El ‘efecto Sánchez’
El aspirante socialista a La Moncloa debe aclarar su proyecto económico
Pedro Sánchez lanza hoy su campaña hacia La Moncloa ofreciéndose como única alternativa viable al Partido Popular en las próximas elecciones generales. La paz establecida con la presidenta andaluza, Susana Díaz, descarta un pulso interno que habría sido letal en el proceso de recuperación de esta opción política, lo cual se ha traducido en una convocatoria de primarias que es innecesario celebrar por falta de rivales. El momento parece muy adecuado para Sánchez, mejor valorado que sus antecesores durante los últimos años y aprobado masivamente por los simpatizantes del PSOE, como se refleja en el sondeo de Metroscopia publicado hoy en EL PAÍS.
Que Pedro Sánchez se consolide internamente es positivo para acabar la reconstrucción del edificio socialista, pero esto no resuelve el conflicto con la sociedad. Los pactos municipales y autonómicos le han ayudado a mejorar el efecto de un resultado en votos que ha sido de los más bajos obtenidos por esta fuerza política desde la Transición. Y han diluido la definición del proyecto a causa de las cesiones y matices necesarios para llegar a acuerdos con opciones más a la izquierda y con nacionalistas. Declararse socialdemócrata tampoco es una aclaración suficiente, porque esta corriente atraviesa un estado de dudas y de divisiones a lo largo de Europa que complica reconocer de qué hablan Pedro Sánchez y los suyos cuando se declaran los protagonistas o representantes de este sector.
Al final, no se pueden ganar las elecciones sin propuestas convincentes. Una de las incógnitas más importantes es el proyecto económico y la gestión de esta parcela, clave para la vida de todos los ciudadanos. Pedro Sánchez tiene que aclarar cuál es el proyecto y quién tiene en la cabeza para llevarlo a cabo. No debería olvidarse de Ed Miliband, el líder laborista al que las encuestas daban por ganador de las elecciones británicas del 7 de mayo, que hubo de dimitir tras una humillante derrota y cuya principal debilidad fue la economía: el ataque contra la austeridad excesiva de Cameron funcionó hasta que el retorno del crecimiento y del empleo lo convirtió en un mal argumento.
Por bueno que sea el efecto Sánchez para el PSOE, ahora se mueve en un terreno de mayor pluralidad y competencia. Los caladeros del voto socialista están muy disputados por otras flotas partidistas, desde Podemos a Ciudadanos o los nacionalistas. El PP tampoco renuncia a pescar en esas aguas, como lo prueba el discurso adoptado por Mariano Rajoy al presentar a Sánchez como un peligroso radical dispuesto a venderse a Podemos. Así pues, no son pocos los adversarios que salen al paso del partido del centro-izquierda.
Editoriales anteriores
El camino del secretario general del PSOE no será fácil. Es lógico que trate de tocar el poder atacando al PP como adversario natural, pero también tiene la responsabilidad de no ceder al radicalismo; por eso necesita explicar con claridad lo que pretende, si quiere ganarse la confianza de la ciudadanía. Para lograr el despegue definitivo ha de apelar a la mayoría desde la centralidad ideológica, que es el terreno donde se ganan las elecciones y del que el PSOE no debe apartarse.
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