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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Y ahora qué?

O Sánchez sale de su incoherencia o será responsable de repetir elecciones

Pedro Sánchez interviene en la sesión de investidura de Mariano Rajoy.Vídeo: Chema Moya

El líder socialista, Pedro Sánchez, lanzó ayer una crítica contundente a las políticas desarrolladas por Mariano Rajoy durante sus años al frente del Gobierno y fundamentó en ellas la imposibilidad de concederle la confianza para ser reelegido. Sin embargo, su tono y contenido pareció más dedicado a tomar posiciones dentro de su partido y quemar toda posibilidad de abstenerse para facilitar la formación de un Gobierno que a plantear alternativas que ahorren a los españoles unas terceras elecciones, la peor de las opciones a la vista.

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A diferencia de un debate sobre el estado de la nación o una moción de censura, donde se pretende obligar a un Gobierno a rendir cuentas o sustituirlo por otro, una sesión de investidura tiene lugar tras un resultado electoral donde los votantes ya han atribuido responsabilidades al Ejecutivo anterior y manifestado sus preferencias sobre quién debe de gobernar. Por tanto, aunque el PSOE hace bien en sostener que sus propuestas son mejores que las de PP, la realidad es que, en nada menos que dos ocasiones muy recientes, el electorado no las ha convalidado; mientras que, por el contrario, el conjunto de propuestas pactadas por el PP y Ciudadanos, con 170 votos, se sitúa al borde de la mayoría absoluta.

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Es una evidencia que Rajoy dista de ser el mejor candidato para gobernar; su falta de iniciativa y su penoso récord en materia de corrupción le sitúan lejos de la idoneidad. Una vez más ha sido incapaz de poner encima de la mesa concesiones que facilitaran al PSOE el camino de la abstención. Pero, como ha interpretado Albert Rivera, los hechos (electorales) son tozudos y no permiten otras combinaciones que no conduzcan a unas terceras elecciones.

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Es legítimo que Pedro Sánchez se niegue tanto a apoyar al PP como a permitirle gobernar en minoría; tiene argumentos para justificarlo, incluso para no pedir nada a cambio de mover su posición, ni siquiera la renuncia del candidato. Pero es inexcusable que no explique en qué otra solución ha pensado. Hay que sospechar que si no lo hace es porque sabe de lo indefendible de las opciones que le quedan en la mano: pactar con una mezcolanza de fuerzas que poco tienen en común, y menos aún de izquierdas, es malo; permitir unas terceras elecciones es aún peor. Solo podemos desear que Sánchez no esté pensando en las urnas, pero todos los ciudadanos tienen derecho a exigirle que nos diga cuál es su propuesta.

Si todo lo que se propone en política debe ser posible, esto es especialmente cierto en situación de provisionalidad. Todo lo que ha ocurrido en los últimos meses en la política está lleno de ideas e intentos imposibles. De ahí que la ciudadanía regrese a sus quehaceres y preocupaciones sin que sus dirigentes hayan despejado la incógnita política. Por eso no se puede dejar pasar más tiempo limitándose al "no" como única opción. A falta de alternativa, solo quedaría el grotesco recurso a unas terceras elecciones —sin garantía de mejora sustancial para los colores socialistas, que han retrocedido en las dos precedentes—, mientras se acumula el malestar de la ciudadanía con partidos que no resuelven nada.

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