Un balance de la consulta
Con los resultados del 9 de noviembre se puede deducir razonablemente que una mayoría de catalanes es contraria a la independencia. Resulta incomprensible el afán del soberanismo por llegar a un referéndum
El referéndum de autodeterminación que pide Mas, y que Rajoy deniega, no es necesario. Los resultados ya están aquí, con nosotros. Votos a favor de la independencia: 1.622.661, un 44,3%; votos en contra, 2.041.098, un 55,7%. Esta es la información que cabe deducir del llamado proceso participativo del pasado 9 de noviembre (9-N). Garantías legales aparte, la votación del 9-N ha sido significativamente diferente de lo que habría sido un referéndum convencional. Difirió en la población de votantes potenciales, al añadir los residentes catalanes de 16 y 17 años, y los residentes extranjeros en Cataluña; difirió en la participación, que fue solo del 37% cuando en las autonómicas de 2012 fue del 70%; y difirió en la forma de plantear la pregunta, que frente a la clásica de si se está a favor o en contra de la independencia, formuló dos preguntas secuencialmente condicionadas.
Sin embargo, frente a estas diferencias, la votación del 9-N acabó realizándose en un clima de tranquilidad absoluta en el que todos los ciudadanos, tanto los que fueron a votar como los que se quedaron en casa, lo hicieron tan libre y voluntariamente como en cualquier otra elección. En estas condiciones, el comportamiento electoral de la consulta ofrece información, explícita en el caso de los que votaron e implícita en el caso de los que no lo hicieron, que puede ser explotada. En particular, los resultados que se hubieran obtenido en un referéndum con el censo electoral legal (residentes catalanes mayores de 18 años), con una participación más alta (por ejemplo, igual a la alcanzada en las elecciones autonómicas de 2012), y con la pregunta clásica: “¿Quiere usted la independencia de Cataluña?”, pueden colegirse del comportamiento electoral del 9-N.
Los resultados concretos a la doble pregunta: “¿Quiere que Cataluña se convierta en un Estado? Y en caso afirmativo ¿quiere que este Estado sea independiente?”, fueron los siguientes. sí-sí: 1.861.753 votos; sí-no: 232.182; sí-blanco: 22.466; no: 104.772; blanco: 12.986, y resto: 71.131. Un total de 2.305.290 votos obtenidos de un censo que según el INE (véase el artículo de P. Ríos y F. J. Pérez en EL PAÍS del 10-11-2014) es de 6.228.531 votantes potenciales. Esto da 3.923.241 abstenciones y una tasa de participación del 37%.
Si se extrapolan los votos del 9N, el 55,7% sería contrario a la secesión, frente al 44,3% favorable
Para deducir de estos datos los resultados que se hubieran obtenido en un referéndum convencional, es necesario, en primer lugar, convertir los anteriores seis tipos de respuesta en los cuatro que saldrían de la pregunta clásica. La conversión utilizada es la siguiente. Sí (igual a sí-sí): 1.861.753 votos; no (igual a la suma de sí-no, sí-blanco y no): 359.420; blanco (igual a blanco): 12.986, y resto (igual a resto): 71.131. La segunda tarea consiste en escalar estos votos al censo de las elecciones autonómicas de 2012 (EA2012), que fue de 5.343.091 votantes potenciales. Escalar significa multiplicar los votos anteriores por un factor constante igual a la razón entre el censo EA2012 y el censo 9-N, lo cual a su vez implica suponer que la reducción del censo no afecta a la distribución de los votos. Los resultados de esta operación son los siguientes: sí, 1.597.089 votos; no, 308.325; blanco, 11.140, y resto, 61.019. Un total de 1.977.573 votos y una abstención de 3.365.518 votantes potenciales. Por definición, el censo es el requerido, 5.343.325 votantes potenciales, y la tasa de participación sigue siendo del 37%. El número de votos es ahora menor en todas las categorías porque hemos excluido de entre los votantes potenciales a los de 16 y 17 años, y a los extranjeros.
