Además de refugiadas, acosadas sexualmente
La práctica totalidad de las mujeres refugiadas entrevistadas por Amnistía Internacional afirmaron que en los campamentos de tránsito europeos las habían tocado, acariciado o mirado lascivamente. La citada organización afirma que “mujeres y niñas refugiadas sufrenviolencia, agresiones, explotación y acoso sexualen todas las etapas de su viaje desde Siria e Irak hacia Europa, incluso cuando están en territorio europeo”.
Todas las encuestadas dijeron a AI haberse sentido amenazadas e inseguras durante el viaje, mientras denunciaban que, en casi todos los países por los que habían pasado, los traficantes, el personal de seguridad u otros refugiados las habían sometido a malos tratos físicos y explotación económica, las habían manoseado o las habían presionado para que tuvieran relaciones sexuales con ellos.
Tirana Hassan, directora del Programa de Respuesta a las Crisis de Amnistía Internacional, informa que "las mujeres y las niñas que viajan solas y las que lo hacen sólo acompañadas por sus hijos, se habían sentido especialmente amenazadas en las zonas de tránsito y los campamentos de Hungría, Croacia y Grecia, donde se habían visto obligadas a dormir junto a cientos de hombres refugiados. Algunas habían salido de las zonas designadas para pernoctar a la intemperie en la playa porque allí se sentían más seguras”.
Las mujeres también denunciaron que habían tenido que usar los mismos aseos y duchas que los hombres. Una de ellas comentó a Amnistía Internacional que algunos refugiados las espiaban cuando iban al baño en un centro de recepción de Alemania y algunas habían adoptado medidas extremas, como no comer ni beber para evitar ir al servicio, donde se sentían inseguras.
“Una mujer iraquí de 22 años recalcó que, cuando estaba en Alemania, un guardia de seguridad uniformado le había ofrecido ropa a cambio de "estar a solas con él”, añadía Tirana Hassan. “Los traficantes de personas eligen a las mujeres que viajan solas sabiendo que son más vulnerables e intentan coaccionarlas para que tengan relaciones sexuales con ellos cuando no tienen recursos económicos para pagar su viaje”, añade el informe.
Hay que tener presente que el viaje desde Irak, Siria o Afganistán es largo y muy complicado. Dependen de las mafias turcas para cruzar a Europa las cuales trabajan con total impunidad en la plaza Basmane de Esmirna. En ese lugar los refugiados contactan con el intermediario que les llevará al mafioso. Tras dormir hacinados en pensiones con muy malas condiciones higiénicas, embarcarán en las playas próximas a Esmirna con destino a Lesbos. Eso, tras pagar alrededor de 1.500 euros por personas. Las tarifas dependen de la demanda o de las condiciones atmosféricas. Nunca de la vigilancia policial turca, porque es inexistente. Es en ese momento en el que las mujeres que viajan solas, normalmente con niños, cuando más vulnerables son.
Una vez en Europa comenzarán a recorrer caminos inseguros, día y noche por lo que su desprotección es absoluta. El hecho de que muchos países centroeuropeos hayan ido cerrando fronteras, hace que el camino a seguir sea más largo y muchas veces por carreteras sin iluminación. “La protección que reciben los refugiados en Europa, es escasa y en el caso de las mujeres nula”, declara Houda, una mujer siria de 30 años que tras ver cómo Daesh asesinaba a su marido huyó a Turquía con sus dos hijos, dejando su casa, a sus padres y un trabajo como funcionaria. Tras cruzar a Grecia y pasar varias semanas en el campo de refugiados de Moria, en estos momentos continúa su viaje camino de un país en el que pueda vivir en paz.
Fatima, de 25 años llegó a la costa de Lesbos en un bote de plástico. Salió de Siria embarazada y cuando llegó a Esmirna ya estaba de ocho meses. En la pensión en la que dormía junto a sus hijos y sus padres, comenzó a tener contracciones. Por la noche nació su bebé. No había trascurrido una hora del parto que los mafiosos la obligaron a subirse a un bote. Envolvió al bebé con cuatro mantas y así comenzó su viaje a Lesbos. Al llegar a la isla griega fue sacada del bote por un miembro de la ONG catalana Proactiva y asistida por una voluntaria española. Cuando fueron a cambiar de ropa al bebé, ya que llegaba empapado, se dieron cuenta que había fallecido y llevaba su cordón umbilical suelto e infectado. Fátima, en estado de shock, fue asistida por Médicos sin Fronteras. Su falda y sus piernas estaban empapadas de sangre.
