La engañosa belleza de los canales de Ámsterdam

Ámsterdam tiene 75 kilómetros de canales del siglo XVII con una profundidad media de casi tres metros. Son 165, con nombres tan imponentes como Keizersgracht (del emperador) o delicados como Rozengracht (de las rosas) y fueron una arteria vital para el transporte de mercancías, suministro de agua y protección contra el enemigo. Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 2010, su belleza puede resultar también engañosa. Según el Ayuntamiento, todos los años caen dentro un centenar de personas, 18 de las cuales perecen. Las causas de los accidentes son variadas, desde un despistado que tropieza, pero consigue dar la voz de alarma, hasta suicidas. Un tercio de las víctimas mortales son turistas. Y un 40% del total de los damnificados, vecinos y viajeros con demasiado alcohol, o drogas, en el cuerpo. Vista la situación, se instalarán escalerillas provisionales en los muros para que el afectado pueda salir por sus propios medios. A la larga, habrá asideros permanentes.

En los canales restaurados ya hay una especie de tiradores de nueva planta. Los demás contarán con las escaleras mientras duren los trabajos de rehabilitación. Como la mayoría de los ahogamientos se producen de noche, policías y forenses han hecho sus propias investigaciones, y recuerdan uno de los efectos tal vez menos conocidos del consumo excesivo de alcohol: “Dado que la presión arterial baja al orinar, puede sufrirse un mareo”, dicen. “Por leve que sea, si sucede a la orilla de un canal, el sujeto en cuestión se arriesga a caer al agua”. Muy fría en invierno, el contraste de temperatura, en especial después de haber estado en un café con mucho calor, puede impedir que se recobre a tiempo la conciencia.

Con más de 800.000 habitantes censados y una cifra creciente de turistas (el Ayuntamiento calcula que llegarán a 23 millones en 2025), está claro que el poder de atracción de los canales requiere tomar precauciones. También piden civismo, porque no todo son accidentes. El servicio acuático de recogida extrae anualmente entre 12.000 y 15.000 bicicletas del agua. Un botín roñoso.