7 fotosAventuras sin límites en un mundo perdido de América del SurNos enfrentamos a un reto mayúsculo con un mayor aliado seguir el Rally Dakar en un MINI Countryman. Los superamos con nota 12 mar 2015 - 10:51CETWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlaceArrancamos en las ardientes tierras de Córdoba. Desde allí atravesaremos a la provincia de La Rioja para escalar hasta la Puna, el altiplano a casi 5.000 metros, entre Catamarca y Salta. El primer día, tras abandonar la carretera y atravesar la Pampa de Chala, llegamos al campamento entre formaciones graníticas y una inmensa luna llena. El emplazamiento, el Colegio Liqueño, un lugar perdido en las montañas a 2100 metros de altitud y sorprendentemente aislado, funciona como internado para 23 niños de escasos recursos. Y si ahora en verano las noches son frías, da miedo imaginar la época de nieves en este lugar en plena nada. En 1986, aquí tuvo lugar el mayor despliegue de búsqueda en la historia de Argentina. Cuatro muchachos se rebelaron, y decididos a jamás volver a sus casas, iniciaron una fuga de trágico final. Su aventura terminó con ellos congelados al llegar la noche y una terrible nevada a 15 grados bajo cero. Lugares recónditos, escondidos en las altas cumbres, que guardan historias como estaDÍA DOS. LA POSTA - CHEPES La Ruta deja la provincia de Córdoba para adentrarnos en La Rioja Argentina. Nuestro fin de etapa, el Hipódromo El Pedernal, en Chepes, es un inmersión en el espíritu de los Gauchos, quizás una de las señas más arraigadas de las peculiaridades de esta tierra. Protagonistas, como Martín Fierro, de una particular literatura referida a ellos, estos hábiles jinetes han manejado el ganado de estas inmensas extensiones. En el hipódromo, entre carreras de caballos, exhibiciones, y silbidos de pintorescos vaqueros con sombrero y montura, vivimos de lleno ese espíritu llanero. Pero antes de llegar, el recorrido nos presenta un momento para la magia y la fe. La espiritualización del viaje. En el polvoriento camino por los Llanos Riojanos, paramos junto a una pequeña capilla, con su santa escoltada por ingentes reservas de agua. No comprendemos el porqué, pero si su sentido, y aunque no somos muy devotos, hacemos una apuesta a todo o nada. Dejamos allí nuestro agua. Una ofrenda para un viaje sin problemas, custodiado por este desconocido espíritu benefactor. Los días posteriores, por todos los arcenes encontramos algo parecido: capilla y botellas llenas. Todas veneran a la Difunta Correa, figura mítica que despierta devoción en todo Argentina. Cuenta la historia que su marido fue reclutado forzosamente en 1840 en las guerras civiles. Angustiada, decidió seguirle, perdiéndose en el desierto y muriendo de sed. Hoy los camioneros y todos los conductores veneran su imagen buscando su protección en el viaje. Cada vez más inmersos en el sentir del país, nuestra aventura se presenta más excitante...¡Más ahora que contamos con la Difunta Correa como aliada!DÍA TRES. PARQUE ISCHIGUALASTO–TALAMPAYA Antes de que el estreno de 'Jurassic world' despierte de nuevo la fiebre por los dinosaurios, disfrutamos de la posibilidad de conocer in situ los paisajes que pisaron estos animales antes de su extinción y, de paso, dejarnos sorprender por uno de los sietes entornos declarados Patrimonio de la Humanidad en Argentina. Se trata de Ischigualasto (también conocido como Valle de la Luna) y Talampaya, dos parques naturales contiguos ubicados en el borde occidental de las Sierras Pampeanas del centro del país, entre las provincias de San Juan y La Rioja, que abarcan una superficie total de 275.300 hectáreas. Una región desértica famosa por el alto número de yacimientos arqueológicos y paleotológicos, únicos en