_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Símbolos

En los últimos tiempos estos tres cerebros de los españoles han sido excitados con fuertes estímulos

Manuel Vicent

Bajo la bóveda del cráneo nos bulle una sopa muy espesa formada por nuestros tres cerebros: el reptiliano, el límbico y el neocórtex, cada uno con una misión específica. El reptiliano gobierna el instinto básico del hambre, la sed, el sexo y además marca nuestro territorio, una querencia irresistible, que hemos heredado directamente de los reptiles; en el límbico se asientan las emociones, sentimientos, terrores, símbolos y creencias, que en alguna medida compartimos con los mamíferos superiores; el neocórtex, último en desarrollarse, rige la inteligencia y realmente es el que nos convierte en seres libres y planetarios. Somos animales territoriales en cuanto todavía somos un poco reptiles. Los predadores marcan las fronteras de su nación con orina y dentro de ese espacio se sienten reyes. Los animales racionales usamos cañones, himnos y banderas independentistas. En los últimos tiempos estos tres cerebros de los españoles han sido excitados con fuertes estímulos. Hace cuatro años nuestra selección de fútbol ganó la copa del mundo en Sudáfrica. Hubo desfiles delirantes según el ritual de conquista. Poco después el rey Juan Carlos se quebró la cadera en Botsuana durante una matanza de elefantes y tuvo que pedir perdón apoyado en unas muletas. Su imagen quedó también definitivamente quebrantada. Ahora la historia acaba de virar en redondo. Ha sido la selección española de fútbol la que ha sufrido una humillante derrota en Brasil y su lloroso capitán ha tenido que pedir perdón, mientras el sucesor de Juan Carlos, el rey Felipe VI, siguiendo los rituales de la proclamación, desfilaba triunfalmente en Rolls-Royce por las calles de Madrid bajo la profusión de colores de una bandera nacional políticamente enaltecida y deportivamente derrotada. El neocórtex, asiento de la razón republicana, ha quedado al margen. No ha sido invitado a esta fiesta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_