“Los que viven aquí están prácticamente solos”
Diario de la misión de respuesta rápida de Unicef en una aldea remota del país africano. Primera entrega
Día uno
Estamos volando en un ruidoso helicóptero ucraniano, bamboleándonos a cientos de metros por encima de un Sudán del Sur llano, pantanoso y mayoritariamente vacío, desde hace ya más de dos horas y a través de la ventana he visto únicamente tres aldeas. Ninguna de ellas era Kiech Kuon, donde me voy a unir a un equipo de Unicef para una operación de 10 días que recibe el nombre de Misión de Respuesta Rápida (RRM por sus siglas en inglés) para intentar ayudar a 30.000 madres con hijos que carecen de servicios básicos desde que estalló el conflicto en diciembre de 2013.
Estas remotas aldeas que estamos sobrevolando y la propia Kiech Kuon, donde vamos a trabajar, están más incomunicadas de lo que puedes imaginar. Hay pocas carreteras y, las que existen, están en muy malas condiciones como para poder transitar por ellas a lo largo de los seis meses que dura la estación de lluvias. Las pistas de aterrizaje están en terreno pantanoso y no hay avión que pueda aterrizar allí. No hay electricidad ni cobertura móvil y el agua procede únicamente de pozos. Los habitantes que viven aquí están prácticamente solos.
Esta es la razón por la que Unicef se une al Programa Mundial de Alimentos para realizar estas misiones rápidas y breves con pequeños equipos en todo el país. El objetivo es llegar a al menos algunos de los que necesitan ayuda antes de que sea demasiado tarde. Ya hay muchas zonas de Sudán del Sur que están clasificadas oficialmente como de fase 4 según el índice de inseguridad alimentaria del mundo.
Solo queda un nivel por encima, la fase 5: “hambruna y catástrofe humanitaria”.
Finalmente, dos horas y veinte minutos después de salir de Rumbek, aterrizamos en un campo de juego polvoriento, entre un motor de agua y una escuela en ruinas a las afueras de Kiech Kuon. He de decir que es más grande de lo que esperaba; tiene unas 50 chozas con paredes de barro y paja, un gran almacén del Programa Mundial de Alimentos (de la última crisis nutricional de hace una década, me cuentan luego) y un centro de salud con media docena de edificios de ladrillo. Los niños y los burros escapan de las nubes de polvo que levanta el helicóptero hasta que este finalmente aterriza en tierra firme.
En las siguientes horas, el equipo de las Naciones Unidas monta un campamento y empiezan las reuniones importantes con los funcionarios locales que harán que nuestra estancia y nuestro trabajo sea lo más fluido posible. Todos dormimos en tiendas y usamos letrinas y cubos de agua para ducharnos y asearnos. Toda nuestra comida y nuestra agua potable (para 19 personas durante 10 días) han llegado en helicóptero. Una compañera ya se ha llevado una sorpresa cuando una serpiente verde y negra de un metro ha pasado deslizándose por su lado. Nos explican que los escorpiones son endémicos. La mayoría de la aldea está cubierta por unos dos palmos de barro y nosotros llevamos puestas botas de goma. Una amiga en Juba, la capital de Sudán del Sur, con mucha experiencia en misiones de ayuda humanitaria en lugares duros, cuando escuchó que me unía a esta misión me dijo: “¡Vaya, es una labor muy exigente!”. Creo que tiene razón.
Pero naturalmente, esto no es una preocupación para el equipo al que me he unido. Todos se instalan rápidamente y se ponen a trabajar. Simon Bol, el líder del equipo, empieza el diálogo con los más mayores sobre dónde y cuándo se puede comenzar a trabajar. Angela Kangori, la especialista en nutrición, ayuda a cuatro mujeres de Kiech Kuon que cocinarán y cargarán agua para el equipo. Luego ella y otros, incluyendo a Thomas Lyimo, el especialista en salud, Geoffrey Kayonde, Milka Irungu y Wilson Wani, empiezan a correr la voz para conseguir contratar a locales que les ayuden.
Pronto aparecen grupos de gente debajo de los árboles por todo el campamento, preparando cómo y cuándo empezaremos a trabajar. Parece que ya hemos empezado el trabajo duro.
Este diario se escribió a finales de verano y hasta octubre se han completado 26 misiones conjuntas de respuesta rápida, todas ellas en los estados donde el conflicto se ha extendido y la gente huye. Las misiones han alcanzado a más de 550.000 personas, incluyendo 116.000 niños menores de cinco años. Cuatro misiones están a punto de terminar.
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