Desgraciadamente el cuerpo de las mujeres es utilizado tanto en las guerras como en las posguerras como arma de guerra, y así lo recogió tras muchas luchas la resolución 1325 de Naciones Unidas, la cual aboga por la adopción de una perspectiva de género que incluye las necesidades especiales de las mujeres y las niñas durante la repatriación y reasentamiento, la rehabilitación, la reintegración y la reconstrucción post-conflicto.
Unexamen reciente efectuado por ONU Mujeres afirma que las necesidades y vulnerabilidades de las mujeres en estas crisis,pocas veces ocupan un lugar preponderante en la planificación de la respuesta humanitaria. “Las mujeres y niñas refugiadas que se desplazan por la ruta de los Balcanes tienen necesidades, prioridades y derechos específicos referidos a la protección de su dignidad que no están siendo atendidos de forma completa”, declaraba recientemente Ingibjorg Gisladottir, directora regional de ONU Mujeres para Europa y Asia Central.
Además, desde que comenzó el conflicto sirio hemos visto cómo a través de redes sociales se podían comprar refugiadas, bien para tenerlas de esclavas sexuales o para casarse con ellas, aunque la mayoría de enlaces se siguen realizando a través de intermediarios sobre el terreno. "La forma más común para contactar es a través de gente local" explica la periodista Ana María Luca, que ha publicado varios reportajes sobre el problema creciente en el Líbano. Una de cada cuatro personas que viven en Líbano es refugiado.
“Los intermediarios", dice Luca, "pueden ser taxistas que reciben peticiones de los extranjeros que trasladan e incluso imanes de las mezquitas más conservadoras”. También hay trabajadores de pequeñas ONG implicados en el negocio, según denunció en un informe Human Rights Watch (HRW). Estos intermediarios suelen exigir "menores de 16 o 17 años" para sus clientes.
El estudio de la citada organización muestra como muchas de las refugiadas son acosadas sexualmente por "los empleadores, los propietarios de casas o incluso trabajadores de ONG". Las mujeres entrevistadas por la citada organización informaron que no denunciaron los incidentes a las autoridades del Líbano debido a que no confiaban en que estas fueran a adoptar medidas y temían sufrir represalias de los agresores o ser detenidas por no contar con un permiso de residencia válido.
Los abusos a las mujeres refugiadas sirias o iraquíes no son una excepción. Recordemos cómo en el año 94 hubo violaciones masivas en Ruanda. Naciones Unidas calculó unas 200.000 víctimas. En el conflicto congoleño se ha llegado a calcular unas 1.152 violaciones al día, de ahí que surgieran organizaciones gritando que era “el peor país del mundo para las mujeres”.
Algo parecido ocurrió en 1992 en Bosnia, donde los serbios utilizaron las violaciones como arma de guerra, para humillar al adversario y para dejar su huella en el país enemigo. En Somalia las acusaciones de estos actos violentos fueron adjudicadas a la AMISON, la misión de militares de Naciones Unidas que precisamente debían proteger a las mujeres refugiadas. La denuncia la llevó a cabo la organización Human Right Watch. Pero tampoco podemos olvidar a las mujeres refugiadas y desplazadas en Colombia o las niñas de Darfur, violadas dentro de los campos de refugiados a pesar de la presencia de las fuerzas de seguridad de la ONU, o a las camboyanas que fueron ultrajadas por los jemer rojos bajo la dirección del sanguinario Pol Pot.
Ante estos hechos deberíamos recordar que el mandato de Naciones Unidas al ACNUR, agencia de la ONU para los refugiados: “La misión principal del ACNUR es garantizar los derechos y el bienestar de los refugiados. Hacer lo posible para asegurarse de que cada uno de ellos pueda ejercer el derecho a solicitar asilo, encontrar un refugio seguro en otro país y regresar voluntariamente a su país de origen”.
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