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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Respetar a los votantes

Candidatos y partidos deben elevar el tono de los discursos y explicar con claridad sus proyectos

Antes de que la trompetería electoral lo inunde todo con el arranque de las sucesivas campañas previstas, conviene establecer un mínimo grado de acuerdo sobre la necesidad de respetar los derechos de los electores a ejercer sus opciones con pleno conocimiento de causa. Y desde luego no sirven a esa finalidad las banalidades que se vienen prodigando en las últimas semanas, muy poco interesantes para ayudar a los votantes a mover ficha en un tablero roto por las consecuencias de las crisis económica y política.

Cuando Pablo Iglesias lanza este mensaje a Mariano Rajoy: “tictac, tictac”, en señal de cuenta atrás que nos retrotrae a la cultura de Peter Pan; o cuando el socialista Antonio Miguel Carmona exhibe “frente al tictac, el pim pam de propuestas”, las nuevas figuras parecen deseosas de encontrar un lenguaje que les conecte con el electorado que reclama cambios y separarse de las élites. Sin embargo, ese populismo expresivo solo es un modo de enmascarar la necesidad de afrontar los problemas de fondo.

Mucho se ha criticado a la política cuando tomaba a los electores por “clientes” a los que se les debía vender algo como fuera, cosificando así al votante. Pero cambiar esos malos hábitos por fórmulas tan banales y frívolas degrada aún más al ciudadano, tomándole directamente por tonto. Cabe esperar que la lucha por el espacio de centro-izquierda se desarrolle en adelante sobre la base de ideas y propuestas bastante más serias.

Tampoco es creíble la estrategia de argumentario con que Mariano Rajoy y otros dirigentes del PP parecen ocuparse del distanciamiento ideológico de sus bases más tradicionales y la decepción de otros sectores de sus seguidores con los resultados de la política practicada. Decirles que se necesitan “ideas claras”, que al parecer consisten en no perjudicar la recuperación económica o no mover la Constitución, se antojan vaguedades insuficientes para pretender que los electores les permitan seguir gobernando en los próximos años las múltiples instituciones (municipales, autonómicas, estatales) de las que son responsables.

La simpleza es una respuesta inapropiada al estado en que se encuentra el cuerpo electoral. Reiteradas encuestas han dejado clara la fragmentación del centroizquierda, la duda suscitada en el centro-derecha y el amplio enfado ciudadano con los resultados de las políticas llevadas a cabo en los últimos años, que les lleva a buscar nuevas opciones y abre hueco a la emergencia de fenómenos como Podemos y Ciudadanos. Frente a un escenario tan volátil, tanto los nuevos actores políticos como los partidos tradicionales deben plantear proyectos, elevar el tono de los discursos, afinar los mensajes y explicar claramente lo que pretenden hacer.

No se puede pasar por alto que este año electoral se va a desarrollar bajo una aguda desafección hacia los políticos, con la corrupción y el fraude en los lugares de cabeza de los problemas del país, después del paro. Los datos de las encuestas al respecto aumentan desde hace años, lo cual difumina la posibilidad de que se trate de un fenómeno temporal. La firmeza con que amplios porcentajes de ciudadanos manifiestan que jamás votarían al PP, al PSOE o a Podemos augura campañas centradas más en el miedo o en el desprecio a los otros que en la construcción de alternativas. Hay que romper la dinámica de la política institucional concebida como una rémora, porque sin ella no hay solución.

Tampoco se trata de destruir lo existente sin saber qué se va a construir después. El caso de Grecia lo deja bastante claro: los problemas en los que se debate el Gobierno de Tsipras con la Unión Europea demuestran que hace falta mucho más que un tictac o un pim pam para hacer frente a las graves dificultades del presente.

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