Bárcenas redobla su ataque contra el PP
La demanda presentada el lunes por despido improcedente deja tocada a Cospedal Críticas en el partido a la venganza del extesorero y a la gestión de la secretaria
Luis Bárcenas presentó el lunes una demanda por despido improcedente contra el PP, como adelantó ayer la edición digital de EL PAÍS. Lo hizo el mismo día en que fue a declarar a la Audiencia Nacional por un posible delito fiscal tras conocerse que había acumulado en una cuenta en Suiza hasta 22 millones de euros, que luego ascendieron a 38. Con ese movimiento judicial Bárcenas redobló sus ataques contra el PP. En la demanda, Bárcenas asegura que cobraba 21.300 euros al mes por su trabajo como asesor.
La maniobra del extesorero, imputado por cohecho, delito fiscal y blanqueo de capitales, desbarata las excusas dadas hasta ahora por la dirección del PP sobre el supuesto finiquito pactado con Bárcenas en abril de 2010 y supone otro aviso al partido, que le estuvo pagando hasta el pasado 31 de enero 2013.
El extesorero parece manejar a su antojo la agenda del PP e incluso del Gobierno, pendiente cada día de sus movimientos. El último, la demanda por despido improcedente, ha descolocado por completo a la cúpula del partido que fue su casa toda su vida desde que entró en AP cuando acaba de terminar la carrera, como contable, hasta convertirse en 2008 nada menos que en el tesorero, con todo el poder, a las órdenes solo de Mariano Rajoy.
Por fuera, el PP parece un partido rocoso, que gobierna España con una sólida mayoría absoluta y más poder autonómico y local del que tuvo jamás. Por dentro, vive en un sobresalto diario, dividido, en un ambiente de desconfianza total en el que nadie se fía de nadie. Tanto que una sola persona es capaz de poner patas arriba al principal partido del país.
La demanda de Bárcenas completa un mes y medio de locura en el partido, desde que el 16 de enero se hizo público —el PP y el extesorero lo sabían mucho antes— que tenía 22 millones en Suiza, que después han resultado ser 38. Pero no es un paso cualquiera. Es un pulso definitivo que, de confirmarse lo que el extesorero señala, esto es que no le dieron ningún finiquito, sino un sueldo todos los meses de 21.300 euros, demostraría que Dolores de Cospedal ha mentido a todos los ciudadanos.
Los populares, cada día más indignados con su extesorero —aunque pocos se atreven a hablar de él en público, en privado el enfado es enorme—, lo interpretaron rápidamente como una maniobra de Bárcenas para matar políticamente a Cospedal, su gran enemiga interna. Y como un intento de sacarle dinero a su partido, que pese a que gestiona fondos que son en un 95% públicos trata el asunto de la relación laboral con Bárcenas con opacidad total.
Sin embargo, después de ese análisis del enfado con el extesorero, al que ven descontrolado, en una estrategia de chantaje y a la vez de venganza contra la secretaria general, diversos dirigentes concluían que este giro deja en muy mal lugar a Cospedal.
Nadie piensa de momento en un cambio en la secretaría general, pero no porque la vean fuerte, sino porque Rajoy no quiere tocar absolutamente nada, ni siquiera el Gobierno a pesar del evidente desgaste de algunos ministros. Pero en privado las voces contra la gestión del caso Bárcenas se multiplican. Ayer incluso dirigentes que habitualmente evitan criticarla en privado —en público nadie se anima— admitían que las cosas se han descontrolado totalmente. Otros también hablaban del propio Rajoy, que no ha querido encargarse de este asunto a pesar de que le toca de lleno, puesto que fue él quien lo nombró tesorero —meses antes de que Cospedal fuera elegida secretaria general— y quien en última instancia ha tomado todas las decisiones sobre Bárcenas desde que estalló el escándalo del caso Gürtel en 2009.
El principal error en el que coinciden todos los dirigentes críticos consiste en no haber hecho público desde el primer momento que a Bárcenas se le seguía pagando todos los meses. No fue el PP quien lo contó, se limitó a explicarlo cuando EL PAÍS y Colpisa llamaron al partido para anunciar que tenían esta información. Y después, arriesgarse a asegurar en un comunicado público que era un finiquito, y no un sueldo, cuando todas las evidencias apuntan a lo segundo. ¿Qué pasa si un juez le da la razón a Bárcenas y ordena reintegrarlo? se preguntaban ayer varios dirigentes. Quedaría probada la mentira en público de la secretaria general y su posición política aún más debilitada.
Incluso personas cercanas a la secretaria general, que no tenían ni idea de que el extesorero seguía cobrando del partido todos los meses 21.300 euros —el PP paga muy bien, pero este sueldo supera al de todos los dirigentes, salvo Rajoy—, están descolocadas y no entienden por qué no se contó antes y se confió a que la prensa no lo descubriera. Cospedal lleva este asunto en soledad, con la nueva tesorera, sin compartir la estrategia. Ha llegado a presentar en solitario una demanda judicial contra Bárcenas, en lo que ya parece una guerra personal entre ambos.
Mientras caen los golpes internos, ella y sus fieles parecen dispuestos a aguantar, y sobre todo convencidos de que esto sucede porque es la única que da la cara y soporta la presión de un asunto que viene del PP de antes. Aunque bajo su mandato se firmó ese supuesto “finiquito en diferido”, que ahora Bárcenas desmiente, toda la red Gürtel se produce mucho antes.
Los protagonistas de aquella época, en especial Rajoy, en la cúpula desde 1990, vicesecretario desde 1997 —el año en que empieza a aparecer su nombre en los papeles de Bárcenas—, pero también otros con mucha relación personal con Bárcenas, como Javier Arenas y Ana Mato, están quedando más al margen de esta crisis que Cospedal.
La cuestión ya no solo es un asunto del partido. El escándalo aguó en unas pocas horas la victoria de Rajoy en el debate sobre el estado de la nación y destrozó un Consejo de Ministros, el último, que llevaban preparando semanas, el primero con medidas de estímulo y no recortes. Todo quedó oscurecido por las preguntas sobre Bárcenas que Soraya Sáenz de Santamaría se negó a contestar, lo que ofreció una mala imagen que admiten en el Gobierno.
El Ejecutivo está molesto con el PP por no saber afrontar el caso Bárcenas, y el PP con el Gobierno por no echarle una mano. Con Rajoy siempre tratando de mantenerse al margen, las dos principales protagonistas de esta batalla interna, Sáenz de Santamaría y Cospedal, apenas se hablan, y en sus entornos la distancia cada día es más evidente. Bárcenas, el gran elefante en la habitación de Rajoy y del PP, ha puesto así al descubierto las importantes tensiones internas que viven las estructuras del poder alrededor de Rajoy. En el PP muchos esperan que el presidente haga algo para reconducir la situación. Él, de momento, evita pronunciar el nombre y ayer de nuevo esquivó a los periodistas en el Congreso. Pero los suyos esperan que tome alguna decisión para poder volver a la dura normalidad de la crisis económica.
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