Como tú
A medida que se acercan las elecciones se produce un fenómeno: los candidatos han de demostrarle a la gente que son personas
A medida que se acercan las elecciones se produce un fenómeno: los candidatos han de demostrarle a la gente que son personas. Sus esfuerzos se dirigen a hacer pensar al votante que llegado el caso estarían mejor siendo gobernados que gobernando. Como si la competición no consistiese en demostrar que se puede llevar un país, sino hablar de tías con Bertín Osborne. Es verdad que para lo segundo hay que tener más tablas que para lo primero, pero eso el ciudadano no lo sabe: el ciudadano, de entrada, cree que es más fácil salir airoso de hablar de tías con Bertín que de misiles con Putin. Por eso Sánchez se puso sobre la entrepierna un cojín y en el otro caso se habría colocado un escolta.
Esta inflación de naturalidad transmite lo dicho por Zapatero a su mujer en la alcoba: “No te imaginas, Sonsoles, los miles de españoles que podrían ser presidentes del Gobierno”. Por un lado España es una gran nación y por el otro la puede gobernar cualquiera. En su Diario de un presidente del Gobierno (Espuela de Plata), Angel Ruiz Goslum escribe: “Cada día al levantarme, desde que soy presidente del Gobierno, me digo: ‘José Luis, eres presidente de gobierno de España, pero no vas a endiosarte’. Cada día. Cada día. La verdad es que ya empiezo a hartarme, porque los españoles me han elegido a mí. Y si me han elegido a mí será por algo, ¿no?”
Los asesores consideran que a los españoles hay que convencerles desde su propia rutina, no desde la excepcionalidad. No te preguntes qué puedo hacer por España, sino si sé hacer zumos. Es más cómodo enfrentarse al ataque posicional del Shakhtar Donetsk que a una urgencia sanitaria en un hospital con recortes. El asesor cree que el español valorará más la campechanía que la competencia. Acudir al programa de María Teresa Campos da a entender que el presidente tiene que saber desempeñarse mejor como José Manuel Parada que como un gobernante de la UE.
“Galego coma ti” fue el lema con que volvió Fraga a Galicia, como si alguno fuese a creer que se había criado en Ohio. ¿De dónde venía Fraga para que sus asesores lo presentasen como gallego? ¿Qué confianza inspira un candidato cuyo éxito es su lugar de nacimiento? Estas exhibiciones dirigidas a familiarizar al político con el pueblo, poniéndole en el brete de bailar y tocar la guitarra, tienen un destino: tratar al votante como audiencia. Elegir al concursante según su conducta en la casa, no en el despacho, y al ser despedido creer que no ha sido por su gestión sino por “no saber comunicar mis logros”, como si estuviese dando explicaciones a Mercedes Milá.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.