Melilla duerme al raso
Decenas de familias acampan por la noche al aire libre por miedo a nuevos terremotos
Un trasiego incesante de coches domina, pasada la medianoche, la carretera que sube hacia la explanada de Los Pinos, en la zona alta de Melilla. Allí, en un aparcamiento, Abdelmonain Minum y su familia matan los primeros minutos del martes. Este hombre de 45 años, su esposa y sus seis hijos han decidido que, de momento, no volverán a dormir a su casa. Tras vivir "aterrorizados" el seísmo de magnitud 6,3 en la escala Richter que sacudió la localidad este lunes, temen que nuevos temblores les pillen dentro del domicilio. "Se rumorea que va a haber más réplicas y movimientos más fuertes", relata este vecino del barrio de Cabrerizas, que como decenas de familias del municipio han decidido acampar esta noche lejos de los edificios.
Pese a que las autoridades han repetido a la población que obvien los "bulos" sobre futuros terremotos —"no pueden predecirse", insistía el 112 durante la jornada del lunes—; muchos melillenses han optado por salir a la calle esta primera noche. "Lo hacemos por precaución. Pero también porque los niños tienen miedo y no quieren regresar", reconoce Minum junto a sus hijos —de entre 5 y 17 años—. La familia ha levantado una pequeña tienda de campaña. Han traído mantas, agua y algo de comida. "Cuando nos sorprendió la primera sacudida, ya vinimos aquí inmediatamente. Mi mujer e hijos estuvieron hasta el mediodía, cuando decidieron volver a casa", continúa el padre mientras devora una bolsa de pipas. Detrás, en un carrito para niños, duerme la más pequeña.
Las explanadas al aire libre se han convertido en el gran refugio para los temerosos. Muchos vecinos han optado por dormir en sus coches en zonas como Los Pinos, Rastrogordo y Las Palmeras. Otros han desplegado tiendas de campaña para estar más cómodos. "Llevamos aquí desde las ocho de la tarde y pensamos aguantar algunas horas más", cuenta Anisa, de 20 años, mientras sujeta un bebé de siete meses en brazos. A su lado, otros cuatro niños y dos mujeres de su familia conversan pasadas las doce y media de la noche. Hacen tiempo. E intentan olvidar. "El terremoto nos pilló durmiendo. Toda la casa se movía. Salimos aterrorizados", recuerda la chica, vecina de La Cañada de Hidum, uno de los barrios más marginales de la ciudad.
"El presidente [Juan José Imbroda] no se ha dignado a venir aquí a ayudarnos o a explicarnos lo ocurrido. ¿Es que somos ciudadanos de segunda?", reprocha Anisa. A escasos metros, en el interior de una fila de coches, otros vecinos intentan conciliar el sueño. Entre ellos, una pareja de inmigrantes chinos. O Malika, vecina del barrio del Tesorillo, que apenas habla español. Cuenta que se le ha caído la mitad del techo de su casa, pero que nadie ha ido a auxiliarla.
Las autoridades, por su parte, piden calma. "En Melilla se han registrado importantes daños materiales. Además, se han producido cortes puntuales en el suministro eléctrico", informó el Ministerio del Interior en la noche del lunes. Antes, Educación ya había anunciado que este martes se retomarían las clases en los centros educativos tras suspenderse por el seísmo. "Se reanuda la actividad académica en el Campus de Melilla. Todos los exámenes programados mantienen el horario previsto", anunciaba la Universidad de Granada. Pero toda esa vuelta a la normalidad no ha convencido, entrada ya la madrugada, a quienes han pasado la noche al raso. "Aquí estamos seguros. No estamos rodeados de edificios", sentencia Minum.
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