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Patrullas, palizas y un secuestro entre aceitunas

La tensión se dispara en Badajoz donde los agricultores se organizan para vigilar sus cultivos

J. Jiménez Gálvez
Un grupo de agricultores varean olivos en Navalvillar de Pela, en Badajoz, el pasado jueves.
Un grupo de agricultores varean olivos en Navalvillar de Pela, en Badajoz, el pasado jueves.jorge armestar
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El fuerte olor a fermentación y los gritos compiten para dominar el ambiente de la cooperativa agrícola San Isidro. “¡Que eso es nuestro! ¡Lo hemos pagado!”, exclama una mujer retenida ante un Ford embarrado. Junto a otras tres personas, gesticula aparatosamente ante los guardias rurales que los han cazado, supuestamente, robando aceitunas en mitad del campo. Les han obligado a venir hasta aquí para descargar la mercancía. Y les han quitado el instrumental usado para recogerla. “Eso les jode. Cada rodillo vale unos 170 euros. Por eso se ponen así. Encima de que no consiguen llevarse nada, se los incautan”, dice Valentín, que observa la escena con una veintena de agricultores. De momento, mantienen la calma entre insultos cruzados.

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Pero la tensión sobrevuela Navalvillar de Pela (Badajoz), este pueblo de 4.500 habitantes rodeado por unas 5.000 hectáreas de olivos, donde los vecinos se han organizado por primera vez para patrullar día y noche sus cultivos. Llevan más de 60 jornadas así porque grupos itinerantes de ladrones saquean sus cosechas. Las asociaciones agrícolas amplían a toda la comunidad autónoma. “Llevamos años sufriendo los robos. Pero esta campaña de aceituna ha sido muy buena —con más olivas, se ha alargado la recogida— y los hurtos han aumentado”, relata Juan Metidieri, presidente del colectivo Apag-Extremadura-Asaja, que habla de toneladas perdidas a diario. Hasta el presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara (PSOE), ha mostrado su preocupación y comparte que se refuerce la vigilancia en el campo para evitar “que la gente se sienta desamparada”.

Y los ánimos se han caldeado en el campo. En Navalvillar, los enfrentamientos entre ladrones y agricultores han subido de tono en estas semanas: lunas rotas, golpes y persecuciones por la carretera. Hace 10 días, por ejemplo, después de pillar in fraganti a otro grupo, los condujeron hasta la cooperativa para recuperar la mercancía. “Empezó a acumularse gente y se encendió el ambiente. Los ladrones subieron al coche y salieron a toda velocidad, atropellando a gente. Pudo ocurrir una tragedia”, narra Metidieri.

Grupos itinerantes de delincuentes saquean los olivos en plena campaña

La Delegación del Gobierno asegura que los robos en el campo se redujeron un 20% en 2015 respecto al año anterior: entre enero y septiembre se registraron 1.012 sustracciones en explotaciones agrícolas y ganaderas de la región. En el mismo periodo de 2014, estas ascendían hasta las 1.266. Eso sí, pese a esta última caída, el alza es evidente: en 2011 se contabilizaron 925; en 2012, 1.156; y en 2013 sumaron 1.242.

Este tipo de robos, además, se extienden por toda la península, aunque las zonas varían en función de la campaña. En Andalucía, la comunidad donde más casos se contabilizan, los agricultores también han constatado un repunte en los dos últimos meses. Y antes, en octubre, se sucedieron las detenciones en Aragón por el robo de almendras; y en la Comunidad Valenciana, en primavera, por la desaparición de miles de kilos de naranja. Según los datos de Interior, este tipo de sustracciones se redujeron un 12% en 2014: se registraron 24.078 casos en todo el país, frente a 21.153 de 2013.

“La situación va a estallar”, pronostica Antonio Masa, presidente de la plataforma contra el robo de aceitunas en Navalvillar. “La Guardia Civil los detiene, les quita la mercancía y después los sueltan. No les hacen nada más”, afirman “impotentes” David y Francisco, agricultores de 35 y 32 años, mientras recorren con su coche los caminos rurales del municipio. Escudriñan cada terreno en busca de sospechosos. Como muchos del pueblo, rechazan que se revelen más datos de ellos por temor a posibles represalias. Es lo que ocurrió en La Nava de Santiago (Badajoz), de 1.000 habitantes.

“Vinieron a matarme”

La vieja furgoneta gris se le cruzó en mitad de la carretera a las seis menos cuarto de la tarde del 7 de enero. “Era jueves”, recuerda Pedro (nombre ficticio), que no olvida cómo salieron del vehículo “unas 10 personas”, le golpearon “con palos” en la cabeza y le metieron a la fuerza en el automóvil. “No sé adónde me llevaban. Pero vinieron con la idea de matarme”, sentencia este jornalero de 51 años dedicado en las últimas semanas a vigilar los olivares del pueblo.

"La situación va a estallar", advierten los vecinos de los pueblos afectados

Tras meterlo en la furgoneta, los asaltantes se lanzaron a la carretera. En ese momento, otro coche se atravesó. Varios vecinos, que habían echado en falta a Pedro, sospecharon del vehículo. Empezó una pelea. Los agresores se enzarzaron a golpes con dos agricultores, a los que robaron una escopeta. Y Pedro escapó entre la confusión. Finalmente, los atacantes huyeron del lugar. La Guardia Civil ha anunciado ya la detención de dos de ellos, de 28 y 31 años.

“En mayo de 2013, ante el repunte de delitos en estas fincas, el Gobierno puso en marcha los equipos ROCA [acrónimo de robos en el campo] de la Guardia Civil”, dice Interior. Una medida insuficiente, según los agricultores, que se reunieron hace 10 días con el Ejecutivo autónomo y la Delegación de Gobierno. Pidieron más agentes y el cierre de los puestos donde se vende lo robado. “También hay particulares que compran las aceitunas a un precio bajísimo y las entregan como si fueran suyas a precio de mercado”, relata Valentín, que participa en las patrullas de Navalvillar. La creación de estos grupos también se planteó en La Nava tras la agresión a Pedro. “Pedí a los vecinos que no lo hicieran, la cosa estaba muy caldeada”, comenta el alcalde, Emiliano Cortés. Habla de impotencia y miedo.

Pedro, por ejemplo, que apenas dos horas antes del incidente había expulsado de las fincas a un grupo de ladrones, aún no duerme tranquilo. Le rompieron la nariz y sufrió un derrame en un oído. “Me puse en lo peor cuando me metieron en la furgoneta. Si solo hubieran querido darme una paliza, me habrían dejado allí mismo. Pero ¿adónde me llevaban? ¿Querían matarme y dejarme tirado en una cuneta?”.

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Sobre la firma

J. Jiménez Gálvez
Redactor de Tribunales de la sección de Nacional de EL PAÍS, donde trabaja desde 2014 y donde también ha cubierto información sobre Inmigración y Política. Antes ha escrito en medios como Diario de Sevilla, Europa Sur, Diario de Cádiz o ADN.es.

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