Crecepelos, amuletos, homeopatía y otros remedios que no son ciencia
Como pasó con las pulseras Power Balance, llegará un momento en el que nadie admita que ha usado estas bolitas de azúcar vendidas a precio de oro
Desde los tiempos más inmemoriales han ido surgiendo creencias que posteriormente se han demostrado como no eficaces. Parece demostrado, por ejemplo, que ofrecer sacrificios en una pira a los dioses, ya sea en modo cordero o humano, no garantiza ningún resultado, y repitiendo el proceso científico y aleatorizado, incluso doble ciego, no se consigue el efecto deseado, así que parece lógico que se abandonara tal práctica.
La historia nos ha dado, en cuanto a medicina se refiere, otros muchos ejemplos que se abandonaron por su ineficacia o por sus riesgos. Así, se dejó de usar el jarabe de heroína para la tos o la talidomida para los vómitos durante el embarazo. Otros decayeron en su uso por no tener utilidad y demostrarse ser un fraude, o directamente una estafa: crecepelos, curalotodos, ungüentos y bálsamos que pretendían remediar desde un dolor de muelas a una hidropesía, una neurastenia u otros males de la época.
En un capítulo aparte están los amuletos, desde el diente de tiburón, la pata de conejo, el jilguero colgado del alambre para el mal de ojo, el collar de ámbar, el atrapa ángeles y otros que al principio se asumían como milagrosos y que al descubrirse el fraude todos renegaban de haberlo usado.
¿Conocéis a alguien que a día de hoy diga abiertamente que usó la pulsera Power Balance? No, nadie, a menos que quiera quedar por bobo y ser la sorna de sus amigos, que también la usaron pero no lo admitirán nunca para no parecer lerdos.
Igual empieza a ocurrir con la homeopatía. Descubierto el fraude y admitido por sus fabricantes, a nadie con dos dedos de frente o que pretenda mantener su inteligencia a gala se le ocurrirá decir que usa homeopatía, como mucho dirá eso de "no, si ya sé que no vale para nada, pero por si acaso". También llevará en el bolsillo la estampita de la virgen del Carmen y la foto de Messi por si eso le salva de la estulticia, pero no.
Recientemente, El Mundo Today, que no deja de ser un medio satírico pero cuyas publicaciones a veces se confunden con la realidad, afirmaba que un estudio muestra que la homeopatía es más efectiva en personas con un CI inferior a 70
Te están dando agua con azúcar y lo estás pagando a precio de oro, un fraude que se sostiene por el capital que genera y las voluntades políticas que mueve, sin ningún estudio que avale nada, ni ningún efecto demostrable científicamente. Los mismos fabricantes admiten que no saben cómo funciona, aunque afirmen que trata 60 enfermedades.
El "a mí me va bien" es superponible al efecto producido por placebo. Un terrón de azúcar cura dolores de cabeza y nerviosismos, la fe mueve montañas, incluso algún pueblo antiguo se libró del asedio enemigo gracias al sacrificio de niños o corderos. Pero por mucho que repitiéramos el exorcismo no produciría el mismo efecto, cosa esta que caracteriza inequívocamente a la ciencia, que repetir un proceso provoca siempre un mismo resultado. La homeopatía no es ciencia, es un fraude.
Que se enmascare con afamados expertos, médicos con consultas rimbombantes y facturas de escándalo por visita no abundan sino en el escaso talante de la víctima. Como si del cuento del rey desnudo se tratara, alabanzas y loas hacen que el incauto muestre su desnudez a gala, haciendo el ridículo ante sus paisanos, vanagloriándose de las bolitas homeopáticas que toma y exagerando los posibles efectos beneficiosos para no quedar en ridículo. No le hacen nada y es demostrable, pero no lo admitirá jamás consciente o inconscientemente para no quedar por defraudado y engañado. Nadie admite de buen grado ser víctima de un timo (si puede asumir su coste)
Cuando encima se da la agravante de que el amuleto se le cuelga al bebé o al pobre niño indefenso que se resiste a tomar el potingue sin poder argumentar, o al contrario, que le encantan las bolitas de azúcar y pide más, ahora que los caramelos no tienen buen predicamento entre los abuelos, cuando se actúa sobre la infancia, debemos ser doblemente cautos. El collar de ámbar al cuello del bebé es un signo de alarma peligroso que va indicando "mis padres son unos incautos y me someten al riesgo de que me lo trague o me ahorque". ¿Salieron pulseras magnéticas para bebés? No lo recuerdo.
Y diréis, "pero si me lo ha mandado mi pediatra". Ya, el tener una titulación no exime de la falta de actualización y del no preguntarse si lo que hacemos a diario es ético o no, si usar placebos es respetuoso con nuestros pacientes, si los visitadores médicos compensan la falta de investigación y actualización con dádivas.
Queremos creer en algo, necesitamos creer en algo, esta vida nos lleva muy deprisa y las soluciones deben ser inmediatas. No hay tiempo para padecimientos y siempre habrá algún desaprensivo que nos venda ese remedio rápido, y ciegos por las luces del milagro prometido caeremos en sus brazos hasta que nos demos cuenta del engaño. Entonces, abochornados, negaremos hasta tres veces como Pedro, pero lo peor estará en que habremos utilizado a nuestros peques en esa vorágine de fe falsa. ¿Qué enseñanza les habremos dado? ¿Cómo decirles ahora que nos engañaron? ¿Cómo explicar a nuestros hijos que las soluciones milagrosas no existen? ¿Cómo educar con el ejemplo para que no caigan ellos en falacias? ¿Cómo enseñarles cuando les ofrezcan drogas en el futuro que lo que promete el camello no es real? ¿Cómo imbuirles para que digan que no a las drogas?
Jesús Martínez es pediatra, autor del libro y del blog El médico de mi hij@ y director médico de Mamicenter. Si quieres hacerle alguna consulta a él y a su equipo, escribe a mamasypapas@elpais.es
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