La memoria aún incómoda de ‘Yoyes’
El 30 aniversario de la muerte de la disidente de ETA simboliza el trágico error de los años perdidos
Miguel Calvillo, 81 años, llegaba este miércoles al hogar del jubilado de Ordizia con una carpeta llena de viejos documentos y recortes de periódicos. Él recuerda todo y además, por si la memoria le falla, tiene los papeles. En los ochenta fue concejal de Euskadiko Ezkerra (EE) durante nueve años y estuvo en la primera concentración de Gesto por la Paz en el pueblo, en la que participaron diez personas. Vamos a hablar de algo que ocurrió en la plaza que está delante hace 30 años: el asesinato de Yoyes, el alias de Dolores González Katarain, exjefa de ETA, el 10 de septiembre de 1986. Había dejado la banda y se había acogido a la amnistía de 1977. Ha sido un aniversario que ha caído en medio de la campaña, bastante en sordina, y es más incómodo que nunca para el entorno que apoyó a ETA y la izquierda abertzale.
Herri Batasuna no condenó el atentado, como no condenaba ninguno, pero EH Bildu ahora defiende lo mismo que entonces reclamaba Yoyes, la vuelta a la normalidad de los terroristas por vías legales. Es más, su propio asesino, Antton López Ruiz, Kubati, en libertad desde 2013, animó hace poco al resto de presos etarras a “recorrer la vía judicial, explotar la legalidad penitenciaria y acogerse a todos los beneficios carcelarios”. Abrió el camino en 2013 el colectivo de presos EPPK y ya es la consigna oficial en EH Bildu. Se completa así la trágica paradoja de 30 años perdidos en cientos de muertes, el horror de un error.
Calvillo saca el acta de HB para oponerse entonces a la condena del atentado: “En Herri Batasuna tenemos bien claro cuál es el camino a recorrer para alcanzar la tan ansiada libertad, camino que no pasa por las vías de la delación, el arrepentimiento ni la traición”. Sigue: “Tenemos también bien claro que esta muerte, así como las de muchos luchadores son debidas, en última instancia, a la cerrazón del gobierno español”. Y también: “Queremos recordar a los miembros de la llamada ‘comisión pro homenaje’, que anteriormente han tenido repetidas ocasiones para romper ese inadmisible silencio ante la represión sufrida”. Calvillo participó en la comisión que organizó un mes después, el 18 de octubre, un homenaje a Yoyes en medio de una gran tensión. Lograron recoger 8.000 firmas de apoyo, pero solo 1.500 en Ordizia. “En el pueblo existe un cierto miedo debido a la presión psicológica”, declararon a la prensa los promotores.
“Matar estuvo mal, pero no solo eso, también el miedo y la presión social. Era imposible completar las listas de concejales, ibas al pleno y te tiraban monedas, los de HB entraban fumando puros en los plenos de condena de atentados, recibías llamadas, amenazas de bomba. Estábamos todos marcados”, recuerda Calvillo. Admite que todavía hoy hay gente que no le saluda. En contraste con los grandes núcleos urbanos, pasar un día en Ordizia hace ver que superar el pasado en una pequeña comunidad —el pueblo tiene hoy, como entonces, unos 9.000 vecinos— es mucho más difícil. Todos se conocen, hay primos, compañeros de cuadrilla, cruzados y mezclados entre un lado y otro de los años de terror.
En el centro del pueblo este miércoles coincidían con sus musiquitas de campaña los tenderetes de PNV, EH Bildu —segunda fuerza de la localidad— y PSE, que sostiene al alcalde. Los militantes socialistas prefieren no dar su nombre, como la mayoría de la gente del pueblo que uno para por la calle par hablar del tema. “Esta escena hace unos años era imposible, estar en la calle así, y además a veces éramos tres con diez escoltas”, cuenta uno de ellos. “Sí, la gente quiere olvidar, pero para muchos es como si aquí no hubiera pasado nada, pero ha pasado. Y si no cierras bien la herida se puede volver a abrir”, dice otro. El único concejal del PSE, Iñaki Dubreuil, salvó la vida de milagro en 2001 de un atentado con coche bomba en el que murieron dos electricistas que pasaban por allí.