La tercera operación, la más subjetiva, consiste en redefinir estas cifras para una participación del 70% (igual a la de las elecciones autonómicas). Es posiblemente más subjetiva que la anterior porque el ajuste en este caso no puede ser uniforme para los cuatro tipos de voto. Suponemos que en el 9-N todos los electores favorables a la independencia votaron sí-sí y están por tanto recogidos en los 1.597.089 votos del sí, mientras que los 308.325 votos del no agrupan solo una parte de los contrarios a la independencia, dado que la gran mayoría de los mismos se abstuvieron. Para que la participación sea el 70%, las abstenciones deben reducirse de 3.365.518 a 1.600.510. Resolvemos este ajuste repartiendo la diferencia de abstenciones (1.765.008) primero entre las categorías blanco y resto de acuerdo con su peso relativo en el total de votos y asignamos lo que queda a la categoría no. Solo a la categoría no porque suponemos que ningún votante potencial del sí-sí se abstuvo. Este procedimiento da los siguientes resultados: sí, 1.597.089 votos; no, 2.008.931; blanco, 21.082, y resto, 115.479. Un total de 3.742.581 votos, 1.600.510 abstenciones, un censo de 5.343.091 y una tasa de participación del 70%.
El último problema que queda por resolver es el abultado número de votos incluido en la categoría residual resto. Además del genuino voto nulo por causa de error de cumplimiento del votante (perfectamente esperable dada la complejidad de la doble pregunta), este resto podría incluir un cierto número de votos anulados ex profeso para testimoniar la oposición al proceso participativo del 9-N frente a la consulta inicialmente contemplada por la Generalitat. En todo caso, como sea que lo que simulamos es la respuesta a la pregunta clásica, menos susceptible al error, y en el contexto de un hipotético referéndum con las garantías legales de las que el 9-N carecía, procede reducir el número de estos votos. También subjetivamente, reducimos a la mitad esta categoría residual y repartimos la otra mitad entre las categorías sí y no de forma proporcional. Además, llamamos a la nueva categoría residual nulos.
La traslación estadística parece demostrar que la tendencia al Sí está girando a la baja
El resultado final es el siguiente: sí, 1.622.661 votos y no, 2.041.098 votos. Esto da un total de votos contabilizados de 3.663.759 y una distribución del 44,3% para el sí y del 55,7% para el no. Tenemos además 57.740 votos nulos y 21.082 votos en blanco. Es decir, un total de 3.742.581 votos, una abstención de 1.600.510 votos, un censo de 5.343.091 votos potenciales y una tasa de participación del 70%.
El margen entre el sí y el no es de 11,4 puntos de porcentaje a favor del no. El voto independentista está lejos de ser mayoritario. Este es un ejercicio de estimación basado en supuestos simples y razonables. Otros supuestos pueden dar otros resultados, pero si siguen siendo razonables difícilmente cambiarán la ventaja sustancial del no.
Alguien podría pensar que ésta es la situación actual, pero que el sí tiene todavía un recorrido al alza que se manifestaría en el contexto de un referéndum legal. Los resultados de este ejercicio, sin embargo, no sustentan esta hipótesis. Salvando la distinta naturaleza de los dos escenarios comparados, en las elecciones autonómicas de 2012 los partidos independentistas (CiU, ERC, CUP y SI) obtuvieron 1.781.460 votos, mientras que los votos del sí aquí estimados son 1.622.661; hay indicios, pues, de que la tendencia del sí puede haber girado a la baja. Por otra parte, en un referéndum legal, la participación sería seguramente superior al 70% aquí utilizado como hipótesis; dado que todos los votantes del sí están ya en este 70%, una mayor participación aumentaría la importancia del no.
El 44,3% en favor del sí es más un techo que un suelo. Es el resultado obtenido después de lo que cabe calificar como la campaña electoral más contundente, amplia, dotada y débilmente contestada de todas las que se han visto en la vida de nuestra democracia. En las dos semanas previas al 9-N, los medios públicos de comunicación se volcaron prácticamente de forma exclusiva en la promoción del sí-sí. Por otra parte, es un resultado que se produce cuando la parte contraria a la independencia todavía no ha sabido explicar de forma efectiva el desastre económico y financiero que supondría la salida de Cataluña de la Unión Europea.
A la vista de los resultados del 9-N, resulta incomprensible la insistencia de algunos partidos soberanistas en querer acelerar todavía más el proceso hacia la independencia. El 44% en favor de la independencia de Cataluña es sin duda un apoyo notable, pero ¿quién puede razonablemente pedir una declaración unilateral de independencia con un 56% de los catalanes en contra?
Antoni Zabalza es Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia
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