¿Cómo acabó Adou en una maleta?
El padre tenía previsto que el niño, de ocho años, llegase a Barajas, pero terminó en Casablanca y luego en Tánger y Ceuta
La historia de Adou Ouattara comenzó hace solo ocho años en Assuefry, un pueblecito del interior, al noreste de Costa de Marfil, más conocido por su club de fútbol de cuarta división (Djara Sports) que por otra cosa. O por los intentos de las autoridades locales por evitar que los jóvenes abandonen el municipio para irse a las ciudades. Allí nació. Y lo último que se ha sabido de su vida es que intentó cruzar la frontera entre Marruecos y España dentro de una pequeña maleta de ruedas hace dos semanas. Adou es desde entonces “el niño de la maleta”.
La imagen de su cuerpo acurrucado traspasado por los rayos del escáner del control del Tarajal (Ceuta) dio la vuelta al mundo. “Je m’appelle Adou”, dijo cuando los guardias abrieron el trolley. En su corta vida ha visto cómo se iba desmembrando su familia. Primero su padre, Alí, que logró alcanzar las costas de las Islas Canarias hace nueve años, supuestamente en un cayuco, según fuentes de la Guardia Civil. Después su hermano mayor, Ismael, que con 21 años hoy trabaja en los campos murcianos. Luego su madre, Lucille, y su hermana Miriam, de 11 años, que se fueron hace algo menos de dos para reunirse con Alí en Puerto del Rosario (Fuerteventura).
El más pequeño de cuatro hermanos
Adou es el más pequeño de una familia marfileña de cuatro hermanos. Hasta hace unos meses vivía con su abuela paterna y el segundo de los vástagos, Michael, de 17 años, en su pueblo natal. Pero todo se precipitó cuando la abuela murió. Se quedó solo. “Michael no se podía hacer cargo de él porque trabajaba todo el día”, explica Juan Isidro Fernández, el abogado de la familia con despacho en Sevilla. Alí Ouattara, su padre, decidió traérselo a España a toda costa. Ahora está en prisión provisional en la cárcel de Los Rosales acusado de un presunto delito de tráfico de seres humanos. Y el niño, que ayer logró un permiso de residencia temporal de un año, permanece tutelado por las autoridades ceutíes en el Centro de menores Mediterráneo, que dirige Antonia Palomo: “Está perfectamente adaptado y tiene madera de líder”, aseguraba ayer la directora a los medios de comunicación.
Antes de que le interceptaran en el paso fronterizo del Tarajal y le enseñaran la foto de su hijo hecho un ovillo entre un montón de ropas dentro de una maleta, Alí —que ya tenía un contrato de trabajo en una lavandería de Puerto del Rosario desde hacía siete años y permiso de residencia en España— había solicitado a la delegación de Gobierno de Las Palmas el reagrupamiento familiar, que le fue denegado por 56 euros. “Las nóminas aportadas no cubren el importe requerido para el sostenimiento de los cuatro miembros que formarían la unidad familiar, esto es 1.331 euros/mes”, reza el documento firmado por Ana Martín Martín, la jefa de la oficina de extranjeros.
El viaje se precipitó al morir su abuela, con quien vivía en Costa de Marfil
Adelaida, la dueña de la lavandería de Puerto del Rosario, le hizo un contrato fijo a Alí hace años y le paga 1.275 euros mensuales, según los datos que obran en poder del abogado. Hasta hace unas semanas vivía con su mujer y su hija pequeña en Puerto del Rosario, “en un piso de dos habitaciones, cocina americana y baño independiente por el que pagaba un alquiler de 300 euros”, asegura el representante de la familia. Pero, ante la negativa de la reagrupación, Alí decidió viajar a Costa de Marfil —como tantas veces hizo durante años para visitar a los suyos—, pero esta vez con “entre 5.000 y 6.000 euros” en el bolsillo. Los mismos que les daría a los dos tipos que supuestamente su hijo Michael había localizado en su país para hacerle un visado a Adou y poder llevárselo con él a España. Al menos esa fue la versión de los hechos que dio en su segunda declaración ante la juez del juzgado número cinco de Ceuta tras ser detenido. “Nunca pensé que meterían a mi hijo en una maleta, de haberlo sabido no lo habría permitido, siempre creí que el dinero que pagaba era para conseguir un visado de mi hijo, aunque luego tuviese que tramitar los papeles de residencia”, aseguró.
Larga espera en Barajas
Días antes de cruzar a pie la frontera del Tarajal para encontrarse con su hijo al otro lado, Alí lo esperó durante horas en el aeropuerto de Madrid-Barajas. Allí se suponía que tenía que haber llegado el niño en un avión desde Costa de Marfil. Dos llamadas de teléfono —“de los supuestos enlaces”— le advirtieron de que había problemas con ese plan y de que tendría que encontrarse con Adou en Casablanca (Marruecos). Se reunieron allí finalmente, desde donde —acompañados de dos personas más— tomaron un tren hacia Tánger. Y luego un coche hasta Castillejos (Tánger). Padre e hijo se separarían de nuevo en ese punto, donde los "pasadores" invitaron a Alí a cruzar la frontera y esperar a su hijo ya en territorio español. Es en ese momento en el que aparece en escena la tercera persona en liza de esta accidentada historia: la marroquí Fátima E. Y., de 19 años.
“La maleta me la dio una amiga que me dijo que llevaba ropa para la boda de su hija; yo nunca supe que llevaba a una persona”, declaró ella en el juzgado, tras ser detenida como portadora del equipaje. También está en prisión provisional por tráfico de seres humanos con el agravante de poner en riesgo la vida de un menor.
El resto de la historia es ya conocida. Adou está a la espera de salir del centro de menores en el que se encuentra para reunirse con su madre, que pudo visitarlo hace unos días. El abogado de la familia presentó ayer un recurso “de reforma obligatorio” ante la propia juez de instrucción y subsidiario de apelación ante la Audiencia Provincial de Cádiz solicitando la puesta en libertad bajo fianza del padre, que —al igual que la madre— sigue a la espera de los resultados de las pruebas de ADN para demostrar científicamente que son los progenitores, y que podrían demorarse un mes.
Tanto los agentes sociales, que han recogido ya decenas de miles de firmas como los partidos políticos de la oposición han mostrado su rechazo a una lectura de la ley que mantiene separada a la familia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.