El actual alcalde, José Miguel Santamaría, del PNV, tenía 14 años aquel día. Recuerda sobre todo el “silencio sepulcral”. Un silencio que —acusa y admite— ha dominado siempre el pueblo, “por supervivencia”. Catequista en su juventud, participante en las concentraciones de Gesto por la Paz, portador del lazo azul por la liberación de secuestrados, Santamaría hace dos precisiones importantes sobre el aniversario de Yoyes. Una es que es un personaje con dos caras: la etarra —“que no es ejemplar”— y la disidente, que acaba asesinada y se convierte en víctima. Pero en este punto saca un cuadernillo editado con los nombres de las otras 11 víctimas de ETA en Ordizia: “Yoyes fue la número nueve. Antes hubo otras de las que nadie habló y han vivido en el ostracismo”. El día que fue nombrado alcalde por primera vez, en 2007, tuvieron que escoltarle medio centenar de ertzainas. “La fractura social ahí sigue”, admite, aunque cree que entre quien no se ha significado estos años, entre la gente anónima, sí empieza a diluirse.
"Otras víctimas"
De 2011 a 2015, el alcalde fue Igor Eguren (EH Bildu), que ahora tiene 41 años y 10 el día del asesinato de Yoyes. Dice que no tiene muchos recuerdos, era un niño. “Fue una situación muy dura y muy dramática, que generó en su momento indignación, pero que desgraciadamente en este pueblo se ha venido sucediendo en los últimos 40 años y más, proveniente de violencias de diferente ámbito”. Sigue: “Quisiera sumar, cuando hablamos de víctimas en Ordizia, que no existen solo las de ETA (…), hay otras como muertos en la deportación, en enfrentamientos con la Guardia Civil”. Es la tesis de EH Bildu en la famosa batalla de relatos, igualar en el mismo rasero 845 muertos y más de 3.000 heridos, la obra de ETA, con las del franquismo, el GAL y los abusos policiales en democracia. Pero no se diferencia mucho de aquella acta de HB en 1986. Según el informe encargado a expertos por el Gobierno vasco y publicado el año pasado, el 92% de las víctimas mortales por actos terroristas entre 1968-2010 fueron de ETA. Santamaría cree que la evolución del entorno que apoyó a la organización terrorista llevará tiempo, porque no es de la noche a la mañana, “como el doctor Jekyll y mister Hyde”.
Para las fotos, el alcalde del PNV y el concejal del EH Bildu, las dos fuerzas mayoritarias en este pueblo aún fracturado, conversan en el lugar donde fue asesinada Yoyes. Luego se alejan, y es un largo camino el que les queda por recorrer.
"Sería injusto decir que aquello estuvo mal"
La conversación sobre Yoyes con el que fue alcalde de Ordizia por EH Bildu entre 2011 y 2015, Igor Eguren, y ahora concejal de la formación, lleva inevitablemente al meollo de la cuestión, la pregunta de siempre, la clave: ¿Asesinar a Yoyes estuvo mal? "Sinceramente sería injusto que yo o un miembro de EH Bildu en Ordizia dijera que aquello estuvo mal y lo dejáramos así, porque creo que eso no satisface ni a las víctimas de aquel suceso ni a las de después. Porque decir que estuvo mal una cosa, en el contexto actual, sin hacer memoria del contexto del momento, para mí solo significa un titular, es un titular vacuo".
A Eguren le parece mejor ir resolviendo estos dilemas en privado que en público —"sentarse cara a cara"— y, mientras tanto, optar por un "posicionamiento efectivo" de reconocimiento de todas las víctimas. "No sirve con condenar. Si estuvo bien o estuvo mal son términos de la moral de cada uno, que pueden interpretarse como quieran interpretarse, nuestro objetivo es pensar en el futuro, no quedarnos en clichés"
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