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Urkullu pedirá a Rajoy que se “fíe” del PNV como garante del fin de ETA

El Gobierno considera que los nacionalistas “se han equivocado al dejarse llevar por Sortu” El Ejecutivo insiste en su posición de no hacer concesiones

El lehendakari vasco, Iñigo Urkullu, “se dio por enterado” el pasado viernes de la intención del presidente de su partido (PNV), Andoni Ortuzar, de secundar al día siguiente una manifestación, en principio silenciosa y sin símbolos, junto a la izquierda abertzale como respuesta al “malestar” generado por la actitud “inmovilista” de Mariano Rajoy, dos años después de que ETA anunciará el abandono definitivo de la violencia.

Al comprometerse con Sortu en una reivindicación de marcado acento abertzale, el PNV y el propio lehendakari reconocían el riesgo político que contraían, aunque lo asumieron finalmente “por una convicción de país”, según aseguraron ayer fuentes nacionalistas. Estas añadieron: “Es una manera de decirle a Rajoy que no puede seguir así y también un ejercicio de responsabilidad para evitar lo que podría haber ocurrido si no se hubiera convocado una manifestación blanca”, es decir, solicitada por alguien no marcado por su cercanía al entorno abertzale.

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El presidente del Ejecutivo, Mariano Rajoy, no se inmutará por que el pasado sábado hubiera más de 100.000 personas en las calles de Bilbao, según aseguró ayer un cualificado portavoz popular: “El Gobierno no está en ningún proceso y mantiene su fortaleza; la debilidad sería empezar a hacer concesiones y de eso no hay nada”. Eso sí, en el entorno del Gobierno central tienen claro que “el PNV se ha equivocado al dejarse arrastrar por la izquierda radical y lo ha hecho porque tiene miedo a Bildu en la disputa que mantienen por el mismo espacio del mundo abertzale”. Sin embargo, añaden, este error “no influirá en la relación institucional entre Gobiernos, ni en la parlamentaria entre el PP y el PNV”.

Tras conocerse el 28 de diciembre el comunicado del colectivo EPPK de presos de ETA, entendido por la mayoría de la clase política como un paso adelante enviado desde las cárceles, Rajoy confirmó por teléfono a Urkullu que ambos mantendrían una reunión, cuya fecha dependería de la agenda internacional del presidente. Precisamente el impacto mediático que puede proporcionar a Rajoy su visita a Barak Obama, que hoy recibe al presidente en el Despacho Oval, alimenta en el PNV la sospecha de que se podría diluir el impacto de la manifestación del pasado sábado en Bilbao.

La reunión, de momento, no tiene fecha cerrada a pesar de que existe un compromiso. El PNV teme que el malestar del PP y el Gobierno por su presencia en la manifestación pueda complicar la cita. “Sabíamos que corríamos ese riesgo pero queríamos que Rajoy sea consciente de que aquí se puede generar un problema porque hay un inmenso hastío, como reflejó la manifestación”, subrayó ayer un dirigente del PNV.

“No podemos controlar a los nuestros”

A las doce y media de la mañana del pasado viernes, mientras cerraba una entrevista con motivo de su primer año como presidente del PNV, Andoni Ortuzar se entera de que el juez Velasco prohibía la manifestación de Tantaz Tanta. Inmediatamente llama a Hasier Arraiz, presidente de Sortu, con quien no mantiene una relación especialmente fluida. Y le hace ver la conveniencia de acometer una respuesta silenciosa como alternativa. Arraiz lo acepta, pero le advierte: "No podemos controlar a los nuestros". Ambas partes se dan un plazo.

En el PNV, Ortuzar propicia una urgente reunión del EBB a través de videoconferencia, donde se debaten los riesgos y la conveniencia de la propuesta que también se le traslada al lehendakari, Iñigo Urkullu. En la votación, finalmente, se respalda el llamamiento conjunto con las fuerzas abertzales a una manifestación "blanca". Sin embargo, la dirección nacionalista desconoce que en paralelo Joseba Azkarraga —un exdiputado y senador del PNV que se fue a Eusko Alkartasuna y perteneció durante ocho años en el Gobierno de Ibarretxe— acaba de registrar la convocatoria de una marcha también para el sábado, en Bilbao.

Desde entonces, los mensajes y las llamadas se suceden entre Ortuzar y Arraiz para ir perfilando el marco general de la movilización. En la búsqueda de un lema, ambas partes comparten el rechazo al inmovilismo del Gobierno de Rajoy en el proceso de paz, a las últimas decisiones referidas a las detenciones de abogados de presos de ETA y a la propia prohibición del acto de Tantaz Tanta. Apenas hay un matiz lingüístico para elegir en euskera entre los términos “solución” y “acuerdo”.

