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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Yihadismo y armas

Donald Trump utiliza los crímenes de Orlando en su campaña electoral

Hillary Clinton en un acto de campaña en Cleveland (Ohio) el 12 de junio de 2016.
Hillary Clinton en un acto de campaña en Cleveland (Ohio) el 12 de junio de 2016. Angelo Merendino (AFP)

La peor matanza sufrida en Estados Unidos tras el 11-S ha sido fruto de una combinación de ideología yihadista difundida a través de Internet y de la cultura estadounidense permisiva con las armas. La alianza de ambos factores aumenta la sensación de vulnerabilidad de un país que realiza enormes inversiones en defensa y mantiene una tupida red de agencias de espionaje para rastrear el planeta en busca de enemigos potenciales, pero que se ve desbordado por un asesino al que, de momento, se considera un lobo solitario porque no hay pruebas de su vinculación a redes o células.

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La difusión de la ideología yihadista es muy fácil entre los países que creen en la libertad de expresión. En Europa se han vivido distintos ataques y se han evitado otros, pero los servicios de seguridad conocen el amplio uso de la Red que hacen los terroristas. En esto no hay diferencias en cuanto al riesgo que se corre a ambos lados del Atlántico.

Por el contrario, sí las hay en lo referido a la cultura de las armas. En Estados Unidos se puede matar a decenas de personas en cuestión de segundos con rifles de asalto adquiridos en las tiendas. Omar Mateen, el asesino de Orlando, se hizo con un AR-15, el rifle presente en 3,7 millones de hogares norteamericanos. Antes que él, otros habían usado el mismo tipo de arma para cometer crímenes masivos: como Adam Lanza en 2012, que provocó 26 muertos en una escuela de Sandy Hook (Newton), o los terroristas de San Bernardino, autores de 14 asesinatos en 2015. El popular rifle de asalto se usó igualmente para matar a 12 personas en Aurora (Colorado), en 2012, y a 9 en una universidad, el año pasado.

Los crímenes de Orlando añaden leña al fuego del debate sobre la propiedad de armas. La acción de un lobo solitario es la más difícil de prever, como saben los servicios de seguridad. Lo cual no ha impedido a Donald Trump insinuar algún tipo de relación entre el último hecho terrorista y Barack Obama, bien por falta de inteligencia del presidente, bien porque tiene “algo más en la mente”, según la paranoica expresión del aspirante republicano a la Casa Blanca.

Obama ha relacionado claramente la frecuencia de las matanzas masivas con la ausencia de decisiones para impedir que los criminales gocen de tantas facilidades en la obtención de armas. Pero no hay duda de que Trump está dispuesto a utilizar los 49 muertos de Orlando durante la campaña electoral, tras haber defendido, hace meses, tanto la prohibición de entrada de musulmanes en Estados Unidos como la necesidad de dar mayores facilidades para la venta de armas. Frente a él, su opositora demócrata, Hillary Clinton, quiere prohibirlas.

Un acto de violencia masiva irrumpe así en un momento crucial de Estados Unidos. Ya no se trata solo de las habituales campañas de la Asociación Nacional del Rifle a favor de la venta de armas para la caza de animales y la “defensa local”. Ahora, el peligroso Donald Trump pretende incendiar aún más la campaña electoral, desviando la atención de las energías que este país debería dedicar a, entre otras cosas, limitar sus vulnerabilidades frente al terrorismo.

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