Robert Mapplethorpe sin filtros
Cinco razones por las que el controvertido fotógrafo sigue vigente hoy y mañana
Si no hubiese vuelto a su planeta en 1989, el año que viene Robert Mapplethorpe cumpliría setenta años. Para celebrar los vicios y virtudes del polémico fotógrafo, HBO ha anunciado que en 2016 estrenarán Robert Mapplethorpe: Look at the Pictures, un documental que indagará en la vida y la obra de este pionero de la fotografía moderna. Robert Mapplethorpe: Look at the Pictures mostrará además las fotografías más impactantes del artista en un régimen free pixel, así como algunas instantáneas nunca vistas que ha tenido a bien ceder para la ocasión la Robert Mapplethorpe Foundation. Más allá del must y de tartas con velas, ¿es ahora el momento de recuperar a Mapplethorpe? Te respondemos con cinco coordenadas para perfilar su mito.
Lo físico. Porque a Mapplethorpe la fotografía, como medio, le importaba más bien poco. “Me gusta el objeto. Me gustan las fotos cuando las sostienes”. En plena dictadura de Kindle, Spotify y, claro, Instagram, el romanticismo que representa Mapplethorpe ha de ser reivindicado, más aún teniendo en cuenta que fue uno de los que marcaron los cánones fotográficos imperantes en nuestros días: sus polaroids primigenias se adelantaron al selfie en forma de crudos autorretratos; su interés en fotografiar flores para convertirlas en bodegones de lo minimal determinaría las pautas rigen el contador de corazones a todas nuestras fotos de pétalos y orquídeas.
Lo punk. Patti Smith entró por equivocación en el apartamento de Mapplethorpe en 1967 y se quedaría allí un buen puñado de meses. Pareja sentimental durante años, de los numerosos retratos que Mapplethorne le hizo a la poetisa protopunk destaca el que acabaría por convertirse en la mítica portada del no menos mítico álbum Horses. Realizado con luz natural y sin las alteraciones de color que propuso la discográfica -Smith se negaría en redondo a ello-, sintetiza perfectamente tanto el contenido del disco como la relación profesional entre Mapplethorpe y Smith. “Trabajar con ella es como tomar drogas; estás en un lugar perfecto y abstracto”.
Lo sado. Por delante de su cámara pasó la plana mayor de aficionados al sadomasoquismo de la década de los setenta, cuando no directamente actores y actrices del mundo del porno. Enaltecimiento del pissing, mordazas, cuero y cadenas conformarían su celebrado X Portfolio. La imagen más apabullante de esta colección es un autorretrato de cuerpo entero que se hizo Mapplethorpe, de espaldas a la cámara, con un látigo metido en el trasero. Mucho antes que la mercadotecnia asimilase la parafilia y la tamizase para crear el soft comercializable de 50 Sombras de Grey, Mapplethorpe ya localizaba cualidades y estéticas interesantes en el bondage.
Lo LGTB. A mediados de los setenta, Mapplethorpe salió del armario en el sentido más intrínseco de la expresión: no sólo entabló una relación con el editor de la revista fetichista Drummer, sino que su interés por el erotismo gay se acrecentó sustancialmente en su obra. Pionero en retratar al colectivo queer como orgulloso de serlo, mostraría al mismo tiempo sus respetos al clasicismo formal en sus fotos. Su mirada mutó de tal modo que conseguiría feminizar bajo su foco a tótems de la testosterona como Schwarzenegger. Activista de facto por el movimiento, se aseguró que la Robert Mapplethorpe Foundation sirviera para financiar la investigación médica en la lucha contra el VIH, enfermedad que terminó con su vida y la de muchos de sus contemporáneos homosexuales.
Lo prohibido. Coge todo lo anterior e intenta contextualizarlo cuatro décadas atrás, y sí: directores de arte terminaban procesados por exponer sus obras y el stablishment político de la época abominaba cualquier creación de Mapplethorpe, un artista cuya consagración no apaciguaría su ánimo de hurgar en los tabúes de la época. Cuando una galería de Washington rechazó exponer, como tenía previsto, las que serían las últimas referencias en vida del fotógrafo, los artistas de la ciudad se pusieron en pie de guerra: proyectaron, con nocturnidad y alevosía, las fotos más provocativas de la exposición cancelada en la fachada de la galería. La Corcoran Gallery of Art cerró sus puertas el año pasado; la obra de Robert Mapplethorpe seguirá viva para siempre.
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