Pero la principal exigencia de Ortuzar a Sortu es que la marcha transcurra "en silencio" y "sin símbolos". Arraiz se compromete a ello y el presidente del PNV le exige que lo cumpla. En la manifestación, en cambio, el acuerdo saltó por los aires. Gritos en favor de los presos de ETA y símbolos pidiendo su vuelta a casa. Estas muestras de "deslealtad" son la causa del profundo malestar del PNV.

En la calle de Génova, la sede nacional del PP en Madrid, no obstante, replican que “no se puede estar en una manifestación y al día siguiente pedir que te reciban en una reunión”. Con todo, la reunión entre los dos dirigentes se mantendrá porque el Gobierno no entiende como “un desafío” la presencia del PNV en la manifestación de Bilbao.

Con estos antecedentes, Urkullu pedirá al presidente del Ejecutivo que “se fíe” del PNV y del Gobierno vasco como “garantes” del proceso de paz. El lehendakari planteará en La Moncloa la necesidad de una flexibilidad en la política penitenciaria y de una apuesta por una reinserción individual y progresiva, pero también le hablará del Plan de Paz y Convivencia. En él, Urkullu incluye tanto el reconocimiento a todas las víctimas como la exigencia del perdón por el daño causado durante tantos años de violencia. En este encuentro, Rajoy también pedirá explicaciones a Urkullu sobre la presencia del PNV junto a Sortu en la manifestación de Bilbao. El lehendakari le responderá que se trata principalmente de una decisión de partido, pero que, no obstante, coincide con Andoni Ortuzar en el ejercicio de responsabilidad que asumieron los nacionalistas.

El PNV justifica el apoyo a la manifestación, según un colaborador del presidente del EBB, en: “Evitar males mayores de los que hoy nos estaríamos lamentando”. En su análisis de situación, Ortuzar entendió que “decenas de miles de personas” que habían decidido acudir a la movilización de Tantaz Tanta “por encima de su suspensión” podría crear un “impresionante problema de orden público”.

En el Gobierno no comparten este temor de los nacionalistas. “Es una justificación que han buscado para esconder su error. ¿Entonces es que no se trataba de un compromiso político, simplemente era una cuestión de orden público?”, se preguntó irónicamente la fuente popular consultada.

En su esquema, el PNV imaginaba que, ante una manifestación prohibida por el juez Eloy Velasco, habría tenido que dar orden a la Ertzaintza de evitar todo tipo de concentración. La policía vasca se vería entonces situada en un escenario “muy comprometido” por su obligación de desalojar a las personas que se hubieran podido concentrar desde primeras horas de la mañana en las distintas actividades que Tantaz Tanta había convocado para todo el sábado en Bilbao y que concluían con la gran manifestación.

A su vez, sobre la base de estos hipotéticos incidentes, el PNV temía que alentaran en el Ministerio del Interior la tentación de “abrir un proceso de ilegalización” a la izquierda abertzale que “complicaría definitivamente el proceso de paz”.

Pero el esfuerzo preventivo del PNV saltó por los aires en la manifestación y, además, se ha encontrado con un efecto búmeran que ha alcanzado a sus principales dirigentes, indignados por la “deslealtad” de Sortu. Miles de personas, fácilmente asociados durante la marcha a la ideología de la izquierda abertzale, desoyeron el compromiso de Hasier Arraiz con Andoni Ortuzar de evitar proclamas y no exhibir símbolos.

Durante el recorrido, muchos militantes y simpatizantes del PNV abandonaron la movilización tras escuchar los gritos de apoyo a los presos y la exhibición de carteles y pegatinas alusivas al regreso de los etarras encarcelados y exiliados. Los principales dirigentes de este partido nacionalista no se plantearon abandonar por el efecto que podría suponer. No obstante, estas permanentes reivindicaciones crearon un profundo malestar entre los dirigentes nacionalistas, que no dudaron en despedirse rápidamente una vez que la cabecera de la marcha llegó a su término en el Ayuntamiento de Bilbao, después de cubrir un trazado de dos kilómetros en 85 minutos.

Ortuzar reflejaba en su cara al término de la movilización la indignación que le había producido el “engaño” personal del presidente de Sortu. Ayer, en un repaso somero a los documentos gráficos de la manifestación, el núcleo duro del EBB admitía su malestar por “la exhibición” que la izquierda abertzale había hecho de sus reivindicaciones.

En un análisis del comportamiento seguido en la multitudinaria marcha, el equipo de trabajo del presidente del PNV reconocía que su presencia en las primeras filas de la marcha les impidió conocer “todo lo que venía por detrás”, en alusión a la proliferación de carteles y al gesto que se dedicó a los representantes de Etxerat, el grupo de familiares de presos de ETA. “Lo que el PNV se ha dado cuenta es la capacidad de arrastre de Bildu y de que han conseguido arrancarles el apoyo que estaban persiguiendo para envolverles en sus reivindicaciones”, criticó ayer un portavoz popular.

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