Kim, Mickey y el bisturí asesino
Tienen todo el derecho a hacerle el harakiri a su propia memoria. No les culpo. La vida es cruel ahí fuera. Pero, visto lo visto últimamente, me quedo con Kim Novak y Mickey Rooney
Hubo un tiempo en el que Kim no era Kim Kardashian ni Mickey era el Ratón Ídem para los jóvenes de espíritu de medio planeta. Kim y Mickey fueron, desde 1986 y durante sus buenos cuatro o cinco años, Kim Basinger y Mickey Rourke. La despampanante y fogosísima pareja protagonista de aquel legendario spot de perfume para fornicar de 113 minutos de duración dirigido por el publicista Adrian Lyne llamado Nueve semanas y media. Kim y Mickey, Mickey y Kim, tanto monta, monta tanto, inquietaban, atormentaban y, sobre todo, perturrrbaban, con muchas erres, hasta elevar al punto de fusión hasta al más gélido de los espectadores que asistiera a sus ceremonias de apareamiento desde el patio de butacas. Y paro, que me sofoco.
Kim y Mickey. Dos rostros memorables –de los cuerpos, ni hablamos– congelados en la retina colectiva como la viva imagen del deseo, de la sensualidad, de la plenitud física de una mujer y un hombre en plena flor carnívora de la vida. Pero, paren máquinas, el tiempo pasa para todos. Mancha. Madura. Marchita. Y deja su arañazo hasta en los rostros más hermosos. Nada nuevo sobre la faz de la peña, de acuerdo. Lo nuevo, lo inquietante, lo que me perturba hoy día de estos dos seres humanos bellísimos es la extrema fragilidad de su autoestima que evidencia su entrega al bisturí asesino que ha liquidado su leyenda veintinueve años y medio después del estreno de la película que les hizo inmortales. No les juzgo. Tienen todo el derecho a estirarse, a meterse los bajos, a hacerle el harakiri a su propia memoria. No les culpo. La vida es cruel ahí fuera. Pero, en lo tocante a mitos eróticos, y visto lo visto últimamente, me quedo con Kim Novak y Mickey Rooney.
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