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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Daños en cadena

Cuando Qatar quiere organizar un Mundial, el orden establecido se prepara para el caos

Ni turrón, ni sorteo de la lotería, ni Cortylandia; la sensación en diciembre de 2022 será la final del Mundial de fútbol en Qatar. Para entender esta singularidad hay que remontarse a un disparate original, causa de una cadena de daños que se van parcheando al buen tuntún según vencen las fechas del calendario. El disparate primigenio se cometió en 2010: Qatar fue el país designado para organizar el Mundial de fútbol en 2022. La decisión causó estupor general. Primero, por razones obvias (en julio la temperatura en aquel país ronda los 50 grados centígrados; es como jugar al fútbol en Mercurio) y, después, por razones de carácter ético-social. Si se pretende que las inversiones que libera un Mundial deberían favorecer la mejora de las condiciones estructurales de la población, esa pretensión está muy lejos de cualquier escenario probable. Cundieron sospechas de compra de voluntades y causaron sensación unas declaraciones de Joseph Blatter, presidente de la FIFA, en septiembre de 2013 en las que denunciaba que en la asignación del Mundial mediaron “presiones políticas”.

A partir de este despropósito germinal —a nadie se le ocurriría jugar en el Ártico o entre los géiseres de Islandia— van apareciendo daños en cadena. Como no se puede jugar a 50 grados, hay que desplazar la fecha de celebración a meses más templados; así que el comité ejecutivo de la FIFA entiende que el campeonato debe jugarse entre noviembre y diciembre (saltándose a la torera las condiciones de la concesión, otra prueba de que el dinero no da la felicidad pero se impone a cualquier racionalidad); en consecuencia, hay que parar las ligas europeas donde, por cierto, juegan la mayoría de los mundialistas, incluidos los sudamericanos.

Y como hay que parar las Ligas, se pedirán indemnizaciones por los perjuicios causados; cambiarán los contratos por las retransmisiones televisivas; el gasto excepcional de la UEFA repercutirá en las ayudas al fútbol base; y así sucesivamente. Síntesis: cuando Qatar quiere organizar un Mundial, el orden establecido se prepara para el caos. A la final del campeonato los aficionados irán con panderetas y el himno será el villancico 25 de diciembre. Fun, fun, fun.

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