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Cómo comer como Obama

El presidente de Estados Unidos combina locales populares de platos rápidos con restaurantes sofisticados

Barack Obama en una puesto callejero en Washington.
Barack Obama en una puesto callejero en Washington.

Al preguntarle por ese día, a Cristal Howle se le ilumina el rostro al instante. “Cuando entró, me lo quedé mirando y me dije ‘¿Realmente es él?”, rememora con entusiasmo. Ese día fue el viernes 16 de mayo de 2014. Y él es Barack Obama. El presidente de Estados Unidos y su vicepresidente, Joe Biden, se escaparon al mediodía de la rutina de la Casa Blanca para ir a almorzar con cuatro trabajadores de la construcción a un local de la cadena de hamburguesas Shake Shack en Washington.

Acudió con Joe Biden y cuatro trabajadores a una hamburgueseria

No es un episodio aislado: desde que accedió al Despacho Oval hace seis años, Obama ha comido fuera al menos una vez casi todos los meses y en ocasiones hasta siete, según un análisis de la revista Time de todos los movimientos del mandatario detallados por la comitiva de periodistas que cubren su día a día. Desde 2009, Obama ha desayunado, almorzado, merendado o cenado en más de un centenar de establecimientos comerciales. Cerca de un cuarto de estos están en Washington. El resto van desde Nueva York o Honolulu hasta París o Tokio. Para algunos, es el presidente estadounidense más gastronómico.

Michelle y Barack Obama en un restaurante en Washington.
Michelle y Barack Obama en un restaurante en Washington.Leslie E. Kossoff

Sus elecciones son seguidas muy de cerca y marcan tendencia. Hay incluso una web que analiza sus hábitos culinarios (ObamaFoodorama.com). “El presidente tiene un paladar educado y sofisticado”, dice su creadora, Eddie Gehman Kohan, en un correo electrónico. Kohan destaca sus preferencias por ingredientes “orgánicos e innovadores”, y asegura que la familia presidencial come “ultra saludable” en su día a día en la Casa Blanca gracias al huerto orgánico en su jardín. Los almuerzos de Obama en sitios de comida rápida son una excepción, que tilda de "puro teatro político comestible".

El establecimiento de Shake Shack está ubicado a un par de calles de la plaza de Dupont, en el centro de la capital del país y a cinco minutos en coche de la famosa residencia presidencial. Howle trabajaba ese día en la cocina, justo detrás de las cajas registradoras. “Entraron como una persona cualquiera”, recuerda. Pero estaba claro que no lo era: Obama y Biden iban escoltados por guardas de seguridad, y rodeados de periodistas y camarógrafos. La hamburguesería no había tenido noticias previas de la histórica visita hasta que aconteció.

Pero su elección no fue casual: Obama reveló que fueron allí por sus “grandes hamburguesas y porque pagan a sus trabajadores más de 10 dólares la hora”. Con esa y otras visitas, el presidente busca presionar al Congreso para que apruebe su petición de subir el sueldo mínimo federal hasta esa cantidad. Y con la fotografía junto a trabajadores de la construcción, mostrarse cercano a la calle y promover su plan de una mayor inversión en infraestructuras.

Desde 2009 ha ido a un centenar de sitios desde Tokio a Washington

Todos ellos se sentaron como unos clientes cualquiera en una mesa. El Servicio Secreto cerró el acceso al local, pero dejó que los comensales que ya estaban dentro siguieran almorzando. Clientes y trabajadores se quedaron atónitos. “Parecía un espectáculo de televisión”, afirma Roger Watson, otro empleado. Obama fue “muy amable”: saludó a todo el mundo e incluso cruzó la barra que delimita la cocina para poderse tomar una fotografía con empleados.

Ocho meses después, lo que sigue sorprendiendo más a Howle es lo que escogió para comer el presidente. “¡Simplemente pidió una hamburguesa solo con queso y mostaza! !Nada más!”, exclama. Su precio ronda los cinco dólares. No es un secreto que a Obama le gusta este típico plato americano, aunque hace poco contó que su alimento favorito es el brócoli. En una entrevista en 2011, dijo que meditaba celebrar su 50º aniversario degustando una.

Y es una de sus preferencias en sus almuerzos en la calle. El ejemplo más conocido es la que comió en junio de 2010 con el entonces presidente ruso Dmitri Medvédev en la clásica hamburguesería Ray’s Hell-Burger en Arlington, un suburbio de Washington. Obama también ha comido en restaurantes con sus homólogos francés, François Hollande; alemana, Angela Merkel, y japonés, Shinzo Abe. Y por supuesto con políticos estadounidenses.

Cenas en pareja a la luz de las velas

De las comidas a solas entre Michelle y Barack Obama hay muchos detalles. Se conocen públicamente 17 citas. Mientras al mediodía el presidente de Estados Unidos prefiere optar por sitios populares y sencillos, por la noche se decanta por escoger detalles donde destaca la sotisficación y la exclusividad.

A los buenos restaurantes suele acudir con su esposa. En ocasiones para celebrar eventos especiales, como hicieron en 2012 con motivo de su 20º aniversario de boda. En algunos casos les acompañan también familiares o amigos.

Una de sus cenas románticas la celebraron en el elegante italiano Tosca, en el centro de Washington —a pocas calles de la Casa Blanca—, frecuentado también por políticos y lobistas. Fue en mayo de 2011. La gerente del restaurante —que declina dar su nombre por política de empresa— recuerda bien esa noche. No fueron avisados con antelación (en encuentros privados no suelen hacerlo). Los Obama se sentaron en una pequeña mesa cuadrada como una pareja más. Aunque fue imposible que su presencia no causara revuelo, no fue del todo infrecuente en el local: "Viene mucha gente famosa".

El restaurante se esmera en generar un ambiente de privacidad. Hay unas finas cortinas negras que evitan ver desde la calle a través de las ventanas. La luz es tenue. Las paredes y la moqueta, de color crema. El ambiente, íntimo. En una noche de esta semana, se veía sobre todo a hombres con traje. Había algunas mujeres, vestidas elegantemente. Los camareros iban también impecables. El precio de un plato principal ronda los 40 dólares (35,5 euros).

El matrimonio presidencial tiene un paladar variado. Han ido a conocidos restaurantes estadounidenses de carne. A otros de pescado. También a indios, franceses y mexicanos. Tampoco han faltado a sitios de cocina de autor, como Komi y Minibar —del chef español José Andrés—, considerados los dos mejores restaurantes de la ciudad por la revista Washingtonian. Pero, aún así, como todas las parejas tienen su sitio favorito. El suyo es el restaurante de fusión asiática Alan Wong, en Honolulu (Hawai), donde acude la familia Obama a pasar las vacaciones navideñas. Han celebrado allí seis cenas. En Washington, el presidente solo ha repetido una vez en el restaurante de un hotel.

A Michelle, la esposa del presidente, también le gusta hincar el diente a una hamburguesa. Lo hizo en 2011 precisamente en el mismo Shake Shack al que fue su esposo. Y recibió algunas críticas por ser contradictorio con su iniciativa a favor de una dieta sana. A diferencia de su marido, todos los movimientos de la primera dama no son escrutados por una comitiva de prensa, por lo que en su caso no se sabe con detalle dónde sale a comer por su cuenta. Sí ha trascendido que hace poco visitó con amigas un restaurante griego y otro español que acaban de abrir en una zona de moda en Washington.

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