el mundo, en los que se han descubierto fósiles de toda clase de animales y plantas del Período Triásico. Si lo de contemplar huesos le aburre, solo el paisaje y sus cañones justifican la visitaDÍA CUATRO – RALLY DAKAR MEETING Cada día del rally un gigantesco ejército tiene que instalar su campamento para pernoctar. Una ciudad que se crea de la nada, para dejar vacío el solar la mañana siguiente. Camiones, motos, coches, fiestas, ropa colgada, tiendas y restaurantes de campaña. Y sobre todo, mecánicos revisando vehículos, limpiando motores, solucionando problemas, mientras los pilotos se recomponen. En el espacio-parcela que ocupa la logística de MINI, del tamaño de un campo de fútbol, saludamos a Nani Roma y nos dejamos aconsejar por sus mecánicos. Unas cuadras más allá vemos al resto de equipos y competidores. Una gran concentración de estrellas en tensión. Mañana la ciudad desaparecerá sin dejar rastro para ser montada en el próximo lugar. El mundo sigue girandoDÍA CINCO – CHILECITO-ANTOFAGASTA DE LA SIERRA En nuestro potente MINI Countryman la comodidad y la seguridad es tan absoluta, que no admite comparaciones. Montañas de más de 5000 metros y volcanes cónicos pintados de negro nos escoltan en la áridez del camino. Cuando nos acercamos a Antofagasta al atardecer, el sol se suaviza y aparece un enorme lago de colores verdes olvidados, que es como descubrir tierra tras salir del silencio del océano. Paramos, disfrutamos el agua del mayor oasis de la Puna. Entramos en la ciudad y los niños de la escuela, prevenidos de nuestra visita, nos reciben con dibujos de nuestros coches entre montañas. Los dibujos también muestran un sol sonriente entre las pirámides perfectas de dos volcanes. ¿Piramides? Todas las culturas, desde los mayas hasta los egipcios las construyeron para atraer energía. Aquí este poder es palpable.DÍA SEIS – ANTOFAGASA-TOLAR GRANDE Majestuosa etapa, bajo el mismo cielo protector rozando los 5.000 metros. El aire limpio es pura medicina para el espíritu. Pero debemos ser precavidos con los esfuerzos extras en este periodo de aclimatación. Todo es más lento. Al traspasar un alto, nos asomamos a un solar. Un inmenso desierto blanco que se extiende bajo nuestros pies. Y desde allí, a otro más ardiente aún. El Solar del Hombre Muerto nos da la bienvenida con la calavera de un vaca empalada sobre un poste a 4.600 metros de altura. Los pensamientos se ralentizan pero el coche sigue avanzando sobre este paisaje que en cualquier postal confundiríamos con nieve. Por fin, la pista se humaniza con algún poste telegráfico que nos anuncia la llegada a Tolar Grande, pueblo a 3.500 metros del departamento de los Andes, en plena Puna Salteña. Un lugar único, inquietante, para siempre perdido en el universo de los mapas... DÍA SIETE – TOLARGRANDE-PUNAMANCA Dejamos Tolar Grande para meternos de nuevo por pistas polviorientas, paisajes donde solo varía el color rojo de esta tierra olvidada, a veces más ocre, otras con mayor carga de magenta, o más amarillento…El MINI avanza alegre, valiente, dejando una estela de polvo a su paso que parece que despega en su misión espacial. Un cartel anuncia: Desierto del Diablo. Aquí el infierno son montañas de sólido barro, donde la pista circula por cañones y en cada curva aparece una formación más imposible. Llegando a San Antonio de los Cobres, una llama aparece en la carretera. En anteriores encuentros, todas han huído al acercarnos. ¡Esta no! ¡Parece que hace autostop! Así que paramos y al abrir la ventanilla, mete su cabeza, su cuello entero hasta el punto que parece va a cambiar la música…Desconcierto total, abandonamos la nave buscando una solución a este reto desconocido hasta que escapamos de allí en un descuido del animal.