Una radiografía de la asistencia humanitaria en el mundo
Cada día nos enfrentamos a un recordatorio del inmenso desafío que enfrenta la asistencia humanitaria y de la apremiante necesidad de cambio y de progreso
El 19 de agosto se celebra el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria. Se trata de una conmemoración en la que se reconoce especialmente a quienes afrontan el peligro y la adversidad para ayudar a los otros. El Día Mundial de la Asistencia Humanitaria fue establecido por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas rememorando el aniversario del ataque al cuartel general de la ONU en Bagdad, en 2003. En esa ocasión fallecieron, víctimas de la explosión, varios trabajadores humanitarios entre quienes se contaban Sergio Vieira de Mello y Nadia Younes, colegas y amigos con quienes colaboré en ese entonces en el Sistema de las Naciones Unidas y a quienes rindo homenaje en esta oportunidad.
El lema del Día Mundial de la Asistencia Humanitaria para 2015 es Inspirando la Humanidad Mundial. Busca honrar a todos los trabajadores humanitarios y es también una oportunidad para celebrar el espíritu que alienta este trabajo en todo el mundo. Este año se ha invitado a las organizaciones humanitarias del mundo a que se unan y se conviertan en mensajeros activos del principio de humanidad que inspira la acción humanitaria. Los organizadores han planteado que “en un esfuerzo por generar un sentimiento mundial, vamos a pedir a nuestros Mensajeros de Humanidad que realicen un acto social importante en este día y lo compartan en sus redes sociales para amplificar el mensaje”.
Si bien es loable reconocer el esfuerzo, la valentía y la entrega de los trabajadores humanitarios, nos parece que en la celebración del Día Mundial de la Asistencia Humanitaria es también importante rendir tributo a sus destinatarios, a los millones de personas víctimas de desastres y conflictos que enfrentan adversidades, carencias y situaciones extremas y para quienes la solidaridad mundial puede significar la diferencia entre sobrevivir o enfermar severamente y morir.
Es también importante rendir tributo a los destinatarios de la ayuda humanitaria
El número de personas afectadas por conflictos y desastres naturales ha alcanzado cifras record en el mundo. Cuando el 8 de diciembre de 2014 se lanzó el Llamamiento Mundial Humanitario para el 2015, se consideró que había 102 millones de personas con necesidades de asistencia humanitaria y que 78 millones de ellos estaban en una situación de alta vulnerabilidad. Como resultado de lo anterior el Sistema de las Naciones Unidas y todos sus aliados humanitarios (organizaciones no gubernamentales y el movimiento de la cruz roja y la media luna rojas) plantearon que se necesitaban, durante 2015, 17.900 millones de dólares para brindar ayuda a cuando menos 57 millones de personas en 31 países del orbe a través de alrededor de 500 organizaciones humanitarias.
La entonces Sub-Secretaria de las Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios y Coordinadora del Socorro de Emergencia, Valerie Amos, en su alocución con motivo de este lanzamiento, hizo notar que cada año en este tipo de llamamientos mundiales humanitarios se solicitaba a los países aportantes de ayuda humanitaria más y más financiación, pero que a medida que las necesidades aumentaban la brecha entre necesidades y recursos se iba ensanchando cada vez más. El año anterior la cifra de personas afectadas había sido de 52 millones de personas y los requerimientos financieros para brindarles asistencia humanitaria habían sido de 12.900 millones de dólares, es decir un crecimiento de casi 50% en solo un año, lo cual revela la espiral mundial de crisis y desastres
Esto no incluía todavía ni la población ni las necesidades de ayuda financiera que supondrían más adelante la crisis del Sahel y Djibouti y el terremoto de Nepal, que elevarían las necesidades a 18.800 millones de dólares para atender 78,9 millones en 37 países afectados a través de 648 organizaciones humanitarias.
Particularmente alarmante resulta la situación de estas necesidades de asistencia humanitaria y requerimientos financieros al cabo del primer semestre del 2015. Al hacer un corte de caja sobre la respuesta humanitaria mundial en junio del 2015 se ha encontrado que solo el 26% de los recursos necesarios han sido aportados (4.800 millones de dólares), dejando descubierta una brecha de 14 mil millones de dólares que naturalmente impide prestar la asistencia humanitaria requerida a todos los que la necesitan.
La población afectada se distribuye a lo ancho del globo en numerosas crisis humanitarias, algunas de las cuales tenemos presentes pero muchas de ellas suponen escenarios que escapan de la atención de los gobiernos, del público y de la cobertura mediática. Los países y las poblaciones afectadas son: Afganistán, 3,8 millones; Burkina Faso, 969.000; Burundi, 200.000; Camerún, 1.7 millones; República Centroafricana, 2 millones; área colindante con la República Centroafricana,464.000; Chad, 2,5 millones; República Democrática del Congo, 5,2 millones; Djibouti, 273.000; Gambia, 314.000; Guatemala,180.000; Honduras,154.000; Irak,5.2 millones; Libia, 331.000; Mali,1.6 millones; Mauritania, 428.000; Myanmar, 536.000; Nepal, 2.8 millones; Niger, 2.5 millones; Nigeria, 2.8 millones; área colindante con Nigeria, 240 mil; Territorios Palestinos Ocupados,1.6 millones; Senegal, 1.1 millones; Somalia, 2.8 millones; Sudan del Sur, 4.2 millones; área colindante con Sudán del Sur, 821.000; Sudán, 5.4 millones; Siria,12.2 millones; área colindante con Siria, 5.3 millones; Ucrania, 3.2 millones; Vanuatu,158.000 y Yemen, 8.2 millones.
