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El PP debate su plan de comunicación tras el fracaso electoral andaluz

Dirigentes del PP atribuyen su descalabro electoral a problemas de comunicación Politólogos y analistas culpan a las políticas del Gobierno, no a los portavoces

Tras el fiasco de las andaluzas, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, uno de los barones con más ascendencia en el PP fruto de sus dos mayorías absolutas consecutivas en Galicia, pidió el lunes pasado: “Que se expliquen bien las decisiones del PP porque si los ciudadanos no las comprenden, tenemos un problema”. Lo reclamó desde Galicia, a 600 kilómetros de la foto de la resaca de la derrota en el comité ejecutivo del PP en Madrid, que también se perdieron la mayor parte de líderes autonómicos.

El diagnóstico de Feijóo, que ya había avisado en 2013 —“al Gobierno de Rajoy le falta relato”, dijo entonces— ha sido replicado por otros dirigentes del partido, como el presidente extremeño, José Antonio Monago, la líder del PP catalán, Alicia Sánchez-Camacho y la presidenta del PP en Madrid, Esperanza Aguirre, que achacan al Ejecutivo de Mariano Rajoy un problema de discurso.

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El debate interno se ha reabierto en vísperas de la campaña de las municipales y autonómicas, que se celebrarán en mayo y donde el PP se juega la mayor parte de su poder territorial. Un amplio sector del partido insiste en culpar a la política de comunicación y pone en duda a quienes han sido las caras más visibles del partido: la número dos, María Dolores de Cospedal y el vicesecretario y portavoz, Carlos Floriano, flanqueados en las últimas semanas por el joven diputado aznarista Pablo Casado y el portavoz en el Congreso, Rafael Hernando. “Hemos renunciado a comunicar y fallado en la elección de las personas. En el caso de Floriano es tan obvio que habiendo ejercido de portavoz estos años se le ha relegado para nombrar portavoz de campaña a Pablo Casado. Peor que comunicar mal es la no comunicación. Hemos renunciado mucho tiempo a ir a las televisiones que monopolizan el debate político y el presidente comparece en un plasma”, asegura un miembro de la dirección nacional, que demanda caras nuevas y un mensaje distinto.

Los dirigentes consultados contraponen los errores propios a la exitosa estrategia de Ciudadanos y Albert Rivera, a quien ya sitúan como un rival directo.

Un portavoz admite que el PP se instaló en los últimos años en una comunicación “excesivamente analógica” y que ha tardado en asumir “la nueva era digital”. Pero insiste en que se han diagnosticado los problemas y la estrategia está cambiando en este último año. Y celebra que, tras dar por perdidas las tertulias televisivas, “ahora hay gente del partido en los platós y los ministros han triplicado sus entrevistas y el presidente habla más”. “Hemos cambiado, lo que no sé es si llegaremos a tiempo para remontar”, sostiene.

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Fuera de siglas, analistas y expertos en demoscopia aseguran que el PP tiene un problema mucho más grave que su discurso: las políticas que ha desarrollado desde que llegó al poder en 2012, que contradicen su programa electoral y las promesas en la oposición de Rajoy.

Lo apunta Belén Barreiro, expresidenta del CIS y directora de My Word, una empresa que se dedica a la investigación social y de mercado. “Un año después de llegar a La Moncloa Rajoy, el Gobierno ya se había hundido en intención de voto y valoración del partido. Y desde entonces se ha fosilizado. Los ministros tienen la peor valoración de la democracia. Mi duda es cuánto hay de error en el mensaje y cuánto en las políticas. Si la realidad va por un lado, el discurso no puede ir por otro. El 54% de los españoles dice haberse empobrecido con la crisis y España es ahora un país más desigual. No veo incorporada al discurso del Gobierno y del PP la sensibilidad con esa gente que ha perdido tanto”, sostiene.

Expresión espontánea o barbaridad

“Se han utilizado expresiones espontáneas que dieron lugar a errores de comunicación muy gordos que se estudiarán en las universidades de Políticas. Quiero pensar que algunos de nuestros portavoces han tenido que dar la cara por un problema de corrupción que les es ajeno. Le sucedió a Cospedal, que se ha ido enterando del caso por lo que leía en los periódicos”, asegura un miembro del comité ejecutivo del PP. “Gestionar un caso donde se te acusa de tener una caja b 18 años es muy complicado”, añade.

Otro compañero de siglas no es tan comprensivo y asegura que el problema es el método por el que se designan los portavoces: “Nombramos a los que aceptan decir las mayores barbaridades. Otros nos negamos a recitar determinados argumentarios con lo que algunos llaman ideas”.

La doctora en Ciencia Política, Sociología y Antropología Belén Barreiro lo atribuye al “empeño del PP en negar la realidad”. “Lo primero que hay que hacer en una sociedad digital que tiene mecanismos muy potentes para informarse es ser autoexigente con uno mismo”, asegura esta doctora en Ciencias Políticas. “Eso es incompatible con que Cospedal celebre desde Génova la victoria de Feijóo en Galicia y para dar la cara en Andalucía, hagamos salir a Pablo Casado”, lamenta un miembro de la dirección del PP.

Un marianista convencido con asiento en el comité ejecutivo admite que urge la tarea de humanizar el partido y a sus caras más visibles: “Aunque se creasen dos millones de empleos, cosa que no va a pasar antes de las generales, necesitamos empatizar con la gente. Rajoy ganaría mucho si fuese él mismo, se ve en el Congreso: es mejor en las réplicas, cuando improvisa, que en los discursos que lleva escritos. La gente cree que somos gestores fríos sin corazón”, defiende este dirigente.

En el partido, el peso de las ruedas de prensa ha recaído primero en Floriano, autor de las frases más insólitas de la historia política reciente —tras el vaciado de los ordenadores del PP denunciado en los juzgados, dijo que no se podía extraer información de esas máquinas porque que no tenían puertos USB—, de Cospedal, y últimamente de Rafael Hernando, portavoz en el Congreso, que sustituyó a una cara amable, el hoy ministro de Sanidad, Alfonso Alonso. La elección de Hernando se interpretó puertas adentro como una fórmula para contentar a los más duros del partido. Y el día que debutó se conoció su condena por difamar a la líder de UPyD, Rosa Díez, a la que había acusado de financiarse ilegalmente.

Toni Martínez, director de Los Guiñoles y premio Ondas por Todo por la Radio en la Cadena SER, que lleva 20 años haciendo sátira política, sostiene que el problema es la diferencia entre lo que el PP se empeña en contar y la realidad. Y vuelve al caso Bárcenas. “Pretender convencernos de que cuatro tesoreros organizaron una contabilidad b durante 18 años sin que nadie se enterase es absurdo. Y luego está la retahíla de frases cómicas, en las que Bárcenas es ese señor”. O la “indemnización en diferido” de Bárcenas.

Barreiro avisa de lo que le espera al PP si no cambia su estrategia: “Entre los jubilados es la fuerza más votada pero entre los nuevos electores sus apoyos son el 5%”.

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