El valor de la experiencia
Una de las costumbres sociales que se han repetido en todas las civilizaciones es la de agrupar el poder de la tribu en torno a los más sabios, que solían coincidir con los más experimentados, con los que más habían vivido. Esta organización social se repitió desde la antigua Grecia a las sabanas de África o a las cimas del Tíbet. Uno de los métodos por los que el ser humano aprende es a través de sus propios errores, siendo la experiencia la mejor enciclopedia.
Sin embargo, en las economías occidentales ese viejo precepto parece haber sido aparcado en un olvidado estante, y la incansable necesidad de permanentes novedades lleva a expulsar de los circuitos profesionales y mercados laborales a personas cada vez más jóvenes. El anterior presidente del Gobierno de España pasó a una segunda línea política con 51 años, la misma edad que su antecesor y 53 años tenía a quien este sucedió. Esto es sólo un ejemplo, pero ilustra lo que sucede en nuestras empresas: personas con poco más de 50 años son “invitadas” a abandonarlas, priorizando unos costes laborales más bajos. Aunque ese rejuvenecimiento no llega a los más altos niveles de las estructuras empresariales, donde sí se mantienen ejecutivos que han superado la edad oficial de jubilación. Uno de los retos de la sociedad es aprovechar esa experiencia de la que se está prescindiendo y crear canales, en las propias empresas, donde ese saber hacer pueda ir siendo trasladado a los más jóvenes. La mezcla con su pujanza será la clave del éxito de los próximos años.— Mario Martín Lucas.
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