa frente a la cámara, exhibió un arma gris. “Es un arma no letal, es un arma traumática, de fogueo las llaman”, explicó, al tiempo que retiraba el proveedor y mostraba sus municiones.
Acto seguido, mostró un certificado de importación y la factura de compra, que describe el arma como una pistola traumática Blow, modelo F92, con munición de 9 milímetros. Las había comprado, según el recibo, en el almacén Warriors Colombia en Cali en una fecha no visible.
Ambas marcas son turcas: la pistola Blow es fabricada por la empresa Zira Silah San y la munición por Özkursan.
“En el video se ve claramente que estoy haciendo unos disparos al aire. No tenía intención de causarle daño a una persona, no se presentó ningún herido ni mucho menos un homicidio. Estaban reduciendo a la fuerza pública los vándalos. Los disparos fueron para disuadirlos, ya que estaban avanzando para quemar el CAI [estación policial] de Ciudad Jardín”, se justificó Escobar, explicando que estaba defendiendo la propiedad privada y que ese día hubo daños a tiendas y estaciones de transporte público. “Lo hubieran logrado si nosotros no estuviéramos ahí para apoyarlos en un momento necesario. Muchas personas estaban filmando, pero estaban allí con el objetivo de cambiar la historia. Son expertos en tergiversar las cosas”, añadió, desafiante.
En el año que ha transcurrido desde su salto a la fama, Andrés Escobar ha seguido siendo foco de atención de los medios. Fue imputado por los delitos de usurpación en funciones públicas, empleo de objetos peligrosos y amenazas, tras presuntamente haber amedrentado al periodista que lo grabó, aunque no ha sido condenado. Participó en un evento electoral de la senadora María Fernanda Cabal, integrante del Centro Democrático del presidente Duque y proponente de legalizar el porte de armas en el país. Lanzó una colecta pública por las redes —llamada Colombianos por la Legítima Defensa— para costear su abogado, recaudando 13 millones de pesos (unos 3.100 dólares). Cazó peleas con el candidato presidencial Gustavo Petro, quien lo llamó paramilitar. Y congresistas de oposición bautizaron una ley de seguridad ciudadana del Gobierno nacional, que flexibilizó la legítima defensa y promueve la justicia por mano propia, como “la ley Andrés Escobar”.
Menos atención ha recibido su arma.
El boom de las pistolas traumáticas
La pistola exhibida por Escobar es una de las miles que han entrado a Colombia prácticamente sin ninguna regulación. Son armas que físicamente se parecen a las de fuego e incluso imitan sus movimientos y producen sonidos similares, aunque no disparan balas convencionales sino de goma, lo hacen a distancias mucho más cortas y están hechas con materiales menos resistentes.
En la última década, el país vio un rápido aumento en las compras de pistolas no letales o traumáticas, tanto de fogueo como de aire, al punto de que en 2014 ya representaban el 90% del total de importaciones de armas al país, según un estudio que hicieron en 2020 los investigadores Jerónimo Castillo y Manuela Suárez de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), un tanque de pensamiento especializado en temas de seguridad y paz.
En 2010 Colombia importó 8.200 armas de este tipo, pero para 2019 la cifra ya era de 193.000 armas, entre las que se incluía 69.000 de deflagración de pólvora y 123.000 de aire, según los datos de transacciones comerciales que Castillo y Suárez compilaron a partir de los registros del portal de comercio exterior LegisComex. Un solo año vio un pico escalofriante: se importaron 666.206 pistolas no letales en 2012.
Eso significa que al menos 2,4 millones de estas armas llegaron legalmente al país en una década, ayudadas por el hecho de que hasta el año pasado —es decir, hasta después del caso Escobar— no requerían un permiso de comercialización o venta.
Esa falta de controles, además de su similitud con las armas de fuego, las hacía perfectas para hurtos y otros delitos. Una hipótesis de Castillo y Suárez es que estas pistolas no letales se podrían estar usando para elaborar armas llamadas “hechizas” (de fabricación artesanal), gracias a adaptaciones que les permiten disparar balas convencionales en vez de la munición de fogueo. Su sospecha se ve respaldada por el hecho de que un 43% de las armas incautadas en Colombia entre 2014 y 2016 (37.210 pistolas) son hechizas.
