_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Casados

No casarme es más que una omisión. Es mi bandera: un gesto.

Leila Guerriero

Yo no quiero casarme. Nunca quise. Ahora, en la Argentina, aprobaron un nuevo Código Civil según el cual las parejas que vivimos en concubinato tendremos derechos parecidos a los que tienen las parejas unidas en la institución del matrimonio. Ya saben: compartir bienes, no quedar desamparados en caso de muerte de uno de los dos. Y yo, perdón, quiero enviar todos esos derechos de regreso al remitente como si fueran una carta que me hubiera enviado el diablo. Yo no quiero que ninguno de esos derechos me cobije. No casarme es más que una omisión. Es mi bandera: un gesto. Es mi forma de decir que jamás haré parte de una institución anquilosada que devora personas y las devuelve —no a todas, sí a muchas— convertidas en un pedazo de carne sin apetitos, en un magma de mezquindades que nada tienen que ver con el amor. Y yo sólo quiero esto que tengo: tus ojos de lobo. Maldita sea yo si espero que me cobijes con nada que no sea tu forma mansa de aplacar el viento negro que me arrasa. Maldita sea yo si necesito de vos algo más que tu silencio o que tus bromas tontas. No quiero dinero, ni casa, ni auto, ni cobertura social: a vos te quiero. Solo, entero, crudo, despojado. De vos no quiero la mitad de nada: quiero todo —todo— el continente de tu inmensa soledad en compañía. Maldita sea yo si quiero algo más que tus recuerdos y tu manera de no retroceder, de no tener miedo, de ser noble. Dirán que tampoco es grave: que para que estos derechos sean reconocidos los convivientes deben registrarse y dejar constancia de esa unión. Pero se llevan mucho: se llevan la bandera, el gesto. Yo iría a ese registro. Y firmaría, con tinta de mis huesos, que cuando venga la muerte tendrá tus ojos. Y que, con eso, a mí me basta.

 

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_