Peor, mejor
Rajoy dedicó el tiempo a preguntar por qué la moción, que es más rentable políticamente que responder por qué la corrupción
La sesión de investidura de Pablo Iglesias como líder de la oposición, aprovechando el hueco que deja el jefe del PSOE a causa de su exilio parlamentario, aclaró varios asuntos. Hubo quejas acerca de la duración de los discursos de los líderes de Podemos, pero esas horas en el estrado son horas televisadas que han ocupado enfrentándose directamente a Rajoy. Por un lado centraron la atención política con una acción que no sólo sabían que no iban a ganar, sino que probablemente la plantearon por eso; por otro lado ocuparon el centro del Parlamento para hostigar al Gobierno. Con reparto de papeles y de tonos: a Montero le correspondió el de secretaria general y a Iglesias el de presidenciable; tanto que no dudó en decir que Felipe González pasó a la historia como el modernizador de España, o sea que el autobús era un pasatiempo en el que había que encontrar a Wally.
El PP fue acusado de tantas cosas que Rajoy no rebatió ninguna. Una de las ventajas de tener tantos casos abiertos de corrupción, tantos imputados en el partido y tantos compañeros en la cárcel es que cuando te interpelan por eso, tus ministros se ponen a leer y tus diputadas a tuitear sobre romances. Una actitud, la del PP, que resumió con su acierto habitual Carmen Martínez de Castro: peor que mentir es aburrir. Fue una gran frase que en boca de la jefa de Comunicación del Gobierno adquiere proporciones épicas, como una especie de leyenda de escudo de armas que hay que jurar antes de prometer el cargo. Traducida al latín en el suelo del vestíbulo de la sede de Génova: Mentire peior quam defaticare est.
Rajoy trajo el discurso escrito de casa, como el país, y lo leyó en su turno ajeno a lo que le había dicho antes Irene Montero. Si Montero le hubiese dicho que Nadal tuvo que haber restado más profundo, o que el Madrid salió timorato en la primera parte, Rajoy le tira los papeles a la cara e improvisa un speech que hubiera quedado para la historia en el Parlamento. Pero el presidente se ha diseñado una España muy particular en la que suceden las cosas que sólo quiere que sucedan, de tal forma que los hechos que no son de su agrado forman parte de una voluntad ideológica contraria. Hacer país literalmente: construir un Estado según el cual una visión del mismo contraria a la del PP sea para hundir el Estado, no el PP. Por eso Rajoy dedicó el tiempo a preguntar por qué la moción, que es más rentable políticamente que responder por qué la corrupción.
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