_
_
_
_
Tentaciones
_

‘Victoria’, la película de una española en Berlín, conquista el mundo

El filme de Sebastian Schipper ha pasado por el festival de Sitges y se estrena el 23 de octubre

Victoria es la bomba. Al principio, tras la Berlinale, se hablaba de una extraña película rodada del tirón, en una toma de casi tres horas. Meses más tarde, los cines de verano de Berlín - ya fuera en el barrio hipster, el punki o el más pijo - colgaban el cartel de entradas agotadas cada vez que la programaban. Con acentos mezclados entre alemán, inglés, español o italiano, los espectadores de esta capital joven y ‘multiculti’ se veían reflejados ya en la primera escena: una de luz cegadora que golpea la pantalla a cada grave del Burn with me de DJ Koze. Así comienza el éxito de esta película -una historia que a veces parece real, otras muy loca- protagonizada por una española de coleta que baila en un típico club berlinés -rollo bunker de la Segunda guerra mundial o sótano abandonado comunista- donde, entre oscuridad, drogas y techno, se reproduce el espíritu de grandeza detrás de tanta utopía y destrucción.

Victoria es madrileña, una virtuosa del piano, y ex estudiante de conservatorio que, a pesar de años de esfuerzos, no llega a los primeros puestos de la profesión. En Berlín busca un cambio, pero cobra cuatro euros a la hora trabajando en una cafetería “de la calle más capitalista de toda Europa”, nos dice el director de la película, Sebastian Schipper. La historia se centra en la ruina de una generación perdida, la del 50% de desempleo juvenil en España o la del desencanto social general que, aun siguiendo las reglas, ve imposible alcanzar sus deseos. “No es verdad que si seguimos lo que nos dicen que hay que hacer, todo va a ir bien” -dice Schipper- “Europa es rica, pero está llena de gente sin oportunidades”.

Así que Schipper imaginó algo radical y “grande”, una película rodada cual “caballo salvaje”, con una protagonista española “muy auténtica”. La chica sale del club y conoce a unos chavales de suburbio berlinés. Parecen de Marzhan, un barrio antes comunista, con altísimas cifras de desempleo, pocas perspectivas de futuro y algún que otro neonazi. Desde el primer instante, surge una complicidad chispeante, típica de encuentros en la noche, entre la española que desconoce el idioma, y Sonne, Boxer, Fuss y Blinker. La primera hora de la proyección es un no parar de risas, tanto que a los espectadores se les olvida el asunto de una sola toma. Después llega el drama y una acción de vértigo con la que la pianista cambiará su vida: el atraco a un banco. Precisamente en esta capital donde aún casi todo es posible, también beber en la calle o fumar en los bares.

El director Sebastian Schipper y la actriz Laia Costa en la presentación de 'Victoria' en Nueva York. (Jenny Anderson/WireImage)
El director Sebastian Schipper y la actriz Laia Costa en la presentación de 'Victoria' en Nueva York. (Jenny Anderson/WireImage)Jenny Anderson (WireImage)

Victoria va por el cuarto mes en cines del país y ha ganado seis premios de la academia del cine alemán, incluido el de mejor actriz a la española Laia Costa. Curiosamente, Costa empezó la aventura de esta película con quemaduras de primer grado a causa de un accidente de moto. Acudió a un casting de intensísima acción en Barcelona y, aún con los dolores, consiguió el papel. “No imagino esta película sin Laia”, confiesa Schipper. Y es que ni Costa, ni Victoria, son de rendirse fácilmente. La española corre y conduce de quitar el hipo, ayuda y reacciona ante lo imposible, aun rodeada por toda la policía de Berlín, sin quejarse, ni caer. En un momento muy sentido de la película, cuando el grupo fuma porros sobre un tejado, con el Museo Judío iluminado al fondo y la música de pelos de punta de Nils Frahm, el personaje de Costa se asoma al vértice del edificio y grita: “¡¡Voy a quemar Berlín!!”.

Costa es ya una de las actrices favoritas del New York Times y parte imprescindible de un guión que se basa en la improvisación de los actores. El proyecto - según nos cuenta desde Estados Unidos, donde acaba de estrenarse - era “muy poco ambicioso con respecto a premios y festivales. De hecho, el equipo no se esperaba concursar en la Berlinale”. Lo que Schipper sí quería era un experimento de total “riesgo” -detalla- donde los intérpretes han perfilado durante dos meses la historia y sus personajes, sin repetir ni un ápice de lo anterior. Durante el proceso, el equipo se ha autodenominado el ‘Motherfuckers team’, por esa meticulosa manera de trabajar. La propia actriz dice haber “sacado a treinta Victorias distintas durante los ensayos” y cómo, finalmente, la protagonista es “la suma de todas ellas”.

Shipper se refiere al carácter de su protagonista como el de una “diosa de tragedia”, una heroína europea al igual que la propia ciudad de Berlín, varias veces resucitada de sus cenizas. Tan femenina, que en su propio símbolo, por encima de la Puerta de Brandeburgo, el nombre de la diosa que conduce cuatro caballos es precisamente Victoria. Una capital que, desde la Primera guerra mundial, pasando por la Segunda y el nazismo, las posteriores violaciones a berlinesas por parte de soldados rusos, y el drama brutal del Muro hasta 1989, tiene un carácter harto sufrido pero valiente. Quizás por ello, además por el trasfondo crítico hacia un sistema que hoy nos deprime, desde el corazón geográfico y económico de Europa, Victoria es ya la nueva película de éxito sobre Berlín, detrás de otras como Corre, Lola, Corre, cuando Franka Potente se desvive, corriendo en planos distintos, por salvar a su chico, también fuera de los márgenes de la ley. Costa dice que, en Victoria, fue la guionista Olivia Neergaard-Holm la que “se empeñó en dar mil vueltas al personaje, para que no se quedara en el estereotipo de niña secundaria buena”.

Schipper recogió en junio el premio a la mejor película de la academia del cine alemán gritando “¡el crimen merece la pena!”. Ahora que Victoria se estrena en España, hay que recordar al cineasta español Carlos Saura y su obra maestra Deprisa, deprisa, con la que refleja cómo “se puede ser buena persona y también atracador”. Ambos directores han logrado, con treinta años de diferencia, mostrar un retrato de la generación del desencanto, ya sea en la Madrid post franquista o la Berlín recién reunificada. En las dos ciudades se abraza de nuevo la libertad, pero el dinero acaba imperando por encima del sentimiento de unión entre las personas. Cuatro son también los atracadores de Saura en Deprisa, deprisa, película en la que la protagonista acaba hasta poniéndose bigote para asaltar bancos. Ángela o Victoria y sus tres chicos son una piña. Responden a la alienación con frescura, robando a quien roba y, sobretodo, por una cuestión de amor, ya sea a otro o propio.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_