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Pompeya: primera escala de las vacaciones de Angela Merkel

La canciller visita, con su marido Joachim, las famosas ruinas antes de instalarse en Ischia, su destino de descanso habitual

Angela Merkel, con su marido ( a la izquierda), de visita en Pompeya.
Angela Merkel, con su marido ( a la izquierda), de visita en Pompeya.EFE

La canciller Angela Merkel ama, por sobre todas las cosas, su privacidad y la defiende como puede y cuando puede. Pero cuando Merkel y su esposo, el químico Joachim Sauer, hacen las maletas para pasar algunos días alejados de Berlin y las crisis mundiales, la vida privada se vuelve pública. Aunque una portavoz del gobierno había anunciado el viernes pasado que la canciller se alejaría de Berlín “por algunos días” y se negó dar mayores informaciones, toda la prensa alemana apostó a que Merkel y su esposo volverían a lschia.

Pero la sorpresa llegó cuando la canciller y su esposo fueron fotografiados recorriendo las ruinas de Pompeya. La visita, previa a su destino final, duró tres horas y todavía nadie sabe quién avisó a los paparazis de la presencia de la dama más poderosa del mundo en las famosas ruinas.

La canciller, según señaló la agencia ANSA citada por los medios alemanes, pagó de su bolsillo la entrada para ella, su esposo y sus guardaespaldas y no escondió su disgusto ante la presencia de los fotógrafos. Después de finalizada su visita a las ruinas, la pareja se dirigió a Ischia, una isla que no dejan de visitar en estas épocas del año, desde hace más de una década.

A pesar del cariño que tiene la canciller por Ischia y la buena acogida que recibe cada vez que visita la isla de parte de la población, Merkel siempre ha tenido problemas con los famosos paparazis. El año pasado, la canciller no ocultó su molestia por la persecución de la que fue víctima, ella y su familia.

Los insaciables fotógrafos difundieron imágenes de la canciller en traje de baño o en ropa deportiva, caminando junto a su esposo, su hijo de su primer matrimonio y sus nietos. “Todas esas fotos fueron publicadas sin el consentimiento de la canciller”, admitió desde Berlín un portavoz de la canciller, al revelar el disgusto de Merkel. “Es difícil relajarse cuando uno hace vacaciones si sabe que en cada rincón hay un fotógrafo oculto”.

Pero Angela Merkel no es una mujer que disfrute haciendo experimentos a la hora de vacacionar. En Semana Santa, Merkel y su esposo alquilan, desde hace más de diez años, la misma habitación en un hotel ubicado en el pueblo de Sant’Angelo, una localidad pintoresca habitada por unas 500 personas.

La persecución que sufrió Merkel el año pasado, hizo temer al pueblo de que perdería su huésped más distinguido y el alcalde dejo saber que se avergonzaba como isleño del acoso de los paparazzis. Pero la canciller, fiel a su costumbre volvió a regresar a la isla.

Merkel también acostumbra pasar vacaciones de verano en Solde, una pequeña localidad ubicada en Trestino Alto Adige en los Alpes italianos, donde se refugia durante dos semanas para hacer excursiones acompañada por Reinhold Messner. En invierno, la canciller busca la tranquilidad, la paz y el anonimato en Engadin, un exclusivo pero poco mundano balneario suizo, donde practica desde hace años su deporte favorito, el esquí de fondo. El ritual estuvo a punto de convertirse en una tragedia, en las navidades pasadas, a causa de un accidente que sufrió mientras esquiaba y que le causó una dolorosa e incómoda fractura del anillo pélvico interior izquierdo.

Ningún paparazo fue testigo del accidente, pero las fotos de la canciller caminando con muletas, cuando reapareció en Berlín para seguir gobernando, dieron la vuelta al mundo. A causa del accidente, Merkel tuvo que leer su primera declaración de gobierno del año, sentada y no de pie como es la costumbre.

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