Diva Jenner
A los 65 años, Caitlyn Jenner ha dado un paso que pocos se atreven y muchos menos cuentan y, como su saga, ahora regala con gusto
Un cambio vital a los 20 puede resultar, quizá, sencillo para los más lanzados. A los 30, a los 40, con algo más de teórico aplomo, la cosa puede ir mejor. Pero imagino que cuando uno cumple 65 años, ha tenido tres relaciones importantes con tres mujeres que le han dado 10 hijos, entre propios y adoptados, y decide cambiarse de sexo… Eso debe ser, lo menos, muy gordo. Gordísimo. Pocas palabras lograrán describirlo.
De ahí que Caitlyn Jenner, nacida Bruce, haya relatado en su entrevista para Vanity Fair en Estados Unidos que la sesión de fotos que la ha puesto ante los ojos del mundo tras su cirugía facial (ella misma ha contado, con naturalidad, que no genital) le haya resultado similar emocionalmente a cuando ganó el oro en los Juegos Olímpicos de Montreal, en 1976. Esa sí es una descripción potente, Caitlyn.
Si las Kardashian son puro espectáculo —de los más potentes de Estados Unidos y, queramos o no, de este mundo—, su padrastro no iba a quedarse atrás. Pero lejos de las excentricidades y los lloriqueos de esas niñas mimadas de la tele, Jenner ha querido vender algo muy distinto (ella es Caitlyn, no Kaitlyn) y se ha encargado de contarlo con potencia: “Esto no es una fanfarria, es tu vida”. Una vida sometida a horas de quirófanos, críticas, persecuciones y cotilleos. Que a los 65 ha dado un paso que pocos se atreven y muchos menos cuentan y que, como su saga, ahora regala con gusto. Para cotillas, atónitos e indecisos. Chupaos esa.
Luego nos quejamos, pero (muy) de vez en cuando, cuánto bien hace el famoseo a este planeta.
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