Repitiendo la historia
En Ecuador está a prueba nuestra capacidad como sociedad democrática
A pesar de que en ocho años de Revolución Ciudadana he visto como el régimen ha insultado, desprestigiado y vilipendiado a todo aquel que ha osado estar en desacuerdo, no imaginé que me llegaría el turno. Y a pesar de que muchas de las cuentas que usan en redes sociales para atacar a quienes pensamos diferente serían falsas, no es menos cierto que se siente todo el peso del Estado sobre uno.
Ya no solo es la descontextualización de la información que presentan como cierta, o que en la sabatina (programa semanal del Presidente Correa) nos expongan al escarnio público sin siquiera tener el derecho a defendernos. Ahora también es el séquito de acólitos en redes sociales que al parecer no tienen más palabras en su diccionario que los insultos. ¿Cómo les explicas a tus padres (neófitos en esto de la tecnología) la existencia de los trolls? ¿Cómo calmas su pesadumbre cuando tú misma no entiendes cuál es el crimen que has cometido?
Tuve la osadía, como muchos ecuatorianos, de salir a las calles a pedir rectificaciones a un gobierno que cada día se encierra más en su trinchera. Ya son varios meses de un creciente conflicto social que, ante un gobierno que cree estar siempre del lado de la verdad, encuentra su único desfogue en las calles. Y lamentablemente no hay visos de que el conflicto pueda disminuir, pues las únicas respuestas que estas protestas han encontrado son los insultos y la polarización. El gobierno toma como excusa los actos de violencia, aislados, y pretende caracterizar así a todos quienes hemos salido a pedir ser escuchados.
Los grupos que protestan son variopintos. Si bien los indígenas y los sindicalistas han sido los más organizados, las organizaciones de la sociedad civil y grupos ciudadanos, que durante años fueron cooptados por el gobierno, están volviendo a retomar su rol. Y así como los grupos son diversos, las proclamas también. Sin embargo, conforme se acerca diciembre se ve a todos converger hacia un objetivo: las reformas a la constitución. En diciembre fenece el plazo para que la Asamblea Nacional apruebe un paquete de reformas constitucionales que incluyen, por ejemplo, la reelección indefinida.
Y es que las reformas constitucionales son el epítome del tipo de Estado en el que vivimos los ecuatorianos y en el que seguiremos viviendo si son aprobadas. Las reformas carecen de legitimidad jurídica y democrática. Jurídica porque, al tratarse de cambios estructurales a la constitución, deben tramitarse a través de una consulta popular y no solo con los votos de los asambleístas, sean o no en su mayoría de Alianza País. Democrática porque la democracia no es sólo cuantas elecciones puede ganar el Presidente Correa, sino el cumplir las reglas del juego y que éstas sean iguales para todos.
Han pasado ocho años y un poco más, y el gobierno de Rafael Correa quiere cambiar las reglas del juego, inconstitucionalmente, para quedarse. Se supone que con él, el Ecuador ya cambió. Pero si regresamos a ver la historia republicana de nuestro país constatamos que la presencia de gobernantes iluminados es más común de lo que quisiéramos. Puede haber buenas obras, pero eso para muchos ecuatorianos ya no es suficiente. No queremos seguir repitiendo nuestra historia: queremos también instituciones, queremos democracia y queremos libertad.
Estamos a las puertas de un mayor conflicto social y es en estos momentos cuando el Gobierno, que ya no goza de un cheque en blanco, debe demostrar su capacidad de gobernar para todos. Y también es en estos momentos que las diferentes oposiciones deben contribuir a disminuir la tensión social. Está a prueba nuestra capacidad como sociedad democrática y pacífica de procesar este conflicto con esas mismas características.
Daniela Chacón Arias es vicealcaldesa de Quito. Twitter @danychaconarias
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