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Blogs / El Viajero
El viajero astuto
Por Isidoro Merino
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Cosas extrañas que comes cuando estás de viaje

Isidoro Merino

Los bichos dan mucho juego a la hora de poner la mesa. Como apunta el antropólogo Marvin Harris en Bueno para comer. Enigmas de alimentación y cultura, los humanos somos omnívoros, como los osos y las cucarachas: “comemos y digerimos toda clase de cosas, desde secreciones rancias de glándulas mamarias a hongos o rocas (o si se prefieren los eufemismos, queso, champiñones y sal) (…) larvas y saltamontes son manjares apreciados en muchísimos sitios, y en cuarenta y dos sociedades distintas las gentes comen ratas”.

Lo malo es que muchos animales son venenosos. Y luego están los tabúes: los hindúes no se comen las vacas; los judíos y musulmanes aborrecen el cerdo, y un británico preferiría comerse a su madre antes que probar un estofado de caballo o de perro. El conejo, que en España se come con delectación (hablo del mamífero lagomorfo), es visto como una aberración próxima a la antropofagia en países como Estados Unidos, donde este peludo orejón se usa como mascota. De los gatos mejor no hablamos.


Sushi para zombies

El fugu, el simpático y rollizo pez globo, está considerado una delicia en Japón, a pesar de que la tetradotoxina, un potente veneno paralizante que contienen algunos de sus órganos, te puede dejar tieso o como poco, convertido en un zombi. Un solo pez globo fugu contiene toxina suficiente para matar a 30 personas; por eso solo lo preparan cocineros muy especializados, hábiles como cirujanos y con más tablas que El Comidista. Con él fabrican en Haití el polvo usado en el vudú para fabricar muertos vivientes. Al menos eso es lo que explica el antropólogo y botánico Wade Davies (1953), que investigó el uso en algunas ceremonias de vudú de la tetradotoxina y contó sus experiencias haitianas en el libro The serpent and the rainbow (La serpiente y el arco íris, 1985), llevado al cine en 1988 por el director Wes Craven.

La obsesión por la frescura del pescado adquiere en Japón tintes sádicos. El ikezukuri es una variedad de sashimi (pescado crudo) que se prepara indistintamente con peces, marisco o moluscos. El cliente elige la pieza viva que más le apetece, y el cocinero la filetea con precisión de cirujano de forma que el animal sigue vivito y boqueando (o pataleando, si se trata de calamares) mientras tú te lo comes.

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Salmonetes alucinógenos

Algunos peces (Kyphosus fuscus, Sarpa salpa) pueden mandarte de viaje lisérgico si te los comes, una propiedad que se conoce como Ichthyoallyeinotoxismo. En inglés se les denomina dream fish (peces de los sueños), y quienes los han probado dicen que sus efectos son similares a los del LSD. El fotógrafo de National Geographic Joe Roberts se comió uno en 1960: según él, flipó en colores con ciudades en la luna, vehículos futuristas, naves espaciales y cosas así. En Hawai y otras islas de Polinesia también hay una variedad de salmonete (Upeneus) con efectos psicotrópicos. Por allí se les conoce como weke-pahulu (salmonete pesadilla).


Sapos psicotrópicos

En algunos lugares de Estados Unidos existe la costumbre de lamer los sapos. Una costumbre principesca conocida como Doing Kermit (por la rana verde de Los Teleñecos) o Frenching the Prince (por el sapo que se convierte en príncipe azul). El sapo de Sonora (Bufo alvarius), un batracio de hábitos nocturnos que viven en zonas áridas del oeste de EE UU, segrega una sustancia llamada bufotenina cuyo principal componente es la Dimethyltryptamina o DMT, un potente psicotrópico. El sapo de sonora figura en la lista de la Administración para el Control de Drogas (DEA) de Estados Unidos entre las sustancias que te pueden llevar a la cárcel. Hommer Simpsom se pasó un capítulo entero lamiendo uno.



¿Tienes agallas?

El Hákarl es un plato típico de Islandia a base de tiburón peregrino (Cetorhinus maximus) o tiburón boreal (Somniosus microcephalus) curado y sometido a un largo proceso de fermentación. Sin preparar, la carne de estos tiburones es tóxica, por su alto contenido en ácido úrico. Cuando está bien curada y fermentada ya se puede comer, aunque quienes lo han probado aseguran que despide un fuerte olor a amoniaco que recuerda al de los productos de limpieza para el baño. Otros aseguran que es “como descongelar los dedos de los pies ennegrecidos y gangrenosos del cadáver de un explorador ártico, dejarlos detrás del radiador unos días y comérselos”. Los islandeses lo adoran. Se suele servir en taquitos acompañado de un aguardiente de patata llamado brennivín, para que pase bien.
El Lutefisk es otro alimento tradicional en los países escandinavos, donde se elabora con pescado blanco seco (normalmente bacalao) y sosa cáustica; su preparación dura varios días, en los que el pescado aumenta de volumen y adquiere una consistencia jabonosa. Para amantes de las tortillas poco hechas: el Balut, huevos con embriones de pato cocinados y servidos con la cáscara, está considerado un manjar en países del Sudeste Asiático como Vietnam, Camboya o Filipinas.



