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enfermedades olvidadas

Cuando la tierra contagia

La podoconiasis está causada por partículas de minerales que penetran en los pies descalzos El mal olor y las deformidades que conlleva causan el rechazo social de los enfermos

No usar calzado durante el trabajo de la tierra es habitual.
No usar calzado durante el trabajo de la tierra es habitual.Svetlana Volodina

Gambo es un pueblo pequeño en el distrito de Kore, un área remota de Etiopía a 2.180 metros sobre el nivel del mar. Se trata de una zona de origen volcánico situada en las laderas altas del gran valle del Rift con dos estaciones bien diferenciadas: la época húmeda —que corresponde a nuestros meses de verano— y la seca, desde octubre hasta marzo. En esta región de Etiopía, entre los distritos de Kore y Arsi Negele, la dificultad de acceder a agua potable es la norma.

Las niñas, descalzas, cargan leña y recorren varios kilómetros con bidones amarillos a la espalda para después transportar el agua a casa. También cargan a sus hermanos pequeños. Viven con sus padres y una media de seis hermanos en chozas construidas con un soporte de madera y recubiertas con una mezcla de arcilla y paja, sin ventanas, en cuyo interior encienden un fuego para cocinar y proporcionar calor.

El suelo es de tierra y algunas gallinas corretean también en el interior de la vivienda. Es excepcional que dispongan de ventanas o chimenea, por lo que la transmisión de ciertas enfermedades infecciosas como la lepra o la tuberculosis se ve favorecida por la falta de ventilación. Además, por la caída de los niños al fuego, las quemaduras constituyen un motivo de consulta frecuente en el hospital.

Pies de un paciente con podoconiosis.
Pies de un paciente con podoconiosis.Svetlana Volodina

Son las seis de la mañana. Canta un gallo. Suena la campana del Hospital Rural de Gambo. Hay muchos pacientes ahí fuera, pero pocos son los que consultan por un problema al que tradicionalmente se le ha prestado escasa atención. Cuando uno camina por el territorio y pregunta a la población local sobre dhukuba arba, la "enfermedad de los pies hinchados", lo más frecuente es que alguien conozca a alguna persona afectada. Una vez localizada, nos dirigimos a su casa, nos interesamos por su problema y le preguntamos por sus costumbres.

Gamachu padece una forma muy evolucionada de una enfermedad llamada podoconiosis que interfiere en sus actividades cotidianas. Tiene 44 años, es granjero, está casado, tiene cinco hijos y su educación es superior a la de la media. Habla bien el oromo y el amhárico (el idioma oficial y empleado por las clases sociales más elevadas), y es capaz de comunicarse de manera sencilla en inglés. Sin embargo, obtuvo su primer par de zapatos a los 21 años. Como él, hasta un millón de personas sufren esta enfermedad en Etiopía. Otros muchos también la padecen en otros países del África Tropical, América Central y del Sur, y en el sureste asiático.

La podoconiosis es una enfermedad poco conocida, incluida desde 2011 en la lista de enfermedades olvidadas de la Organización Mundial de la Salud. Se produce por la entrada de micro partículas minerales de silicatos, berilio y circonio a través de la piel en personas que caminan descalzas sobre suelos arcillosos de origen volcánico por encima de los 1.500 metros. Fundamentalmente afecta a los granjeros con economía de subsistencia, en regiones con un alto índice pluviométrico anual. Debido a la evidente deformidad y al mal olor de unos pies en general acostumbrados a la falta de higiene y con infecciones secundarias, las personas que padecen la enfermedad es discriminada por el resto de la población.

Los niños son rechazados por sus compañeros hasta el punto de verse obligados a abandonar la escuela. Los adultos son marginados socialmente, con imposibilidad para encontrar pareja o casarse; se les excluye de las reuniones locales de su comunidad, dejan de asistir a la iglesia y, por la incomodidad y el rechazo social, abandonan también sus trabajos. Por todo ello, es fácil imaginar por qué la podoconiosis tiene una repercusión social y económica que, hasta ahora, ha sido infravalorada.

Se calcula que el coste de esta enfermedad, debido a la pérdida de productividad, es de unos 200 millones de dólares al año. En una nación como Etiopía, uno de los diez países más pobres del mundo y con una renta per capita inferior a los mil dólares al año, este dato no debe pasar desapercibido. La economía de este país está basada fundamentalmente en la agricultura, que representa el 45% del PIB, el 90% de las exportaciones y el 80% de la mano de obra.

La población general usa calzado cuando se lo puede permitir. Aunque los padres suelen ir calzados, no acostumbran a comprar zapatos a sus hijos hasta que cumplen, al menos, los 10 años. Así, los pies de los más pequeños se encuentran expuestos a este suelo arcilloso durante todo ese tiempo, el mismo que necesita la enfermedad para desarrollarse. En cualquier caso, la mayor parte de la población suele emplear un zapato de plástico rígido, duro y sin transpiración, motivo por el que muchas veces es más confortable y práctico caminar descalzo, en especial durante la estación de las lluvias. Las arcillas húmedas y pegajosas, adheridas firmemente a la piel y no eliminadas por la habitual falta de higiene, perpetúan durante años su efecto negativo sobre la piel.

La agricultura constituye el modo de vida de la mayor parte de la población en Etiopía
La agricultura constituye el modo de vida de la mayor parte de la población en EtiopíaSvetlana Volodina

En los comienzos del siglo XXI pensamos que nuestra obligación es mostrar los efectos de esta enfermedad y ayudar a las autoridades locales para que consigan su erradicación. Y nosotros, ciudadanos de un país como España, con una potente industria del calzado, tal vez debiéramos hacer algo más para este fin. Lo primero, enseñar a prevenirla y en segundo lugar, colaborar en la creación de una industria básica para la fabricación local de calzado por sus propios habitantes. Pocas veces nos parece tan vigente aquel lema de la Ilustración española: Socorre enseñando.

* Laura Prieto Pérez y Miguel Górgolas Hernández-Mora son miembros de idcsalud -Fundación Jiménez Díaz Máster en Medicina Tropical y Salud Internacional Universidad Autónoma de Madrid

Más información The Mossy Foot Treatment and Prevention Association (MFTPA)

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