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Las incógnitas de 'La conjura de los necios', desveladas

Hablamos con el biógrafo del escritor para arrojar luz sobre la leyenda que lo rodea. No, el mito no tiene que ver con la realidad

Cartel promocional del 'Ignatius day', celebrado el pasado 9 de julio en la Casa del Lector (Madrid)
Cartel promocional del 'Ignatius day', celebrado el pasado 9 de julio en la Casa del Lector (Madrid)Ilustración de Julia sardá

A estas alturas, está más que claro que La conjura de los necios puede ser calificada como obra maestra, además de por su brillantez, por su universalidad, cosa compleja tratándose de una sátira de tales dimensiones, donde la risa es una constante desde sus primeras páginas. Por ello, también, tenemos claro que es una novela anticanónica pero que, sin embargo, por causas más que suficientes, entró a formar parte de un canon literario que, por definición, es siempre cerrado y academicista. La presencia de este relato canónico, sumada a la configuración misma de la novela y la borrosa imagen de un autor que, desesperado por publicar su obra, acaba suicidándose, han influido de una u otra manera en la recepción de este clásico de la literatura del siglo XX. A partir del profundo trabajo de investigación llevado a cabo por Cory MacLauchlin en Una mariposa en la máquina de escribir. La vida trágica de John Kennedy Toole y la extraordinaria historia de “La conjura de los necios”, (Anagrama) intentamos deshacer los falsos mitos que se han creado en torno a la vida de Toole y la escritura de su obra. Por la reivindicación de Ignatius, que no es Toole, y de Toole mismo, despojado de ese halo de misticismo que trae el desconocimiento. Por que los necios no se conjuren contra ellos.

¿Fue el rechazo la causa directa del suicidio del autor? No, si partimos de la base de que el mensaje que el editor Robert Gottlieb mandó a Toole tras recibir su obra en Simon and Schuster no fue un no cerrado, y que Toole decidió no mandar la obra a otra editorial, por lo que no fue directamente rechazado por ninguna. En palabras de Cory MacLauchlin, “el modo de describir el final de Toole fue introducido en el relato mítico de la muerte del escritor y, ante todo, ese relato no es cierto.” Por otro lado, añadido a su situación personal, económica y familiar, su sueño de convertirse en escritor parecía ser un camino a elegir entre dos, y ninguno de los dos lo convencía del todo, pues ante todo “era un joven en medio de una decisión muy difícil. Había visto la rigurosa vida académica en Columbia, y al mismo tiempo se sentía cautivado por los beats.”

Quizá la imagen más clara que tenemos de lo que pensaba Toole en este sentido nos la ofrece su poema “El Árbitro: sobre el papel demoledor de la crítica”, cuyo verso final da título a la biografía de MacLauchlin. Lo que sí sabemos con seguridad es que “la estabilidad económica era un problema, así que se trataba de una decisión difícil, y comenzó a sumergirse en esa decisión.”

“El modo de describir el final de Toole fue introducido en el relato mítico de la muerte del escritor y, ante todo, ese relato no es cierto.”

¿Se puede interpretar La conjura de los necios como la nota de suicidio que nunca leímos? No, en absoluto. Es un error muy común envolver a un escritor de vida compleja y casi desconocida en el halo de la depresión y la locura, más aún cuando su obra se publica póstumamente, y después de un suicidio. Toole no es el primero ni será el último en este sentido. Partamos, primero, de la base de que ninguna, o casi ninguna, obra literaria puede interpretarse de manera completa a la luz de la vida de su autor. En segundo lugar, ahora que conocemos bastante mejor su historia personal, podemos afirmar que “la parte de la historia que tiene que ver con la enfermedad mental llegó después de la novela. Quizá siempre estuvo ahí, pero creo que es un error clasificarlo como un escritor deprimido o loco. Cuando escribía, era una persona muy centrada, por eso pudo escribir una novela en seis meses.”

"Es un error clasificarlo como un escritor deprimido o loco. Cuando escribía, era una persona muy centrada"

¿Es la madre de Toole la única fuente fidedigna para conocer su vida? Después de esta biografía y el documental John Kennedy Toole. The Omega Point, de Joe Sanford, podemos afirmar que no. Es de sobra conocida la complicadísima relación que Thelma mantenía con su hijo, y ese control ha influido también en las fuentes, puesto que los documentos que aparecen en los llamados Toole Papers fueron “seleccionados” por ella. MacLauchlin parte de ahí y afirma que “los testimonios de los amigos ofrecían, por el contrario, un poco de distancia. La entrevista más emocionante de todas fue la que le hice a Linda, la hermana de su mejor amigo, Cary Laird, a partir de la cual me di cuenta de cómo él observaba su ciudad.” La imagen, por otro lado, aún no puede ser definitiva tras conocer que no se puede disponer, al menos, de una fuente que podría cambiar la historia sustancialmente, una carta en posesión de “una mujer a la Toole propuso matrimonio.” Quién sabe.

¿Es Ignatius Reilly el alter ego de Toole? Empezamos a leer una novela. Lo que sabemos del autor es que se suicidó y que no consiguió publicarla en vida. El protagonista de la novela es un personaje lleno de excentricidades que está escribiendo una crítica que a nadie parece interesar contra la absurda modernidad que le ha tocado vivir. Lo primero que pensamos es que Ignatius es un clarísimo alter-ego del autor. Mal. Primero, porque complicado cuanto menos sería que cualquiera se describiera a sí mismo como Ignatius Reilly. Segundo, porque casi ninguno de los rasgos del personaje (más allá de lo anecdótico de la venta de perritos calientes) coincide con los del autor. Y tercero, porque hay un referente más claro para este personaje, tal y como se cuenta en la biografía de McLauchlin: el de Bobby Byrne, amigo de Toole. Y es que el escritor tenía un humor desbordante, como podemos imaginar. La descripción de Byrne sí coincide a la perfección con la de Ignatius: “El bigote, el sobrepeso, alto, torpe, adoraba los perritos calientes, estaba obsesionado con la filosofía medieval, era un intelectual pero al mismo tenía un punto grotesco, era conocido por tirarse pedos en público.” Quizá hay también otra diferencia fundamental, que parte del final de ambas historias. Ignatius, antitodo solitario, ve su revolución apoyada por Myrna y “cuando se está marchando de Nueva Orleans y huele su pelo, vemos humanidad en un personaje del que nos hemos estado riendo durante cientos de páginas. Mucha gente ve esto como una especie de fracaso, yo lo veo como una victoria, la victoria que Toole no pudo conseguir y que se ve representada en su personaje.” Ignatius logra huir, así, de una situación de la que el escritor no pudo escapar sino con el suicidio.

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