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Columna
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Los 17

“Es un toque para que no metamos el dedo en el ojo del poderoso”

Manuel Rivas

Helena, 34 años, psicóloga; Sonia, 39 años, trabajadora social; Amanda, 23 años, profesora de música; Auba, 33 años, instructor de buceo; Nacho, 46 años, ganadero... Y Pedro Armestre, fotoperiodista, premio Ortega y Gasset 2014. Así, hasta 17, en el banquillo de los acusados. Los 17 de Cofrentes. Una vez más se demuestra que en España la justicia tiene dos varas de medir. La maquinaria judicial, con una acusación particular de mucha potencia, parece haberse movido esta vez eléctricamente. Armestre lo explica todo con una precisión fotográfica: “Es un toque para que no metamos el dedo en el ojo del poderoso”. El 15 de febrero de 2011, los 17 entraron sin apenas dificultad en la central de Cofrentes. El objetivo era denunciar la inseguridad y la obsolescencia de esta nuclear, autorizada en 1975, y en el momento en que se pretendía renovar su permiso de explotación. Los escaladores del grupo consiguieron encaramarse a la torre de refrigeración y pintaron la leyenda “Peligro nuclear”. Todos fueron detenidos y liberados a las pocas horas, al demostrarse la intencionalidad pacífica de la protesta. Según la Constitución, “los poderes públicos velarán por la utilización racional de todos los recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de vida y defender y restaurar el medio ambiente, apoyándose en la indispensable solidaridad colectiva”. Los 17 de Cofrentes llevaron a la práctica la “indispensable solidaridad”. El 11 de marzo de 2011 se produjo el gravísimo accidente en la central nuclear de Fukushima. El 30 de mayo de 2011, el Gobierno alemán (democristianos y liberales) anunciaba la total desconexión nuclear antes del año 2022 y apostaba al 100% por las energías renovables. Ahora, en España, quieren encarcelar tres años a los 17 de Cofrentes. Un “auto de fe” eléctrico.

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