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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Usemos la bonanza

La amplia creación de empleo, pero precario, exige agilizar las políticas activas

Un obrero trabaja en una construcción en la localidad sevillana de Bormujos.
Un obrero trabaja en una construcción en la localidad sevillana de Bormujos.PACO PUENTES (EL PAIS)

El empleo creciente y el desempleo decreciente marcaron la buena racha del mercado laboral español en 2016, ratificando la tendencia de los tres últimos años. En efecto, se crearon 413.600 nuevos puestos de trabajo, un 2,3% por encima de 2015; y la tasa de paro bajó al 18,6%, casi nueve puntos por encima del desempleo máximo, del 27,2% de 2013. Son cifras que nadie debiera despreciar.

Editoriales anteriores

Pero esos logros quedan muy empañados por la mala calidad del empleo creado, dominado por la excesiva y abusiva temporalidad de los nuevos contratos: los temporales crecen sin cesar respecto de los fijos, y suponen ya bastante más de una cuarta parte del total de los asalariados.

De modo que esa doble conclusión, la constatación de que en hora buena se crea abundante empleo, y el reverso, su ínfima calidad —retribuciones y estabilidad, ergo dudosa sostenibilidad para cuando lleguen otras vacas flacas—, reiterada insistentemente en nuestros últimos editoriales, comparte la que todos los observadores sensatos han ido extrayendo mes a mes.

Para aprovechar esta oleada hay que huir de la autocomplacencia en que suelen caer los gobernantes tanto como del derrotismo de algunos opositores y sindicalistas. Debemos partir de los buenos datos para corregir los malos.

Entre estos últimos sobresale el que España haya casi recuperado el nivel económico de antes de la crisis en términos de PIB (lo hará muy pronto, salvo inesperada debacle) mientras que tardará aún varios años en reducir el desempleo al nivel de entonces (en torno a la mitad del actual).

Esa asimetría entre el avance económico y el retraso social es lo primero que debe corregirse. Urge reconocer la realidad: el crecimiento debe mucho a la proactividad de empresas y trabajadores españoles ante los retos de la internacionalización; tanto o más a los vientos de cola de un petróleo contenido y de un euro barato que impulsa las exportaciones, atempera la factura de la deuda y da fluidez al crédito; y también a algunas (insuficientes) reformas domésticas.

Solo llevando al discurso oficial el factor de la (relativa) bonanza europea disfrutada se podrán agilizar las medidas clave para aprovecharla mientras se prolongue. Y para estar alerta cuando se disipe. Esto exige actuaciones contundentes en dos niveles. Económicamente, agilizando la competencia en los sectores inmunes a ella u oligopolizados: algunos servicios de interés público, algunos nichos de contratos oficiales, el mundo profesional. En política social, combatiendo la temporalidad excesiva con nuevas fórmulas de contratación y de efectiva negociación colectiva, pues la escasez de puestos fijos no tiene parangón con ninguna otra etapa reciente de intensa creación de empleo. Y mejorando drástica y urgentemente las atrasadas e ineficaces políticas activas laborales: el servicio público de empleo apenas alcanza el 10% de la eficacia de sus competidores privados. Y resulta indignante que transcurran casi diez meses entre el momento en que un parado se registra y aquel en que recibe la primera atención o accede a la primera entrevista.

Solo con medidas así y huyendo de complacencias y derrotismos usaremos bien el tiempo del que aún disponemos.

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