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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mubarak, en libertad

Egipto ha pasado de largo ante la oportunidad de convertirse en la gran democracia árabe

Mubarak saluda el pasado 25 de abril desde su habitación en el hospital militar de El Cairo.
Mubarak saluda el pasado 25 de abril desde su habitación en el hospital militar de El Cairo.Amr Nabil (AP)

La liberación del exdictador Egipcio, Hosni Mubarak, es el epílogo oficioso de la revolución egipcia que, al hilo de la llamada Primavera Árabe, en 2011 consiguió apartar del poder al entonces mandatario que llevaba casi 30 años en el cargo.

La reivindicación popular de democracia y libertad en el país más poblado del mundo árabe que mantuvo en vilo al mundo ha terminado seis años después en otra dictadura y con el anterior dictador fuera de la cárcel, absuelto completamente de la acusación de ser el responsable último de la muerte de más de 800 personas durante las jornadas de enero de 2011 que precedieron a su caída donde las manifestación fueron reprimidas con gran violencia por parte de la policía y el Ejército.

Además, durante su proceso, Mubarak ha disfrutado de toda clase de privilegios, empezando por el hecho de que no ha estado confinado en prisión sino en un hospital militar. Incluso ha podido conceder entrevistas para respaldar al actual presidente, Abdelfatá al Sisi, quien como jefe del Ejército encabezó en 2013 un golpe de Estado contra el Gobierno de los Hermanos musulmanes vencedor de las primeras elecciones libres celebradas en Egipto desde hacía varias décadas. Para completar el cuadro, la excarcelación de Mubarak ha venido precedida de la de sus hijos, acusados de corrupción y apropiación indebida de fondos públicos.

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Resulta pues evidente que Egipto ha pasado desgraciadamente de largo ante un periodo de su historia en el que hubiera podido convertirse en la gran democracia del mundo árabe y un actor fundamental para configurar un nuevo Oriente Próximo. La existencia de un régimen autoritario en el que la represión es incluso mayor que en el de Mubarak y la fractura social en la que se haya sumido el país son un triste recordatorio del alto precio que paga Egipto ante esta oportunidad perdida.

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