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Primer resbalón de los reyes de Holanda

Aluvión de críticas a los monarcas por el permiso que les han concedido para construir un puerto privado en su villa de vacaciones griega

Isabel Ferrer
Los reyes de Holanda, y sus tres hijas (Amalia, Alexia y Ariane), el pasado verano.
Los reyes de Holanda, y sus tres hijas (Amalia, Alexia y Ariane), el pasado verano.CORDON PRESS

La construcción de un puerto privado en la playa griega sobre la que se alza la villa adquirida en 2012 por los nuevos reyes de Holanda, Guillermo Alejandro y Máxima, ha provocado gran revuelo en la prensa local. La pareja habría obtenido un permiso muy difícil de conseguir para el resto de la población, y los medios holandeses han empezado a hurgar también en el asunto.

El complejo vacacional costó 4,5 millones de euros, y consta de varios edificios y piscina en la localidad de Kranidi, en el Peloponeso. La protección de las costas griegas está regulada por el Gobierno, y el embarcadero en cuestión incluye vallas para cercar el terreno y un edificio destinado al personal de seguridad. Atenas califica las obras de necesarias para proteger a los regios huéspedes. El Servicio de Información de la casa real holandesa ha abundado en ese extremo, señalando que la “seguridad del rey, su familia y entorno compete al Estado”. En cuanto a la casa griega de veraneo, “se ocupa de ello el Coordinador Nacional para la Lucha contra el Terrorismo”. Una explicación que contrasta con las palabras del primer ministro liberal, Mark Rutte, que consideró hace dos años la compra “un asunto privado de la pareja real”.

La nota holandesa no ha convencido a los vecinos de Guillermo y Máxima, que consideran un espacio público la playa a punto de ser acotada. En un país donde la privatización de la costa es tan controvertida como en España, ha sentado mal que el Ejecutivo parezca haber flexibilizado las normas para adaptarse a los deseos de los reyes de Holanda.

Con sus colinas llenas de olivos y una población de 10.000 habitantes, Kranidi es un destino vacacional muy atractivo. Allí disponen ya de segundas residencias personajes como el presidente ruso Vladímir Putin, y el actor británico Sean Connery. Guillermo Alejandro y Máxima compraron la suya después de salir escaldados con otra casa de recreo, esta vez en Mozambique. Situada en la playa de Machangulo, los gastos derivados del desplazamiento hasta África, el dispositivo de seguridad que ello requería, y lo opaco de la operación, obligaron a los reyes a ponerla en venta en 2009.

Las críticas recibidas por los entonces Príncipes de Orange fueron tales que su popularidad bajó enteros y preocupó a la reina Beatriz, alérgica a los escándalos familiares. La villa griega llegó después, y la transacción se efectuó de forma más discreta. Guillermo y Máxima tienen también propiedades en Argentina, tierra natal de ella. Con un índice de popularidad del 80 y 83%, respectivamente, los sondeos de opinión coinciden en que, aparte de no cometer grandes errores en el ejercicio de su labor, gastar en exceso es lo que más apoyo podría restarles.

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