Asunto de peatones
Foto de Matt Hintsa en: Flickr Creative Commons
Se calcula que las emisiones de gases producidos por el tránsito son responsables de 21.000 muertes anuales a causa de enfermedades respiratorias entre la población adulta de más de 30 años. Y posiblemente éste constituya hoy el riesgo ambiental para la salud más importante en todo el mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha elaborado un mapa con la contaminación del aire de 1.100 ciudades de 91 países, y en España analiza la contaminación por partículas (PM10) en una veintena de ciudades, entre las que Santiago de Compostela ocupa la mejor posición y Zaragoza la peor. De hecho, según Ecologistas en Acción 9 de cada 10 españoles respira aire contaminado.
Y es que, hace algo más de 100 años que en las ciudades las personas convivimos con los vehículos, si bien éstos han ido ganando en ocupación del espacio y cantidad. Los ciudadanos, que antaño ocuparan las calles (para el paseo, el mercado, el encuentro, o el juego) poco a poco han renunciado a ello, relegando su espacio de tránsito a las aceras, convertidos en peatones, y en aras de una creciente velocidad en los desplazamientos. Tanto es así, que hoy los ambientalistas se plantean si el automóvil privado es el medio más adecuado para moverse por la gran ciudad: se calcula que en las horas de más tráfico de la ciudad londinense los coches avanzan más lento que una bicicleta o un carro de tiro; en la ciudad de Los Ángeles 90 horas al año se viven en atascos; y en Gran Bretaña un ciudadano medio dedica 106 días de su vida a buscar un lugar para aparcar.
Por todo ello, ya son muchas las grandes ciudades que incorporan medidas con el objetivo común de rebajar el tráfico urbano y así, los índices de contaminación que produce en sus calles. Algunos ejemplos: en Londres o Estocolmo se utilizan peajes. En Lisboa o Berlín se prohíbe la entrada a zonas del centro a los vehículos más contaminantes. En Milán se ha dotado de billetes de transporte público gratuito a aquellos que dejan su automóvil aparcado en su vivienda. La capital chilena este verano se ha visto obligada a impedir la circulación de un 40% del total de coches de la ciudad debido al alto índice de contaminación del aire. En Copenhague, ciudad pionera en el uso de la bicicleta y la peatonalización del centro urbano, el 40% de los habitantes utiliza este medio para desplazarse. En China, en la región central a las afueras de Chengdu, se proyecta una ciudad verde sin automóviles. Su diseño se basa en espacios interconectados de manera que las distancias a pie no sean muy largas, y en el uso de vehículos eléctricos. En España, Madrid se propone cerrar al tráfico el centro urbano. Una medida con la que, según los datos de Metroscopia, está totalmente de acuerdo un 40% de los madrileños y otro 34% se muestra más bien de acuerdo.
El danés Jan Gehl, es uno de los arquitectos que ha encabezado el movimiento de diseño urbano encaminado a recuperar espacios para las personas. Su propuesta se basa en tomar a la persona como unidad de medida y así, revertir los 50 últimos años de diseño de espaldas a los ciudadanos y en beneficio del automóvil. Su finalidad: diseñar las ciudades a escala humana. Gehl ha realizado intervenciones urbanísticas, siempre con este mismo criterio, en Copenhague, Londres, Melbourne, Nueva York o Sidney. En Nueva York propuso cerrar al tráfico de forma temporal varios tramos de Broadway y la mayor parte de la plaza de Times Square. El resultado: los peatones tomaron las calles, los espectáculos y las reuniones se sucedieron, los comercios multiplicaron sus beneficios. Y ya fue imposible arrebatarles esos espacios. Y es que, si las ciudades se diseñan con la persona como medida, las necesidades básicas del peatón, y ciudadano, se convierten en un asunto urbanístico fundamental.
En el año 2012 se realizó una película sobre la obra y pensamiento de Gehl: The Human Scale (la escala humana)
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