Mariscada de artrópodos

Arañas, escorpiones, saltamontes, grillos y otros bichos figuran en la dieta diaria en muchos lugares del mundo. En libros como Man Eating Bugs: The Art and Science of Eating Insects (El hombre comiendo bichos. El arte y la ciencia del comer insectos), del fotógrafo Peter Menzel, o Creepy Crawly Cuisine: The Gourmet Guide to Edible Insects (algo así como Cocina rastrera y espeluznante: Guía gourmet de los insectos comestibles), de la mexicana Julieta Ramos-Elorduy, se puede comprobar la importancia que tienen en la alimentación humana: son la fuente más abundante y barata de proteínas (se estima que hay 200 millones de insectos por cada ser humano), ya sea en forma de gruesas y mantecosas larvas o como crujientes y sabrosos adultos de odonatos (libélulas y caballitos del diablo), blatodeos (cucarachas), ortópteros (grillos y saltamontes), lepidópteros (mariposas y polillas), coleópteros (escarabajos y mariquitas), dípteros (moscas, moscones y mosquitos), hemípteros (pulgones, cigarras y chinches) o himenópteros (hormigas, abejas,abejorros y avispas). Se conocen, por ejemplo, más de 4.500 especies de cucarachas. La mayoría son omnívoras, como nosotros; también son nuestras vecinas, así que no hace falta ir muy lejos para preparar la cena.

En la cocina de México, una de las que más partido les ha sacado a los invertebrados, son un majar los chapulines (saltamontes) fritos, los huevos de hormiga (escamoles o maicitos), las propias hormigas (chicatanas o tlatoniles), los jumiles o chinches de monte vivos (se despachurran tal cual y se untan en tortillas de maíz), las huevas de mosca (ahuahutles), el gusano elotero, las chicharras de guamúchil, los ticocos o cuauhocuilín (gusanos de la madera), los huenches (orugas de mariposas de madroño), las cuetlas o tepolchichic (larvas de la llamada mariposa del muerto), las larvas de la mariposa monarca, las larvas de abeja blanca y los gusanos de maguey o chinicuiles, esos que a veces te tragas con los chupitos de mezcal.


No mires al pajarito

La araña goliat o araña pajarera (Theraphosa blondi) es un bicho enorme y peludo, mi araña favorita desde que de pequeño la vi en una lámina del libro de ciencias zampándose un pajarito. Esta formidable tarántula americana es la mayor araña que se conoce, según el libro Guinness de los Récords: 28 centímetros, tan grande como un plato. Un bicho que podría solucionarte la cena de navidad siempre que a tus invitados no les dé por contarle las patas (tiene ocho; los cangrejos, diez) y descubran que no es ni una nécora grande ni un centollo raro (para los indios yanomami de las selvas del Orinoco, en Venezuela, son un auténtico manjar: las comen asadas en las ascuas, como si en lugar de migalas fuesen cigalas).

Si te dan asco, piensa que las tarántulas son artrópodos, como los cangrejos, los escorpiones, las cucarachas, los bogavantes o los trilobites. Salvo en el aguijón, ¿en qué se diferencian un escorpión y un cangrejo de río? Vale, me has pillado: el alacrán tiene ocho patas y el cangrejo diez. Dos patas más para chupar. Gana el cangrejo.

Comentarios

Yo veo bien lo de probar la comida típica de los sitios donde vayas, de todas formas veo que tienen mucha obsesión por comer insectos, dicen que tienen muchas proteinas pero, ¿sabrán bien?
Lo más raro que he comido viajando ha sido un cuy, el conejillo de indias... http://www.zaiguaweb.com/2013/03/13/el-cuy/
El único insecto que he probado fue un escorpión en Khao San Road (Bangkok) y lo cierto es que sabía bien, pero como a una salsa barbacoa que entiendo que le pondrán para disimular el sabor.

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Sobre la firma

Isidoro Merino
Redactor del diario EL PAÍS especializado en viajes y turismo. Ha desarrollado casi toda su carrera en el suplemento El Viajero. Antes colaboró como fotógrafo y redactor en Tentaciones, Diario 16, Cambio 16 y diversas revistas de viaje. Autor del libro Mil maneras estúpidas de morir por culpa de un animal (Planeta) y del blog El viajero astuto.

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