La brecha entre necesidades humanitarias y recursos disponibles se ensancha cada vez más
El nuevo Sub-Secretario de las Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios y Coordinador del Socorro de Emergencia, Stephen O’Brien, declaro el 5 de junio del 2015 en el Foro Mundial para Mejorar la Acción Humanitaria celebrado en Nueva York que cada día nos enfrentamos a un recordatorio del inmenso desafío que enfrenta la asistencia humanitaria en el mundo y de la apremiante necesidad de cambio y de progreso. Destaco que, como puede advertirse en la crisis del Sahel, enfrentamos cada vez más situaciones en las que múltiples factores están creando crisis crónicas, prolongadas, que ponen a prueba la respuesta humanitaria. Planteó que, aún cuando se hicieron progresos importantes con la Reforma Humanitaria del 2005 que siguió al tsunami del Sudeste Asiático y con la Agenda Transformativa del 2011 es necesario transitar hacia mejores y más rápidas respuestas a las poblaciones afectadas por las crisis. Enfatizó que la brecha entre necesidades humanitarias y recursos disponibles se ha ido ensanchando cada vez más y a mitad de este año ha alcanzado el porcentaje más bajo que se haya visto nunca.
O’Brien hizo dos señalamientos adicionales en esa oportunidad que es importante traer a colación. El primero se refiere a la necesidad de hacer más para dar respuesta a las necesidades de las personas en situaciones de conflicto, de encontrar mejores fórmulas para proteger a la población civil y de forzar una rendición de cuentas de aquellos que no respetan la Ley Internacional Humanitaria y no respetan los Derechos Humanos. El segundo se refiere a la importancia de que tanto la comunidad humanitaria como la comunidad del desarrollo encuentren mejores maneras de gestionar conjuntamente los riesgos y las crisis, ya que la acción humanitaria, especialmente en crisis prolongadas, no puede ser un sustituta de la provisión regular de servicios básicos año tras año.
Resulta claro que hay que deslindar los problemas de subdesarrollo crónico, que requieren acciones sostenidas e intensificadas con medidas de mediano y largo plazo por parte de los propios países afectados a las que se sume el apoyo firme de la ayuda oficial al desarrollo, de los problemas igualmente acuciantes pero debido a una intensificación extrema de las necesidades humanitarias que resultan de las crisis derivadas de conflictos, epidemias y desastres. De lo contrario se sobrecargara la agenda humanitaria, no alcanzaran los recursos que habitualmente se destinan a la asistencia humanitaria y no se emprenderán las medidas eficaces de desarrollo gradual y sostenible que las situaciones de subdesarrollo prolongado requieren.
Es importante destacar que todo esto coincide con el lanzamiento de una nueva agenda de desarrollo posterior al 2015: las metas de desarrollo sostenible para el 2030, las cuales han sido acordadas entre los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas hace apenas un par de semanas y que serán ratificadas y oficializadas en septiembre próximo por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Se trata de un amplio catálogo de aspiraciones mundiales en todos los sectores para cuya consecución hacen falta transformaciones profundas al interior de los países del Orbe así como cambios considerables tanto en el quehacer regional como mundial.
La nueva agenda de desarrollo obligará a reposicionar el sistema de la ONU para que sea más eficaz, eficiente y relevante
La nueva agenda de desarrollo acordada mundialmente obligara entre otras cosas a emprender un reposicionamiento profundo del Sistema de las Naciones Unidas, optimizándolo y racionalizándolo a fin de que sea más eficaz, más eficiente y sobre todo más relevante para la gente y no solo para los gobiernos de los países. Esto está siendo debatido ya al interior del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC) y habrá de cobrar expresión en las decisiones que se tomen al respecto durante la primera mitad del 2016
La agenda post 2015 requerirá una apuesta nacional, regional y global que busque ensanchar las acciones de consolidación de la paz y prevención de conflictos, intensificar la construcción de mayor “resiliencia” a fin de que los países estén mejor preparados para reducir riesgos y contender con los desastres, abatir la pobreza , reducir la vulnerabilidad extrema de las poblaciones que hoy requieren asistencia humanitaria y crear un mayor grado de convergencia y sinergia entre las respuestas humanitarias y la agenda de desarrollo sostenible superando los compartimentos estancos que hasta hoy prevalecen dejando grandes vacíos en los procesos de recuperación una vez que se agota la fase de asistencia humanitaria.
Daniel López Acuna es experto independiente en salud pública, sistemas de salud y asistencia humanitaria en salud. Ex alto funcionario de la Organización Mundial de la Salud. Miembro de la Sociedad Española de Medicina Humanitaria (SEMHU).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.