Mala estrategia
La conducta de Monedero es incompatible con los principios que Podemos dice defender
El cofundador y número tres de Podemos, Juan Carlos Monedero, no ha despejado las dudas que se han suscitado sobre su patrimonio y el cumplimiento de sus obligaciones fiscales. Desde que EL PAÍS dio a conocer que Monedero había tenido que pagar 200.000 euros a Hacienda para evitar una sanción fiscal, el dirigente de Podemos ha ofrecido datos sobre los saldos de sus cuentas, pero la información hecha pública no despeja las incógnitas abiertas. En particular, las que hacen referencia a la procedencia de ese patrimonio y su relación con la financiación del partido.
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En su comparecencia pública, Monedero mostró depósitos por valor de 205.769 euros en cuatro cuentas bancarias. Una de ellas, con un saldo de 138.000 euros, está a nombre de la sociedad Resistencia Motiva-2, a través de la cual, supuestamente, facturó y cobró 425.000 euros en 2013 por unos trabajos de asesoría realizados para los Gobiernos de Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia tres años antes. Recurrir a una empresa instrumental para pagar menos impuestos no deja en buen lugar a un dirigente que pide el apoyo de los ciudadanos para barrer con una escoba el sistema de partidos, al que responsabiliza de la corrupción y el deterioro de la democracia. ¿Y qué es eso de que quien pretende gobernar en España no puede mostrar ciertos trabajos mientras Venezuela no se lo permita?
El hecho de haber presentado una declaración fiscal complementaria indica que el propio Monedero era consciente de la naturaleza evasiva de las operaciones que había realizado. Y aunque la regularización pueda evitarle males mayores, no deja de ser un síntoma de una manera muy poco escrupulosa de proceder por parte de quien asegura velar por los intereses de los ciudadanos. Así lo entienden muchos de los seguidores y simpatizantes de Podemos, que en sus foros internos piden que Monedero sea apartado del proyecto.
Una formación que pretende erigirse en el azote moral del resto de fuerzas políticas no puede permitirse una duda tan palmaria sobre la ética de uno de sus principales dirigentes, sobre todo cuando ni siquiera ha empezado a gestionar el poder. Ha reaccionado con aires de vieja política, presentándose como víctima de una conspiración, al amparo de torpezas del ministro Montoro. Esa estrategia puede minar la confianza de muchos ciudadanos en Podemos y resulta incompatible con los principios que ese partido político dice defender.
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