En noviembre de 2021, el Ministerio de Defensa finalmente expidió un decreto que obliga a quienes tengan pistolas traumáticas a tramitar un permiso de uso o entregarlas a la Industria Militar (Indumil).
La conexión turca
En el período entre 2009 y 2020 —hasta antes de la regulación restrictiva— quienes importaron la totalidad de las armas de fogueo y el 31% de las armas de aire fueron empresas y personas privadas, según las estadísticas de LegisComex. El restante 69% de armas de aire fue comprada por la Policía Nacional.
Esta investigación que hace parte de El Negocio de la Represión, una colaboración transfronteriza del Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP) y otros 10medios del continente, pudo establecer un dato nuevo con respecto a esta masiva importación de armas no letales: una de cada cinco pistolas no letales en esos años provinieron de Turquía, incluyendo la que Andrés Escobar dice haber usado para proteger a la policía de manifestantes violentos.
Esos números aumentaron significativamente en los dos años más recientes: en 2020, tres de cinco de estas pistolas que ingresaron al país eran turcas. En 2021, fueron tres de cada cuatro.
Estos datos emergen de la revisión hecha por el CLIP de las importaciones a Colombia correspondientes a 10 códigos arancelarios, ligados a “armas de aire comprimido” y “otras armas que utilicen deflagración de pólvora” entre 2009 y 2021, registradas en el portal LegisComex.
Curiosamente, es una bonanza que ha pasado desapercibida para los diplomáticos colombianos que han trabajado en la embajada de Colombia en Ankara desde que fue inaugurada en 2011.
“Jamás conocí de nada de ese tipo de armas [no letales] y no recuerdo siquiera que aparecieran en la balanza comercial”, dijo a esta alianza periodística Juan Alfredo Pinto, un histórico dirigente gremial de Acopi que fue embajador durante el segundo Gobierno de Juan Manuel Santos. “Es un número alto, que desconocía, pero económicamente no es un volumen significativo en la balanza. Eso hace que sea un tema relevante desde el punto de vista de seguridad, aunque no en lo comercial”, coincide su antecesor Fernando Panesso, expresidente de la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá (ETB) y el primer embajador que tuvo Colombia en Ankara.
Al analizar la base de datos de importaciones de pistolas no letales, esta alianza periodística encontró 23 empresas fabricantes de armas de Turquía, que en total vendieron 541.923 armas no letales a Colombia en esa década entre 2009 y 2021. Esas compras suman un valor, según las transacciones registradas por LegisComex, de 20,6 millones de dólares (FOB) y 22,9 millones de dólares ya incluyendo seguros y flete de transporte (CIF).
La empresa Voltran Silah Sanayi, cuya marca principal es Ekol, representa casi la mitad de las ventas turcas a Colombia en ese periodo, con 269.000 armas. Le siguen Zira Silah Sanayi (cuya marca es Blow) con 125.000, Atak Arms (cuya marca es Zoraki) con 43.000 y Retay Arms (cuya marca es Retay) con 36.000.
Los 10 mayores importadores
Un 94% de las pistolas no letales turcas traídas a Colombia en la última década se concentra en diez importadores, seis de éstos empresas y cuatro personas naturales.
Al menos la mitad de ellas tiene conexiones a tiendas de implementos deportivos y el mismo número están ubicadas en los sectores de comercio informal en Bogotá conocidos como San Andresitos, que otra época eran los mayores distribuidores de mercancías de contrabando. Hasta donde pudo establecer esta alianza periodística, ninguno de estos comerciantes ha sido sujeto de investigaciones o sanciones por estas transacciones.
Estas cifras muestran que Colombia se demoró en regular estas pistolas no letales, a pesar de que la policía las incautaba con regularidad en diversos operativos contra el delito. Ahora sale a la luz que por debajo se movía un lucrativo comercio con Turquía, asociado a comerciantes de los Sanandresitos.
Una investigación colaborativa y transfronteriza del Centro Latinoamericano de Investigación Periodística, El Clip en conjunto con Animal Político de México, Cerosetenta de Colombia, El Deber de Bolivia, Efecto Cocuyo de Venezuela, El País América, El Universo de Ecuador, Interferencia de Chile, No Ficción de Guatemala, Revista Anfibia de Argentina, UOL de Brasil y Noticias Telemundo de Estados Unidos.
Proyecto gráfico Fábrica Memética de El Surti de Paraguay
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