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Agua que viene del sol

La empresa española TTA lleva la electricidad hasta pueblos aislados de Chad Usa paneles solares que permiten iluminar sus casas y calles y obtener agua

José Naranjo
Unas niñas extraen agua con una bomba.
Unas niñas extraen agua con una bomba.TTA

En Mombou nunca hubo electricidad. Situado en la desértica región de Kanem, a unas cuatro horas de Yamena, la capital de Chad, aquí apretar un interruptor y que se encienda la luz viene a ser casi un milagro. Sin embargo, desde hace un año, los 500 habitantes de este pequeño pueblo ya pueden ver la televisión o simplemente pasear de noche por calles iluminadas. Y, lo que es mejor, pueden sacar agua del pozo, ahorrando esfuerzo, tiempo y dinero, con la que riegan las cebollas, tomates y zanahorias que asoman en sus pequeños huertos. Para Mombou ha sido una auténtica revolución que llega de la mano de la empresa española Trama TecnoAmbiental (TTA) y que, dicho en pocas palabras, supone aprovechar la energía solar para producir electricidad en lugares aislados. Y en esta tierra reseca, el agua es una auténtica prioridad.

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El proyecto Electrificación Rural para el Desarrollo Económico de Chad (ERDET) ha sido impulsado por la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) y está financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), creado en 1990 para hacer frente a los problemas ambientales globales y el Ministerio de Energía y Petróleo de Chad. La idea es instalar cinco micro redes piloto en cinco pueblos de este país que no se pueden conectar a la red eléctrica nacional debido a su aislamiento pero, sobre todo, pretende impulsar las energías renovables en este país africano a través del fomento de las actividades productivas, desarrollando el marco legal que permita la instalación, distribución y comercialización energética en las zonas rurales, y reforzando las capacidades políticas e institucionales para la promoción de las energías renovables.

De los cinco pueblos seleccionados, Mombou es el más alejado de todos. Allí, en pleno desierto del Kanem, unas 500 personas sobreviven en un entorno difícil gracias a los hombres que marchan hasta la capital para comerciar. Sin embargo, en la época de lluvias, muchos regresan para cultivar sus pequeños huertos. En total, 133 usuarios de este pueblo se han conectado a esta micro red, de los que dos se destinan a bombas que sacan agua del subsuelo y que se utiliza precisamente en esos cultivos, lo que permite que las mujeres se puedan dedicar a la agricultura todo el año y contribuye a enriquecer su dieta y, por tanto, mejorar la seguridad alimentaria con cebollas, pepinos, zanahorias, tomates, lechugas o calabazas.

Mombou es una comunidad remota donde el agua no llegaba. Ahora sí, gracias a estas placas solares.
Mombou es una comunidad remota donde el agua no llegaba. Ahora sí, gracias a estas placas solares.TTA

“Cuando pusimos en marcha las bombas alimentadas por energía solar los dueños de los campos de cultivo no se podían creer la cantidad de agua que obtenían. Nos preguntan cómo pueden mejorar sus métodos de riego para sacar más rendimiento a sus campos y a este agua que obtienen ahora de una manera más estable, pagando mucho menos y sin el ruido de fondo de un generador”, comenta Pablo Muñoz, ingeniero del proyecto. Es el milagro del agua en una región golpeada por la emergencia alimentaria debido a la sequía y a los problemas de seguridad relacionados con la presencia de Boko Haram en el Lago Chad, que está perjudicando de manera notable al comercio interregional.

Los otros pueblos donde ya funciona el proyecto ERDET desde junio de este año son Douguia, a unos 80 kilómetros al norte de Yamena, con 54 usuarios conectados, y Guelendeng, a unos 180 kilómetros al sur de la capital y con 27 beneficiarios. Asimismo, está previsto que el proyecto llegue también a las localidades de Mailao y Dourbali, a unas dos horas al sur y este de Yamena respectivamente. La empresa TTA que ejecuta el proyecto está pendiente de recibir los fondos correspondientes del Gobierno chadiano para continuar en estos dos pueblos.

Se ha instalado una central solar fotovoltaica, con unos 170 paneles en cada uno de los cinco pueblos beneficiarios

“Los objetivos específicos del proyecto son la estabilidad y la durabilidad a través de un sistema de tarifas adaptadas a cada consumo, el desarrollo de las capacidades productivas en cada pueblo, la replicabilidad de un modelo similar en otras zonas rurales del país y la promoción de las energías renovables en Chad”, asegura Marta Pascual, especialista en Desarrollo Comunitario de TTA. Pero, ¿cómo funciona? “Tras la instalación de una central solar fotovoltaica, con unos 170 paneles en cada pueblo y una sala de baterías que asegura el suministro las 24 horas del día, la energía fluye a través de una línea enterrada de distribución eléctrica de baja tensión que la lleva hasta los usuarios, a quienes se ha instalado un dispensador. Los usuarios tienen una tarjeta magnética que recarga cada mes para poder disfrutar de su energía”, explica Muñoz.

Uno de los aspectos más interesantes es que el consumo se ajusta en función de las necesidades de cada usuario. Se les asigna una Energía Diaria Disponible en su contador que pueden usar como les parezca, pero el contador es inteligente y les avisa si les queda poca energía ese día, si ha acumulado consumo de días pasados y por tanto les queda electricidad disponible o si, por el contrario, deben moderar el uso porque hay mucha gente consumiendo a la vez. Los usuarios acuden a principios de mes a la central para pagar su mensualidad y allí se les recarga para los próximos 31 días. Por ejemplo, una pequeña tienda consume 550 vatios hora cada día por los que paga unos seis euros al mes, mientras que en centros de prestación de servicios como talleres de costura o mezquitas el gasto se eleva a unos 17 euros mensuales. Centros de salud o tiendas donde hay neveras conectadas pueden alcanzar los 65 euros al mes.

Campos irrigados gracias a la energía solar.
Campos irrigados gracias a la energía solar.TTA

Otro enfoque que TTA ha querido privilegiar ha sido la participación comunitaria. En cada pueblo se ha creado una asociación que se encarga de la gestión local de la micro red, integrada por un comité de representantes de carácter voluntario y tres empleados, un director local, un responsable del mantenimiento de la central y un guardián. Precisamente las tarifas se destinan a cubrir los salarios de estos tres empleados, además de los gastos de reposición de material, el combustible del grupo electrógeno de apoyo, los costes de operación y mantenimiento y los seguros. De esta manera, cada pueblo se asegura su independencia energética que permitirá desarrollar las actividades económicas y comerciales de manera local, generando un gran impacto en los pueblos de alrededor que por ejemplo ahora podrán encontrar en el mercado de Mombou las verduras cultivadas con el agua proveniente de energía solar que antes sólo llegaban desde las grandes ciudades.

Si surgiera un problema que no está al alcance del responsable local de mantenimiento, una empresa chadiana llamada IDEB cuenta con personal disponible y formado por TTA para trasladarse desde la capital hasta los pueblos, mientras que TTA, operador de las micro redes y responsable del servicio eléctrico, se hace cargo de la gestión financiera, la formación, el monitoreo y la evaluación. Esta empresa, con sede en Barcelona y especializada en micro redes aisladas de generación fotovoltaica, lleva más de 30 años realizando consultoría e instalaciones como estas por el mundo. Parte de su filosofía es que los usuarios que se conectan a estos sistemas saquen el mejor rendimiento a sus consumos eléctricos y entiendan el valor de la energía. “Cada usuario es una parte fundamental del sistema. Al pagar una pequeña cantidad mensual para el mantenimiento de la central, se hacen responsables de su uso”, añade Pascual.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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